Sin líquido de frenos

Eduardo Prieto

La normalización del esperpento no la firmaría D. Ramón María del Valle Inclán, por tentado que estuviese. Todos los avances sociales del último siglo a algunos podrían parecerles absurdos, y hoy son una afortunada realidad. Pero la involución tiene otro nombre: ése concretamente. Hacer el discurso imposible de acabar con el "adoctrinamiento" en las facultades podría llevar a cerrar Filosofía, Económicas, Ciencias Políticas y el resto de Ciencias que se atrevan a negar el negacionismo. Darío Fo se negaría a dirigir este sainete. Principalmente por higiene.

En Europa se debate la protección de los ecosistemas, y parece que las sensatas intenciones se desvanecerán en manos de los menos ultras aliados con los más ultras. Lo que parecen pretender es que —cuando se agoten todos los recursos hídricos— los agricultores agraviados por esa broma de la emergencia climática usen regaderas llenas de agua mineral para abastecernos, y brindar por la cosecha si queda algún caldo a esas alturas del despropósito; no imagino otra solución si descartamos sacar santos en procesión o una diaria danza de la lluvia. 

Lo de la —ya inevitable— involución deja nuestros sufridos huesos temblando en plena ola de calor. En Valencia vicepreside un torero con ideas de bombero —disculpadme, bomberos—; y una segunda autoridad cuya actividad previa consistía en perseguir a mujeres que necesitaban interrumpir su embarazo; en una organización cuya denominación significa gritar, sobre todo contra derechos y libertades.

En Bruselas están familiarizados con ver a un señor en la tribuna denigrando a su país; podemos imaginar a los europarlamentarios con bolsas de palomitas dispuestos a escuchar la función matinal; un espectáculo denigrante no deja de ser un espectáculo

De Valencia, y hacia Europa, también salió Esteban González Pons, gran aficionado a la manipulación de datos, que acostumbra a cruzar líneas rojas; para algunos, cruzarlas es la norma, no precisamente la excepción. En Bruselas están familiarizados con ver a un señor en la tribuna denigrando a su país; podemos imaginar a los europarlamentarios con bolsas de palomitas dispuestos a escuchar la función matinal; un espectáculo denigrante no deja de ser un espectáculo. Pero alguien que ha sido director de campaña sabe, con toda claridad, lo que es un sistema electoral garantista, internacionalmente reconocido. Otra cosa es la compra de votos; incluso obligando a la identificación, siempre puedes cerrar un sobre con su correspondiente certificación censal después de haber pagado por cerrar ese sobre. Y en cualquier caso, esa es la voluntad del votante, comprada o no.

La compra de voluntades existe hasta donde alcanza nuestra memoria; el clientelismo es una tradición en zonas como Galicia, y en Comunidades donde el poder se ha enquistado, como Castilla y León o Murcia. Probablemente ninguna región esté, del todo, libre de ello. Esto, en ocasiones, se complementa comprando la voluntad de los mensajeros. Víktor Orbán o Isabel Díaz Ayuso son claros ejemplos de la compra de medios con el dinero de los contribuyentes. Gratis total. Para él y para ella. Y de esto tampoco se libran otras regiones. Aunque... no permitamos que nos posea el espíritu de Maquiavelo.

El sueño de la razón genera disparatados monstruos, y no siempre tenemos herramientas para frenarlo. Pero estamos obligados a intentarlo.

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Eduardo Prieto es socio de infoLibre.

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