Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Palestina y el bucle identitario de la política española
Continúa la guerra del Estado de Israel contra la población palestina de Gaza, con decenas de miles de víctimas civiles y heridos y cientos de miles de desplazados al borde de la hambruna y de la muerte, mientras se suceden sus efectos, con el cada día mayor rechazo del mundo árabe y ahora también con las primeras repercusiones económicas negativas para occidente.
Seguimos asistiendo al debate hipócrita sobre la legítima defensa del ocupante Estado de Israel y a la ausencia de la otra defensa, al menos igual de legítima, frente a la ocupación ilegal de Palestina al margen del derecho internacional. También sobre si la respuesta de Israel, a todas luces desproporcionada y brutal, se constituye también en un crimen de guerra, cuando se hace evidente la limpieza étnica y el genocidio del pueblo palestino que ya multiplica por diez el balance de víctimas civiles israelíes. La peculiar ley de Talión por parte del ocupante de deshumanización y exterminio en contra del derecho humanitario.
Asimismo, sobre el señuelo del futuro después de esta nueva guerra, con la cada vez más lejana existencia de dos Estados conviviendo en paz, cuando el presente es la ocupación del territorio palestino, la extensión a sangre y fuego de los asentamientos de colonos israelíes en Cisjordania y el desplazamiento de la población de Gaza hasta expulsarlos al desierto y el mar con la excusa de la guerra contra Hamás.
Ahora, la principal preocupación en los países desarrollados se centra en los efectos del conflicto en el comercio internacional y en los mercados, con un debate de nuevo en clave nacional sobre la participación española en las operaciones en el Estrecho de Bab el Mandeb encabezadas por los EE. UU. De un lado, por los reparos del Gobierno español a una intervención unilateral de los norteamericanos, complementaria de su apoyo a la guerra de Israel contra la población palestina de Gaza, y de otro el ardor guerrero de la derecha, sobre todo si se trata de hacer seguidismo del imperio. Como si no recordaran los fiascos de la intervención en Afganistán y en Irak y su conversión en un mayor caldo de cultivo del terrorismo.
Después del acuerdo con Bildu para la moción de censura a UPN en Pamplona, tal parece que el Gobierno se haya decidido a levantar de una vez todos los vetos y los tabúes sobre la participación política de las fuerzas independentistas
Por otra parte, el debate nacional sigue centrado en torno a la amnistía a los dirigentes y activistas del procés y más en concreto en relación a la futura reunión entre el presidente del Gobierno y Puigdemont, ante la que la derecha sigue agitando el relato del pago de la hipoteca del Gobierno por el apoyo independentista a la investidura.
De otro lado, sobre las razones de fondo de Núñez Feijóo para aplazar la oferta de reunión del presidente del Gobierno, primero con la excusa de la inexistencia de un orden del día por escrito, cuando éste se ha hecho público desde un principio y consistente en la renovación del Consejo del Poder Judicial, la financiación autonómica y la reforma puntual de la Constitución. Ahora, con un orden del día alternativo. Unas razones de fondo que se relacionan con el relato conservador de su triunfo electoral (que por fin reconoce que no significa gobernar) de la ilegitimidad de la mayoría de investidura y como consecuencia de la del actual Gobierno. Algo no muy diferente del relato de deslegitimación de la última legislatura.
En todo caso, después del acuerdo con Bildu para la moción de censura a UPN en Pamplona, tal parece que el Gobierno se haya decidido a levantar de una vez todos los vetos y los tabúes sobre la participación política de las fuerzas independentistas, incluyendo incluso al que se denomina antiguo entorno de ETA, aunque en su momento una parte de sus actuales dirigentes más significativos hicieran campaña contra la violencia y contribuyeran a su cese. En todo caso, será utilizado como munición por la derecha que ahora une sus mantras de la antipatria, del procés y de ETA, como si todavía continuasen vivos entre nosotros y no hubieran caducado hace años.
Con ello, quedan en un segundo plano las decisiones progresistas del Gobierno, tanto la de prorrogar las principales medidas contra la inflación, como la de ampliar el subsidio de desempleo a los parados y más recientemente la toma de una participación decisoria en Telefónica ante las nuevas amenazas. Así, la economía y la cuestión social se siguen subordinando al debate identitario, mientras éstas, junto con los datos de crecimiento económico y contención de la inflación, aunque se estén ralentizando debido a la subida de tipos de interés del BCE, siguen una evolución bastante más favorable que los datos económicos de nuestro entorno europeo. Continúa, sin embargo, la negación de la evolución de la economía por parte de la derecha económica, política y mediática, lo que explica en buena parte la disonancia cognitiva existente entre la buena situación personal del setenta por ciento de los ciudadanos y la mala percepción en relación a la situación y perspectivas de la economía, en particular, entre los ciudadanos españoles con respecto a buena parte de los europeos. Una tarea de explicación por desarrollar.
Por si esto no fuera suficiente y como corolario, Podemos se separa de Sumar y se va al Grupo Mixto con la nostalgia de lo que pudo haber sido y la estrategia del AVE fénix a partir de unas próximas elecciones europeas. El bucle.
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Gaspar Llamazares es fundador de Actúa.
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