Sí, es una sentencia vergonzosa María José Landaburu

Los últimos días están siendo frenéticos en el ámbito global, pero especialmente en el europeo. El fin del atlantismo feliz ha llegado de manera abrupta en tres actos. El primero tras el anuncio de Trump de su acuerdo con Putin para poner fin a la guerra en Ucrania. El segundo tras lo que se ha denominado la imposición de los denominados aranceles recíprocos. El tercero durante la celebración de la Conferencia de Seguridad de Munich en forma de discurso de la mano del vicepresidente norteamericano J.D. Vance.
Día tras día, los gobiernos de la UE no salían de un sobresalto para encontrarse con otro aún mayor. De hecho estamos ante lo que podríamos denominar una evolución sobre la triple i- : de la impotencia ante las acciones de su otrora socio estratégico más importante, EEUU, los europeos han pasado la indignación, para comenzar a constatar un poco más adelante su irrelevancia no sólo en la escena global, sino lo que es aún peor, en la escena europea.
Trump ni ha contado ni pretende contar con Europa para alcanzar un alto el fuego en Ucrania. Está cumpliendo a rajatabla una agenda que ya tenía en la cabeza. Pese que muchos dudaron de la capacidad de persuasión del líder norteamericano, lo cierto es, al parecer, ha conseguido en menos de un mes desde su llegada a la Casa Blanca que Putin acceda a sentarse a negociar el futuro de Ucrania. Ni la propia Ucrania, ni la UE, están invitados al convite. Puesto que de eso se trata, de un convite en el que Rusia y EEUU se repartirán el pastel ucraniano del que intentarán sacar pingües beneficios. Uno en forma de control territorial y de recursos (es importante recordar que Rusia controla la parte más rica en minerales raros y gas de la Ucrania existente en 2022), el otro en forma de acceso al control del resto de materias raras que aún queden en un país destruido, además de cederle el paso en materia de control del alto el fuego a la UE y salirse de un teatro de operaciones que no le interesa, ya que sus ojos siguen posados en Asia-Pacífico.
En este escenario la UE continúa enrocada en una posición imposible. Por un lado, su extrema dependencia en materia energética y militar de EEUU le impiden forzar una ruptura drástica con su aliado de más de ochenta años, por otro, no tiene la capacidad para ofrecer a Ucrania garantías de seguridad o, en su caso, forzar su entrada en la OTAN. Para colmo, como se está viendo a estas horas en Múnich, es el propio Zelenski el que está marcando la agenda de la integración europea. Una auténtica humillación para los dignatarios europeos que no son capaces más que de balbucear o bien quejas y protestas, como en el caso de los líderes alemanes, que parece que ahora es cuando comienzan a reaccionar, o bien amenazas en contra de los americanos que no se sabe cómo se van a materializar, como en el caso de Kaja Kallas que sigue en el mundo de ayer.
El propio Zelenski es el que está marcando la agenda de la integración europea. Una auténtica humillación para los dignatarios que no son capaces más que de balbucear
El impacto que la cargada agenda de Trump está teniendo y aún tendrá en el marco europeo es notable. Por un lado, se termina el sueño atlantista de buena parte de los países bálticos, Polonia a los que se sumaron hace fechas recientes los escandinavos. Para ellos la UE no era suficiente, para ellos lo relevante era construir lazos más fuertes en el marco de la OTAN con EEUU a los mandos. La pesadilla que deben de estar viviendo a estas horas es realmente inenarrable. En su desquicie, Kaja Kallas apuesta por la creación de un ejército por país, “no necesitamos un ejército europeo” ha llegado a decir, “necesitamos 27 ejércitos capaces de trabajar de manera conjunta para disuadir a nuestros rivales y defender a Europa”. Putin todavía se está riendo. Imaginen también la cara de Trump. El resto de Estados miembros, especialmente de aquellos que más proactivamente llevan abogando por una autonomía estratégica europea, se dan cuenta de que el tiempo de descuento con el que pensaron que contarían en caso de victoria de Harris se les ha terminado ya que Trump no concede prórrogas.
Pero las decisiones de Trump no sólo afectan a la OTAN, también lo están haciendo, y de qué manera, a la propia UE. Sigan imaginando las caras de los líderes europeos en Múnich ante el discurso del sábado por la tarde del presidente ucraniano, donde de manera diligente les indicaba a todos ellos cómo tendrían que organizar su política de seguridad y defensa sobre la base del ejército ucraniano, y se supone que con el modelo polaco como referencia… Es decir, comprando a EEUU más armas. Humillación es poco. Y para más inri, con la intención de no continuar haciendo el ridículo, se convoca una reunión de emergencia de los 27 para el próximo lunes… pero no, no la convoca Antonio Costa, presidente del Consejo de la UE, tampoco lo hace Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea… lo hace el singular Emmanuel Macron en Paris. Si se quería más supranacionalidad y avances en integración, ahora tenemos dos huevos duros de más intergubernamentalidad.
En fin, tocará confiar en que aquellos que continúan esgrimiendo el famoso mantra de que la UE se construyó sobre las crisis tengan razón. La cuestión es que si esto es así, a la luz de los equilibrios de fuerza con los que se cuenta en estos momentos, es muy posible que esa UE reconstruida nada tenga que ver con el ensoñamiento de los que creyeron en una Europa capaz de hacer valer los derechos humanos y el derecho internacional.
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