Las gafas de Feijóo

Ander Gil

Estos días se habla de la “renovada” imagen del “líder en diferido” del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que ha decidido quitarse las gafas.  Yo quiero que se las vuelva a poner porque, aunque parezca difícil, es más corto de miras sin ellas que antes.  

Mientras España avanza en derechos, libertades y convivencia –la  territorial y social que el PP dinamitó—, y nuestra economía crece cuatro veces por encima de la media de la Unión Europea; mientras en España se genera riqueza y se superan los 21´6 millones de empleos, la miopía de Feijóo le hace ver una realidad paralela que nada tiene que ver con el  momento que vivimos.  

El presidente del Partido Popular ha optado por la insurrección total. El acoso y derribo que practicó su partido en la década de los 90 contra González, aun a costa de la estabilidad del Estado, es hoy la seña de identidad de este Feijóo que dijo venir a no insultar y a hacer “política para adultos”.  

Estas intenciones, cacareadas con rimbombante solemnidad, como es su estilo, se han traducido, tristemente para los españoles, en un activismo con tintes predemocráticos que no responden a un malestar social, sino a una deliberada intención de tensionar y fracturar a la sociedad para trasladar una imagen constante de crisis y caos insoportable y contrarrestar  una total ausencia de propuestas, ideas y alternativas.  

¿Alguien sabe qué opina Feijóo sobre la violencia machista, el Estado de las autonomías o sobre el rumbo de Europa en el nuevo marco geopolítico mundial? ¿Conoce algún español las propuestas del PP para luchar contra el cambio climático o para reducir la jornada laboral, más allá de la  genialidad de condensar las mismas horas en cuatro días? La respuesta es NO.  

La miopía de Feijóo le lleva a abundar en la constante estrategia de deslegitimación, que ya puso en marcha tras la moción de censura, haciendo un seguidismo exagerado de los postulados de Vox que está llevando al PP a situarse como un partido ultramontano y antisistema, fuera  de cualquier patrón democrático de Europa.  

El “bolivariano dictador Sánchez”, ese que trajo a España los 160.000 millones de euros de fondos europeos que el PP se encargó de torpedear en Europa, es para el miope Feijóo el enemigo a batir. 

Feijóo ha optado por la insurrección total. El acoso y derribo que practicó el PP en la década de los 90 contra González es hoy la seña de identidad de quien dijo venir a no insultar y a hacer ‘política para adultos’

En el día que se cumplían 13 años del fin de ETA, el Partido Popular se manifestaba con la ultraderecha para seguir laminando nuestra  democracia, sin una sola mención a este triunfo de los demócratas sobre el  terror. Ni siquiera un tuit en su perfil, ni en el del PP. Tal vez para hacer olvidar que votaron a favor de convalidar los años de cárcel cumplidos por los etarras fuera de nuestro país. O tal vez porque no soportan la idea de que el fin de ETA se produjo con un gobierno socialista en España y otro gobierno socialista en Euskadi.  

Quitarse las gafas ha llevado a Feijóo a no ver que su estrategia de “el que pueda hacer que haga” se parece como dos gotas de agua a cuando Torra  pedía “apreteu” a los CDR para hacer efectiva la república catalana. En eso han acabado Feijóo y este PP.  

La visión corta del “líder en diferido” del PP, sumido en su deriva nacionalpopulista, le hace alejarse a pasos agigantados de aquel halo de centrismo moderado que nos vendió en su advenimiento, y que ha demostrado no ser más que un nuevo trampantojo a los que nos tiene acostumbrados la derecha patria.  

La demonización personal y política del presidente del Gobierno es de una profunda irresponsabilidad que está conduciendo a esta sociedad a una polarización sin precedentes.  

Le guste o no a Feijóo, Sánchez ha sido avalado por más de 12 millones y medio de españoles que están representados en la actual configuración del Congreso de los Diputados. 

Es hora de que abandone las barricadas, asuma que no tiene el apoyo de la mayoría democrática, aprenda a dialogar y negociar y respete la voluntad de la ciudadanía en las urnas. Es lo que se hace en la política para adultos.

Póngase a trabajar, y las gafas, por favor.

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Ander Gil es senador del PSOE por Burgos y expresidente del Senado.

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