Sergio Ramírez Luis García Montero
Ucrania en el tejado europeo
Los últimos acontecimientos en relación con la guerra en Ucrania ponen a los europeos contra las cuerdas. Durante el tiempo que lleva abierto el conflicto tras la invasión a gran escala de Rusia siempre se ha planteado que este era un conflicto europeo... un conflicto europeo que dependía de las capacidades de seguridad y defensa de los EEUU. Y así continúa siendo.
Se acerca el momento en el que se van a testar cuáles son los verdaderos apoyos que tiene Ucrania. De un lado, parece que el interés estadounidense es el de poner en fin o en pausa una guerra, algo por lo que lleva abogando Trump desde hace tiempo. La escalada bélica que se vivirá durante los próximos meses no será ni más ni menos que el escenario en el que posiblemente se desarrollará una mesa de negociación. Se trata de llegar con algo que negociar a esa mesa. Los analistas de defensa llevan meses repitiendo que sólo habrá conversaciones cuando ambas partes consideren que no tienen nada más que ganar sobre el terreno. Así, Rusia apura para tener bajo control el Donbass, y Ucrania hace lo propio para no perder el territorio que tiene en la región rusa de Kursk.
Y mientras todo esto sucede, la sociedad ucraniana se encuentra exhausta en un territorio en el que sus principales infraestructuras han sido destruidas. La opinión pública comienza a dar ya muchos síntomas de agotamiento. Así, en una reciente encuesta publicada por Gallup se muestra cómo el 52% de los ucranianos estarían dispuestos a una negociación que llevara al fin de la guerra lo antes posible y, de estos, la mitad aceptaría concesiones territoriales. Ante esta misma pregunta en 2023, la respuesta fue del 27%. En contraposición, el 38% querrían seguir luchando hasta alcanzar la victoria. El cansancio es evidente también en el frente de batalla, con un ejército diezmado, donde se suceden las deserciones y las bajas son cada vez más abundantes y la ausencia de un horizonte de victoria se hace cada vez más evidente.
Al cansancio tras casi tres años de guerra de alta intensidad se suma la llegada a la Casa Blanca de Trump, un hito que parece que puede marcar un punto de inflexión en la evolución de la guerra. Así las cosas, toca hablar sobre cuál va a ser el papel que puede jugar la UE en este nuevo contexto. Los últimos Consejos Europeos de Exteriores y de Defensa no parecen haber llegado a ningún acuerdo concreto más allá de manifestar su apoyo a la causa ucraniana ,y esto se suma a la poco entusiasta recepción del “plan de la victoria” presentado por Zelenski durante el mes de octubre. Si a esto se le añade la cada vez mayor inestabilidad de los partidos sistémicos que cada vez más ven peligrar su base electoral a favor de partidos antisistema y ultras, la ecuación no le sale a ganar a la posición de apoyo incondicional dominante hasta ahora liderada por Borrell, que cuenta con amargura en sus intervenciones todo lo que aún falta por hacer. Entre otras cosas, que con palabras y buenas intenciones no se gana una guerra.
La determinación europea de apoyar a Ucrania se enfrenta a una prueba de fuego. Se trataría de comenzar a tomar el relevo al apoyo norteamericano que con Trump a los mandos ya ha avisado de que querría poner fin a esta guerra lo antes posible. La salida de EEUU y el propio proceso negociador, en todo caso, no será inminente. Es importante recordar que, durante su primer mandato, Donald Trump autorizó paquetes de ayuda a Ucrania, que permitió que se realizaran ataques a bases de mercenarios rusos en Siria o que, incluso, reforzó las sanciones contra Rusia. Esto quiere decir que, como lleva diciendo durante toda la campaña, lo primero que va a poner sobre la mesa va a ser el interés estadounidense (y el suyo propio), esa será, sin duda, su prioridad.
Se alerta de la indefensión en la que se encuentra la UE y se avisa de una expansión de la guerra insuflando el miedo a la ciudadanía y, por tanto, la necesidad de apostar por el incremento del gasto en defensa
Mientras todo esto sucede, será interesante ver cuál será el papel que va a jugar el nuevo ejecutivo comunitario, con Von der Leyen y Kaja Kallas como sus cabezas visibles en esta cuestión. También habrá que prestar especial atención a la actuación de los gobiernos de los Estados Miembros en relación con esta cuestión. La encrucijada no es sencilla y las posiciones están divididas. Frente a los que apuestan firmemente por avanzar en la Europa de la Defensa se encuentran otros que se refugian de manera más clara en posiciones soberanistas. En un marco, se alerta de la indefensión en la que se encuentra la UE y se avisa de una expansión de la guerra insuflando el miedo a la ciudadanía y, por tanto, la necesidad de apostar por el incremento del gasto en defensa. Ya se sabe que para anular cualquier análisis crítico es imprescindible sembrar el pánico. Al hacer una amenaza creíble se puede conseguir el objetivo que se persigue, en este caso, la Europa de la Defensa. En el otro marco, la idea se sostiene sobre el repliegue más soberanista y estatalista, que plantea el fin de la guerra como oportunidad. En ninguno de los dos campos hacen aquellos que ponen en primer lugar no ya a Ucrania, sino a la sociedad ucraniana. Porque más allá del enfoque egoísta subyacente a esa Europa de la Defensa, y las discusiones sobre si es intolerable el acuerdo de paz por territorios, también debería aparecer en un lugar destacado el compromiso con el futuro de las y los ucranianos. Pero para eso parece que aún no ha llegado el momento. ¿Estamos los europeos preparados para lidiar con ello?
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Ruth Ferrero-Turrión es Doctora Internacional por la UCM y MPhil en Estudios de Europa del Este (UNED). Profesora de Ciencia Política en la UCM.
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