El VAR del 'caso Alves' Miguel Lorente Acosta

Tal y como hiciera con el Canal de Panamá, Canadá o la reconfiguración de la arquitectura de seguridad y defensa transatlántica, ahora Trump ha puesto a Groenlandia en el punto de mira. En su afán por darle una patada al tablero mundial y reconfigurar los equilibrios (o desequilibrios) globales vigentes hasta la fecha volviendo a dinámicas que recuerdan al siglo XIX, como no podía ser de otro modo, también la geopolítica clásica vuelve con todo su esplendor, y ahí Groenlandia juega uno de los papeles estelares como puerta de acceso al Ártico.
A estas alturas ya somos conscientes de que todo lo que sucede lo hace por alguna razón, y en este caso también es así. A pesar de que desde el fin de la Guerra Fría el Ártico ha sido una región de cooperación internacional, los procesos de cambio climático, la creciente competencia por los recursos y la militarización y una mayor presencia de Rusia y, especialmente, China, han hecho que las tensiones geopolíticas en la zona se hayan incrementado de manera importante. La invasión a gran escala de Rusia en Ucrania de 2022 fue la puntilla. Rusia quebró las relaciones con el resto de estados árticos (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Estados Unidos) y dio el impulso final para que Finlandia y Suecia se unieran a la OTAN. Ahora todos los estados árticos con la excepción de Rusia son miembros de la OTAN, pero lo que parecía que iba a ser algo sencillo para ellos, se ha tornado en pesadilla con los recientes requiebros geopolíticos de la administración Trump de tal modo que Groenlandia se convierte en pieza esencial a controlar.
Este territorio autónomo de Dinamarca y la isla más grande del mundo, a pesar de estar geográficamente más próxima al continente americano, política y culturalmente ha estado mucho más próxima a Europa desde el siglo IX
Este territorio autónomo de Dinamarca y la isla más grande del mundo, a pesar de estar geográficamente más próxima al continente americano, política y culturalmente ha estado mucho más próxima a Europa desde el siglo IX. Dos tercios de sus ingresos proceden de Dinamarca, el resto de la pesca, si bien desde hace unos años las empresas de prospección han estado tanteando sus potenciales reservas de petróleo, gas y tierras raras, hasta ahora muy inaccesibles. Desde occidente estos recursos se ven como la gran oportunidad para reducir la dependencia de China, que es la que controla en estos momentos las cadenas de suministro de minerales críticos. Se trata, por tanto, de una competición abierta, por el acceso a esos recursos, EEUU, Europa y también China entran en liza por su control.
Sin embargo, los efectos del cambio climático han comenzado a tener también aquí un importante impacto, puesto que el derretimiento de capas de hielo hace más sencillo y económico el acceso a esos recursos minerales ya en el punto de mira. Pero, además, el deshielo ha provocado que se comiencen a abrir nuevas vías marítimas por el Ártico, un hecho no menor, dadas las posibilidades de nuevas rutas comerciales por un mar hasta hace muy poco innavegable.
Y es precisamente aquí donde ocupa una posición clave gracias a la apertura de dos posibles rutas marítimas: el paso del Noroeste, bordeando la costa, y la ruta marítima transpolar a través del centro del océano Ártico, ambas podrían reducir los tiempos de navegación y evitar los cuellos de botella e Suez y Panamá. Así que mientras esto se puede llegar a conseguir, no parece descabellado que EEUU aspire a controlar además del Canal de Panamá, donde ya está operando en esa dirección, también en la ruta Ártica.
Con todos estos datos en la cabeza se entienden mucho mejor las declaraciones del vicepresidente estadounidense JD. Vance cuando criticó a Dinamarca por no saber “mantener a salvo a la gente de Groenlandia de incursiones agresivas de Rusia, China y otras naciones”, así como el gran interés geoestratégico que para los EEUU tiene el control de este territorio, algo que por activa y por pasiva también ha remarcado en diversas ocasiones el propio Trump. La injerencia de los estadounidenses en la política de la isla está siendo mucho más que evidente animando a los propios groenlandeses a velar por su propia seguridad poniéndose al amparo de los EEUU porque “su seguridad es, en gran medida, la nuestra”, en palabras del propio JD. Vance. Por su parte, el propio Trump afirmó que “EEUU necesita a Groenlandia para garantizar la paz en todo el mundo”, y volviendo a reiterar que es imposible que EEUU prescinda del control de la isla.
Parece más que evidente que el imperialismo de nuevo cuño que está empleando Trump va a intentar hacer su primera incursión de control territorial y político precisamente en Groenlandia
Así las cosas, parece más que evidente que el imperialismo de nuevo cuño que está empleando Trump va a intentar hacer su primera incursión de control territorial y político precisamente en Groenlandia y contra quizás uno de los más leales y comprometidos socios que ha tenido EEUU en el marco transatlántico, Dinamarca. No parece en todo caso que vaya a haber una incursión militar, más bien lo que se intentará, en el mejor estilo trumpista, será “convencer” a la población para la celebración de un referéndum de independencia, un procedimiento legal al que tienen derecho constitucionalmente desde 2009. Otra alternativa podría ser la compra de la isla, algo que ya se barajó durante el primer mandato de Trump. Y, por último, también podría existir la posibilidad del reemplazo de Dinamarca en relación con Groenlandia.
En todo caso, de nuevo, no se puede realizar una lectura de todos estos movimientos sin tener en cuenta lo que sucede en otros lugares, y más concretamente en Ucrania. Porque, aunque se dice poco, es un hecho cierto que las conversaciones que están teniendo lugar entre Rusia y EEUU no van sólo de alcanzar un alto el fuego o un acuerdo de paz en Ucrania, sino que se sitúan en un marco mucho más amplio. Un marco de recomposición multipolar. Y en este marco, lo primero que se quiere reconstituir son las relaciones entre Moscú y Washington, lo segundo una nueva reconfiguración del mundo organizado en esferas de influencia y de división del mundo. Y esto cada vez está quedando más claro, tal y como se puede apreciar tras las últimas declaraciones de Putin en relación con las aspiraciones de control de Trump sobre Groenlandia. De este modo, el líder ruso ofrece apoyo y reconocimiento a la esfera de influencia estadounidense en el hemisferio occidental a cambio del apoyo que está recibiendo por parte de Washington en la recomposición de su propia área de influencia en Europa del Este, de momento, Ucrania. Apoyos mutuos para dar comienzo a un nuevo orden.
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Ruth Ferrero-Turrión es Doctora Internacional por la UCM y MPhil en Estudios de Europa del Este (UNED). Profesora de Ciencia Política en la UCM.
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