Y llegó el día después
Dentro de poco tiempo se votará la dichosa amnistía del procés y seguramente seguiremos hablando de lo mismo, ocurra lo que ocurra en su sentencia final. Yo no sé si se aprobará o no, aunque tiene muchos síntomas de salir adelante, pero está claro que se transformará en un uso continuo al estilo ETA, para mantener el único discurso posible de la derecha española. Una derecha que se mostró feliz con aquella amnistía del 77 en que se perdonó, palabra que describe mejor que ninguna lo que significa una amnistía, a asesinos, a maltratadores y a gente que había cometido demasiadas tropelías. Y estoy hablando del 77, o sea, 38 años después de acabada la guerra. Nadie se opuso entonces a ella porque era un tiempo distinto y se trataba de pasar página para vivir en paz. Pero todos sabemos que ese fue un paso que atrapó a nuestra democracia en algo distinto a lo que son algunos países europeos que no tuvieron guerra civil, pero que supieron romper con el fascismo reinante de las guerras europeas de principios de siglo.
Pues bien, ahora nos enfrentamos al día después de esta amnistía en la que la derecha ha girado 180 grados y niega el perdón a aquellos que cometieron hechos punibles, nadie lo puede negar, pero en los que no hubo delitos de sangre ni terrorismo, como explica algún juez que es mejor no opinar sobre él, ya que quizá se podría calificar como acciones de kale borroka. Y aunque no soy jurista, creo que hay muchas personas que hemos pensado que las penas que se produjeron hacia los autores de estos hechos fueron demasiado extremas, pero sin entrar en detalles hay que pensar en el día después de esta amnistía, sea lo que resulte en su final. Porque lo hecho, ya es pasado.
Y el día después tendrá que hacer reflexionar a unos y otros, pero sobre todo a un PP que, si no me equivoco, su presencia política en Catalunya en el futuro será meramente testimonial. Porque habrá catalanes que habrán extremado sus posiciones mentales a favor o en contra, pero me atrevo a vaticinar que habrá más que no les volverán a votar. Y a partir de ese momento ya tendremos un PP dedicado a dos temas únicos, ETA y la amnistía. Y es natural porque para ellos el tema social no es asumible y cualquier confrontación política se convertirá en un debate aburridísimo con tema derivado siempre a lo mismo. Como ahora ocurre ya, y seguramente con el apoyo de Junts, que vive de lo mismo, de la confrontación nacionalista extrema. De Vox no digo nada, porque todos sabemos para qué están aquí.
Creo que hay muchas personas que hemos pensado que las penas que se produjeron hacia los autores de estos hechos fueron demasiado extremas, pero sin entrar en detalles hay que pensar en el día después de esta amnistía. Porque lo hecho ya es pasado
Pero hablando de Vox y el futuro, pensemos en el triunfo muy posible de Trump, un líder, llamémosle así, que ya estuvo para cargarse las democracias limpias acudiendo a un nacionalismo que tiene mucho que ver en Europa, donde es necesario, como ya ocurrió, crear inestabilidad sirviéndose de personas sin más ideología que el fascismo actual, que ha cambiado los tanques por el mercado y la pasta gansa que es la mayor arma de destrucción masiva. En su día se habló, con Trump en el poder, de crear lío en Catalunya apoyado por su amigo Putin, que no sé quién será más fascista de los dos. Y con embajador en España, un tal Abascal dispuesto a todo con tal de seguir sin dar un palo al agua. Pero lanzado a una labor muy dirigida justificada por su amor a la patria, que sólo es un cuento chino en favor de seguir viviendo de ese cuento.
En resumen. Nos esperan años de barro político por doquier. Una izquierda aislada para generar mejoras en la sociedad media, que esperemos no se disuelva en discusiones idiotas de incluso amigos tipo Page y otros varios, que son lo mismo de nacionalistas que los citados, y con un Podemos dispuesto a hacer daño, con un Iglesias dispuesto a resucitar una izquierda que no tiene futuro en el mercado electoral, que actúa dando o quitando lo que ellos quieren. Y ahora, con el posible apoyo de lo que vendrá desde EEUU. Y una derecha, de la unión absoluta del PP y Vox, porque son lo mismo bajo el sobaco de Aznar, y con una lideresa como Ayuso, que si sale de Madrid no tendrá mucho futuro, pero que la eligió Aguirre en un desierto de liderazgo donde nada hay aprovechable, que sólo se dedicará a la unidad de España, tal como ahora pero con un problema añadido. Y Feijóo donde le manden, con tal de que le digan lo que hay que decir. Pero qué unidad es esa en la que el partido que la defiende no tendrá casi representación en esas dos comunidades rebeldes, como ellos llaman desde el 39. Teniendo en cuenta que quizá sean las dos más poderosas en el tema industrial e incluso ayudadas en ese terreno por el mismísimo caudillo por la gracia de Dios. Y ahora con la inclusión de Navarra que nunca tuvo problemas para convivir con lo vasco, porque, incluso, muchos se consideran padres de lo euskaldún, pero que ahora la quieren añadir al discurso ese tan manido de nombrar cada cinco minutos a Bildu, a los proetarras y a los comunistas. Algo que será muy difícil de soportar para el ciudadano medio neutral o de izquierdas, y que además alejará más aún a una juventud desinformada y harta de una política completamente absurda. Pero que nadie quiere cambiar en el peor momento porque esa juventud es necesaria y vital para cambiar una España que, como todas las naciones actuales, será distinta en unos pocos años por la tecnología, por la desigualdad, por la ecología, por la geopolítica, y por todo lo necesario que hay que cambiar, que es casi todo.
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César Moya Villasante es socio de infoLibre.