Delors ya hablaba de la mejor Europa
Prácticamente han pasado 30 años desde que Jacques Delors dejó de ser presidente de la Comisión Europea y, sin embargo, su legado político e intelectual perdura y su recuerdo parece casi imborrable. El padre de la Europa actual lideró los Acuerdos de Schengen –“la Europa sin fronteras”–, la adopción del mercado único, la creación del Erasmus o dio los primeros pasos hacia la moneda única, todos ellos ejemplos de integración en una Comunidad Económica Europea que pasaba a ser la Unión Europea, dejando de ser únicamente un mercado económico. Delors, que ha fallecido hace unos días, nos legó una verdadera unión política.
Su conciencia cristiana le ayudó a entenderse con el canciller alemán Helmut Kohl, y su militancia en el socialismo francés le granjeó el apoyo de François Mitterrand, con quien fue ministro de Economía entre 1981 y 1984. Kohl, de hecho, llegó a afirmar que sólo estaba dispuesto a aceptar un candidato francés para presidir la Comisión Europea si sus iniciales eran “JD”.
Al igual que en 2004, “el verdadero reto de la ampliación hacia el este se concentra en cómo integrar sociedades, más que economías, que se encuentran en proceso de reconstrucción”, tal y como afirmó Delors
Aunque nada puede realizarse únicamente por una persona, algunas tienen la capacidad de ver hacia dónde se orienta la historia y qué pasos deben tomar las instituciones para completar la misión con éxito. La presidencia de Delors (1985 – 1995) incluyó la ampliación de la Unión Europea hacia el sur (Portugal y España), norte (Finlandia y Suecia) y centro (Austria). Pero la visión de Delors se ve con claridad en su apoyo a la discutida, especialmente en su país, Francia, ampliación hacia el este: “A medida que se acerca la fecha límite de 2004, estoy cada vez más convencido de que el éxito de la ampliación hacia el este será el mayor y más estimulante reto de la Unión Europea en los próximos 15 años”, aseguró Delors entonces.
El político francés vio en esta ampliación una oportunidad en términos económicos, sociales y políticos sin obviar sus riesgos, y aseguró que “la Unión Europea tiene que encontrar una manera de aprovechar su diversidad al mismo tiempo que controla las tendencias populistas y nacionalistas”. Con algunas críticas, nadie puede negar que en términos generales las incorporaciones de Chequia, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia en 2004; la de Bulgaria y Rumanía en 2007; y, finalmente, la de Croacia en 2013, han sido un éxito. Formar parte de la Unión Europea ofrece muchas oportunidades y sólo hace falta preguntárselo a los ciudadanos de estos países. Delors afirmaba que la ampliación les convertía “en los nuevos campeones del siglo XXI” y no se equivocaba.
Las nuevas promesas de ampliación de Von der Leyen, Michel y Borrell implican, como entonces, cumplir con las expectativas marcadas. Implica preparar el momento posterior a la ampliación al mismo tiempo que ésta se planifica, y quizás esto pasa por una Unión Europea a varias velocidades con diferentes niveles de cooperación. Este es, sin ninguna duda, el mayor reto que tenemos que debatir en las próximas elecciones europeas.
Al igual que en 2004, “el verdadero reto de la ampliación hacia el este se concentra en cómo integrar sociedades, más que economías, que se encuentran en proceso de reconstrucción”, tal y como afirmó Delors, y las consecuencias políticas de un cambio que superan con creces a las financieras y económicas. Tal y como dijo Jean Monnet, y repitió Delors en su primer discurso en el Parlamento Europeo, “la integración europea no es sólo un concepto político, sino un ideal con el objetivo de asegurar la paz en Europa”. No podemos tener un ideal más noble.
Delors también fue un socialdemócrata clásico que vio en la Europa social el mejor complemento –uno imprescindible– para la Europa política. En sus primeros discursos en el Parlamento Europeo, y parafraseando a Olof Palme, repitió que “la sociedad debe ser dura con los fuertes, pero amable y comprensiva con los débiles”. Es por eso que dobló los fondos de cohesión con la clara intención de redistribuir la riqueza en Europa y luchó contra el dumping entre los Estados miembros.
Su visión social se concretó durante su periodo en la Comisión, y también después, cuando colaboró con la UNESCO, en cuestiones educativas como la implementación de estrategias para la formación permanente de los trabajadores y también juveniles como el Erasmus y el programa “Juventud con Europa”.
Delors ya hablaba de eurobonos, revolución digital y en sus informes aparecen las primeras referencias a la sostenibilidad medioambiental en las políticas europeas. Treinta años después, el mismo tiempo que tardamos en ver en Delors un sucesor a la altura de Monnet, sus ideas siguen siendo válidas para construir la Unión Europea de las próximas décadas.
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Javier Larequi Fontaneda es historiador y vicepresidente de Equipo Europa.