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Marcelo Noboa Fiallo

Hay momentos en los que seguir la política en España se convierte en un ejercicio parecido a las pruebas de relevos en atletismo, pero los “testigos” tardan decenas de años en pasarse unos a otros y, si te descuidas, el último relevo puede durar medio siglo. Ocurre, por ejemplo, con el PSOE (el partido más longevo de España y de Europa, con 145 años de historia), que lleva desde sus orígenes y en sus señas de identidad la concepción federal de España, pero se ha estancado en el último relevo más de medio siglo y no es capaz de llegar a la meta.

Otro tanto ocurre con la utilización de las lenguas oficiales en el Parlamento, en la sede de la voluntad popular. Desde 1978, con la aprobación de la Constitución, las lenguas históricas además del castellano son reconocidas como parte de la riqueza cultural y diversa de este país (art. 3). Resulta que en los Parlamentos autonómicos (Cataluña, Euskadi, Galicia, Valencia) los representantes del pueblo utilizan indistintamente el castellano y/o su lengua territorial, desde hace muchos años y sin ningún problema. El propio líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, como Presidente de Galicia, se expresaba en su idioma natal en el Parlamento gallego. Hoy, le parece una estupidez que los diputados electos en sus territorios se expresen en sus idiomas en el Parlamento Nacional!!).

En este país, tienen que ocurrir situaciones extraordinarias para conseguir derechos de sentido común que no tienen costes económicos relevantes, salvo la casposa defensa de “España, una, grande y libre”

Las lenguas de la España plural y diversa culturalmente, una vez que sus representantes políticos aprobaron, hace ya muchos años, su cooficialidad, se usan de manera natural y normal para cualquier relación con las administraciones, en los colegios, institutos, universidades, actividades culturales y en sus relaciones sociales. Es la riqueza de este país.

Tener que recordar, a estas alturas, a un peligroso comunista y separatista como Adolfo Suárez tiene bemoles: “Elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal” (primer discurso televisivo el 9 de junio de 1976). Fue el más veloz en el inicio de la carrera por relevos. Hoy, gracias al hombre de Waterloo (¡!) por fin, el Congreso de los Diputados va a “elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal”. Ha tenido que ser un prófugo de la justicia el que, al hilo de su debilidad política, haya tenido que conformarse con tan poca renta para dar sus siete diputados independentistas al PSOE para que la nueva Presidenta del Parlamento sea una socialista y, con ello, despejar, de momento, el camino para la investidura de Sánchez.

En este país, tienen que ocurrir situaciones extraordinarias para conseguir derechos de sentido común que no tienen costes económicos relevantes, salvo la casposa defensa de “España, una, grande y libre”. Por ello, resultó impresentable e incomprensible que el PSOE, en junio del año pasado, votara en contra de la propuesta conjunta que Unidas Podemos y los aliados parlamentarios independentistas y nacionalistas presentaron a la mesa del Congreso para la normalización de las lenguas cooficiales. Quedando así retratado, para mayor escarnio, junto a PP, Vox y Cs. Es lo que tiene participar en una carrera de relevos donde sales a toda hostia el primero, pero luego te entran calambres.

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

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