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Candidez democrática

Isa Ferrero

La decisión de Vladímir Putin de cerrar el gas sorprende menos que el continuo ataque y acoso de los grandes medios de comunicación a Pedro Sánchez. Queda todavía un año para las elecciones, pero la mayoría de los medios ya no disimulan lo más mínimo. Ven ahora una oportunidad única para dar el golpe definitivo al Gobierno y enterrar la posibilidad de un Gobierno progresista para una larga temporada. Un buen ejemplo se puede encontrar en el economista Carlos Segovia, que responsabilizó a Pedro Sánchez de que España comprara gas a Estados Unidos cuando aquí se prohibía el fracking. Esta demagogia de la derecha rima bastante con el tema nuclear: se utiliza como un eslogan para atacar a la izquierda, pero, a la hora de la verdad, todo no es más que una gigantesca campaña de humo.

No pretendo en este artículo arrojar mucha luz sobre lo tendenciosos que son los grandes medios de comunicación en nuestro país, demasiado obvio que ni merece una discusión. A este respecto, resulta interesante echar un vistazo a lo que ocurre en los Estados Unidos, país que probablemente vive la mayor crisis política desde la Guerra de Secesión. Los problemas allí son inmensos, hay una sensación generalizada de que todo está mal, pero tanto los grandes medios de comunicación como una buena parte de los intelectuales están apoyando a la administración Biden para frenar el ascenso de la extrema derecha. Algo que dice bastante del concepto extraño que tiene la derecha en España sobre el patriotismo. Al leer la prensa madrileña parece que cada mala noticia, cada catástrofe y cada crisis de la que no tiene culpa Pedro Sánchez se celebra con champagne.

Mi opinión es que en España muchos problemas se evitarían si los grandes medios tuvieran cierto interés por contar la verdad y hablar de las causas. Es más importante que nunca en un contexto internacional muy complicado con las elecciones italianas y las midterms en menos de dos meses en Estados Unidos.

Hay que reconocer que los analistas progresistas no se equivocan señalando las semejanzas de VOX y otros movimientos autoritarios con Vladímir Putin. No obstante, sí pienso que cometen el error de caer en análisis reduccionistas que sirven muy bien para esquivar ciertos debates e ignorar otras causas que, por supuesto, la mayoría de "intelectuales" de la derecha también ignora u omite deliberadamente. Y sin causas difícilmente tendremos soluciones.

Si queremos que la gente nos crea habría que ser honestos y admitir que el peligro de las democracias liberales en Occidente no viene ni de Rusia ni de China por muy autoritarios que sean estos regímenes. Tiene más sentido que estos falsos pretextos no son más que un síntoma de lo mal que van las cosas. Por ejemplo, en Estados Unidos hizo falta confrontar con un enemigo exterior como China para justificar los planes para reconstruir el país, tal como se pudo ver en los discursos de Biden el año pasado.

El peligro de las democracias liberales en Occidente no viene ni de Rusia ni de China por muy autoritarios que sean estos regímenes. Tiene más sentido que estos falsos pretextos no son más que un síntoma de lo mal que van las cosas

Volviendo al caso del fracking, las causas sugieren un problema bastante distinto. Una causa que no se puede obviar es que los Estados Unidos tienen el triste mérito de haber sido uno de los países ricos que menos ha hecho para luchar contra el cambio climático. El triste mérito es doble si se tiene en cuenta que fue allí donde se descubrió que los gases de efecto invernadero suponían una grave amenaza para la supervivencia de nuestra especie. La derecha española podría hablar de que esta despreocupación histórica por el medioambiente está detrás de que EE.UU. decidiera no prohibir el fracking a pesar de que se sabía perfectamente que íbamos y vamos en camino de experimentar un calentamiento catastrófico.

De igual forma, en vez de culpar a Angela Merkel de todos los males que vive ahora Alemania, merece la pena aprender de otros errores y reconocer la influencia tóxica que han tenido los Estados Unidos en Europa durante las últimas tres décadas. Decir cosas como esta te convierten en un aliado de Putin, pero lo cierto es que, con el cuento de la seguridad, Washington impidió una Europa más segura y más estable al desaprovecharse una ocasión única cuando Rusia podía avanzar hacia la democracia después del colapso de la autoritaria Unión Soviética. Si bien el crimen monstruoso de Putin en Ucrania no tiene ninguna justificación, la expansión de la OTAN en un momento en el que Rusia no era una amenaza para Occidente puede ser una de las decisiones más estúpidas que ha consentido la Unión Europea en las últimas décadas.

La crisis energética que vive Europa y la subida de los precios merece también otra reflexión. La estrategia de la Unión Europea ha sido un fracaso. Da igual desde dónde se parta que la conclusión acaba siendo la misma: ¿Vale la pena haber adoptado esta estrategia? No hace falta ser muy agudo para saber que muchas preguntas siguen sin ser respondidas: ¿Habría paz si Occidente hubiese hecho esfuerzos diplomáticos significativos por la paz? ¿Se ha hecho daño a Putin o solamente se ha hecho daño al pueblo ruso que, por cierto, Putin reprime? ¿Por qué sanciones ahora y no cuando Estados Unidos invadió Irak en el año 2003? ¿Por qué el resto del mundo no sanciona a Rusia? ¿Qué sentido tiene que Estados Unidos provoque a China en Taiwán cuando la alianza con el gigante asiático es más importante que nunca?

Más incómodo: si las sanciones no han hecho un grave daño a Putin, ¿qué sentido tiene continuar con esta estrategia? ¿Acaso Occidente no va en camino de repetir el error de Afganistán en los ochenta? Una invasión terrible por parte de la Unión Soviética, pero alimentada por los Estados Unidos.

Y ya la última cuestión: ¿Nadie es consciente de que esta estrategia es contraproducente? Como señalaba el periodista Carlos Sánchez, la excepción sensata de los grandes medios: “las sanciones se aplican, pero nada indica que logren su objetivo. ¿Cuánto hay que esperar: un año, dos años, un lustro…?”. Y la pregunta final: ¿Qué hay del futuro de las democracias occidentales? ¿Acaso Putin no va a celebrar una victoria de las derechas en Italia? Esto último será un buen test para saber dónde estamos. Desde luego que la extrema derecha pueda vencer el 25 de septiembre es un nuevo aviso, por mucho que la gente quiera seguir ignorándolo.

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Isa Ferrero es autor de 'El futuro del liberalismo. Hacia un nuevo consenso socialdemócrata'.

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