Los intentos de paliar el calentamiento global

Fernando Granda

Fueron casi un espejismo. Unas lluvias torrenciales habidas recientemente en el sur de Marruecos llevaron a diversos medios informativos a resaltar unos pequeños lagos que se habían formado en las arenas del norte del Sáhara. Se llegó a hablar de la recuperación repentina de unas tierras improductivas. Pero todo ha quedado en eso, un espejismo. Lluvias así no son frecuentes pero si se producen de forma ocasional sin repercusión alguna. La recuperación de esa enorme zona árida necesita un amplio despliegue de estudios, de proyectos, de presupuestos, en definitiva, de bastante dinero, de un gran trabajo con unos tiempos para el lento progreso de los avances. Algunos están en marcha.

La situación mundial en cuanto a lluvias, sequías y fenómenos meteorológicos está, para el mundo científico, en un punto crucial.

La gran mayoría de estudiosos del clima señalan que estamos a punto de abordar el límite de no retorno. Sin embargo, son menos alarmistas prestigiosos geofísicos que manifiestan cierta incredulidad recurriendo a la vida geológica del Planeta. Dicen que esas predicciones son exageradas y ahora se cumple uno de los ciclos o periodos naturales. 

Estamos así mientras surgen experimentos para intentar combatir esos fenómenos que soporta la humanidad en los últimos tiempos: grandes sequías e incendios en California o Australia, “danas” como la sufrida dramáticamente en el sureste peninsular español días pasados… Por ejemplo, el científico estadounidense David Keith se ha centrado en una idea y cree que sería posible bajar la temperatura planetaria si se lanza intencionalmente dióxido de azufre a la estratosfera. Aunque para otros estudiosos el problema es que podría trastornar los sistemas atmosféricos naturales. Claro que también puede crear lluvia en una región árida o secar la temporada del Monzón en algunos países. Una empresa arriesgada y controvertida que estudian organismos internacionales. 

La situación mundial en cuanto a lluvias, sequías y fenómenos meteorológicos está, para el mundo científico, en un punto crucial

La geoingeniería, disciplina que investiga planes para enfrentarse al cambio climático, se instruye en el propósito de alterar intencionalmente el clima terrestre. Actualmente, grandes empresas del mundo están construyendo enormes instalaciones para aspirar el dióxido de carbono que calienta la atmósfera y enterrarlo bajo tierra. También distintos científicos experimentan diseños para que brillen las nubes, con el propósito de que reflejen parte de la radiación solar para que ésta retorne al espacio. Y los hay que proyectan que los océanos y las plantas absorban más dióxido de carbono. Los estudiosos buscan por distintos caminos paliar el calentamiento del planeta, aunque la industria en general no parece trabajar en el mismo sentido. En todo caso la geoingeniería solar estratosférica es la que genera más esperanzas. Aunque también más temores.

Señala The New York Times que quienes las defienden ven algunas opciones relativamente baratas y rápidas para reducir las temperaturas antes de que el mundo industrial deje de quemar combustibles fósiles. Cuenta el diario que la Universidad de Harvard tiene un programa de geoingeniería solar financiado con fondos de Bill Gates, cofundador de Microsoft, así como de la Fundación Alfred P. Sloan y de la Fundación William y Flora Hewlett. Es una disciplina estudiada por la organización Environmental Defense Fund junto con el Programa Mundial de Investigaciones Climáticas.

Relataba el rotativo neoyorkino que, cuando Keith realizaba estudios de postgrado, se produjo la erupción del Pinatubo, en Filipinas, en el año 1991; observó que el volcán envió al espacio una nube de dióxido de azufre que se propagó por la estratosfera y reflejó parte de la energía solar hacia el exterior. Como consecuencia, las temperaturas bajaron de promedio medio grado en los meses siguientes. Acogiéndose a este presunto fenómeno, el científico basó sus estudios en esa idea y cree posible bajar la temperatura en el Planeta si se lanza intencionalmente dióxido de azufre a la estratósfera. Hoy día, cada vez más preocupados por el calentamiento global, el mundo científico acoge las ideas de Keith.

De todos modos, preocupa el modo y el método de utilización a emplear, puesto que al lanzar el azufre a la atmósfera es difícil de controlar la zona afectada y no trastornar sistemas naturales; también podría crear lluvia en regiones áridas o, al revés, secar regiones afectadas por lluvias naturales. Científicos de prestigiosas universidades discrepan de estos métodos, unos por su presunta peligrosidad, otros porque lo consideran un gasto inútil. David Keith, que es profesor de Ciencias Geofísicas de la Universidad de Chicago, disiente y argumenta que los riesgos de la geoingeniería solar son ya conocidos y manifiesta que no son tan graves como aseguran muchos críticos y que falta una comparación con los posibles beneficios. Cuando estaba en la universidad de Harvard intentó realizar su experimento en un desierto de Arizona, pero no pudo llevarlo a cabo por la oposición de la organización Saami Council, que representa a los pueblos indígenas. También se opusieron otros ambientalistas, y entre la oposición se encontró la referente ecologista Greta Thunberg, pero no se plantearon argumentos científicos claros. La COP29, que reunió a dirigentes del mundo en Bakú, Azerbaiyán, del 11 al 22 de noviembre pasados, intentó un consenso sobre el inmediato futuro que significara un comienzo de la necesaria recuperación, pero su fracaso se plasmó en un raquítico acuerdo de aportación económica.

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Fernando Granda es socio de infoLibre.

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