Sobre este blog

El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.

El valor de las palabras

Joaquín Ramón López Bravo (FMD)

En esta sociedad líquida, corta y rápida que vivimos, hay muchas palabras que han perdido su valor, su significado o su sentido. Unas directamente pasan a significar lo que otras, otras desaparecen tras neologismos importados que poco aportan a la riqueza idiomática, y unas terceras pierden su significado noble para convertirse en insultos o adquirir un significado denigrante. Y en el marco de la milicia y su relación con la sociedad civil hay dos palabras de gran importancia por lo que significan, que se han convertido en algo sucio y despreciable para muchos ciudadanos. 

El pasado 19 de noviembre saltaba la noticia del nombramiento del teniente general retirado Francisco Gan Pampols como vicepresidente para la reconstrucción económica y social del gobierno de la Generalitat valenciana. Sus primeras palabras han llamado la atención porque entre ellas ha incluido las siguientes afirmaciones: Soy un soldado, no un político,No aceptaré directriz política ninguna, “No voy a aceptar órdenes políticas ni partidistas”. Y llaman la atención no sólo porque el cargo es puramente político, relacionado con hacer política de reconstrucción y social, sino porque el señor Gan es licenciado en ciencias políticas y sociología por la UNED. 

Hay un significado subliminal denigratorio en estas expresiones para dos palabras, una expresa (política) y otra colateral y puntal básico de la anterior (ideología). El señor Gan acoge la idea de que la “política” es algo deleznable. En la última frase que recojo, se muestra una de las causas de esta desafección a la palabra: une política y partidista. Y es justamente esa unión lo que ha manchado de forma indeleble la palabra política. El uso y abuso partidista que muchos han hecho de la palabra política. 

Recordemos por encima de todo que política es una palabra polisémica. En su primera acepción, para la RAE es “1. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.“. Sobre la parte de “doctrina u opinión” hablaré más adelante, ya que a mi juicio la “doctrina u opinión” no es exactamente política, sino cómo se lleva a cabo la política desde el “Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.”, es decir, desde una ideología concreta. 

Señor Gan, si no acepta directriz política alguna, ¿quiere decir que no dispondrá de orientaciones o directrices que rijan su actuación en el campo de la reconstrucción económica y social?

Antes de desarrollar lo anterior quiero recordar que, para la RAE, política es, así mismo (quinta acepción), el “Conjunto de orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado”, de nuevo mucho más cerca de ideología que de la política. Esta sería la plasmación social de aquélla, cómo resolver problemas desde un punto de vista, una visión de la sociedad que concreta a qué dar prioridad en caso de una desgracia, a qué destinar los fondos públicos y en qué cuantía, qué problemas sociales han de resolverse primero, cuál será la orientación de las actuaciones de quienes rigen los designios de un país… 

Y tampoco podemos olvidar la cuarta acepción, tan ausente en los modos actuales de los representantes públicos: “Cortesía y buen modo de portarse”. Un poco más de política con este significado nos vendría bien a todos, porque perder esa cortesía y ese buen modo de comportarse nos ha llevado a una sociedad dividida en parcelas que ve al oponente no como rival sino como enemigo. 

Y vuelvo a las afirmaciones del señor Gan. Si no acepta directriz política alguna, ¿quiere decir que no dispondrá de orientaciones o directrices que rijan su actuación en el campo de la reconstrucción económica y social? ¿Actuará pues a salto de mata? ¿O quizá se refiera a que la única política que le moverá será la que se desprenda de sus propias orientaciones y directrices, sin tener en cuenta lo que otras personas, colectivos o incluso políticos le manifiesten? Si es así, tal vez su nombramiento debería revocarse pues en democracia no tienen cabida las actuaciones personalistas. Es necesario que las directrices sean acordadas y no impuestas. 

En la milicia las órdenes no se discuten –salvo que sean manifiestamente ilegales– pero hace tiempo que en la España civil no rige el “ordeno y mando” que durante algo más de la mitad del pasado siglo fue la directriz de quienes, asegurando que “no se metían en política”, imponían con mano de hierro sus propias directrices, doctrinas y opiniones en el gobierno de España. 

Asegura el señor Gan que él es un soldado. Quizá habría debido decir “he sido un soldado”, porque contraponer milicia y política perfuma de forma muy poco razonable a quien expresa esa dicotomía. Pero es que, además, desde las responsabilidades del señor Gan cuando aún estaba en activo, se hacía política. Y en lo pura y simplemente militar. Disponía del destino de las tropas, otorgaba destinos, organizaba los cuerpos bajo su mando … por supuesto bajo el mando superior del ministro correspondiente y sujetándose a las leyes. Pero aplicaba, supongo que con arte, las orientaciones o directrices que, en su opinión, mejor convenía a la tropa a su mando y los fines a que estaba dedicada. 

Parece mentira que un licenciado en Políticas no entienda que cada uno de nosotros, en nuestra responsabilidad, incluso en la más pequeña, hacemos política. Porque la política (policy) es el “arte” de elegir entre las diversas formas de actuar para llevar a cabo una tarea, esa forma concreta que más se ajusta a nuestras ideas sobre esa tarea, para fijar la orientación o directriz que marque nuestras actuaciones. El señor Gan hará política (eso esperamos, al menos) porque fijará qué actuaciones y con qué medios pondrá en marcha la reconstrucción económica y social de la comunidad valenciana tras el desastre de la DANA. 

¿Por qué intenta “alejarse” dialécticamente de la política? Sin duda alguna porque se ha instalado en la población una peligrosísima ideología que considera que la política es la cueva de los ladrones de Alí Babá, que el corpus de personas que desarrollan la política es un grupo (un hatajo según algunos) de sinvergüenzas y vividores de lo público. 

¿Cuándo y cómo se instaló esta idea en el imaginario colectivo español? No ha sido “de repente”. Aunque habría sido posible en esta sociedad a la que yo hacía referencia al inicio de este artículo, tan líquida que lo que ahora es “trending topic” (se entiende mucho mejor si se usa su equivalencia en español, asunto del momento), deja de serlo en unas horas. Es “del momento”. Nada importa lo que ocurra en los segundos siguientes: la tendencia, que no siempre se cumple, es cebarse con un asunto y olvidarlo después para roer otro hueso. Y así es imposible evaluar una directriz, una orientación. Hay una contradicción evidente en la expresión: nada es tendencia si no dura lo suficiente para que la realidad “tienda” hacia determinada situación. Pero así estamos. 

Ha habido tantos momentos en que parecía que un político actuaba sin vergüenza que se ha ido gestando esta idea, fomentada por intereses espurios de quienes prefieren que no haya más que una política: la suya. Pero es cierto que han caído, como gotas de una lluvia interminable, las malas, cuando no interesadas personalmente, decisiones de políticos. Su orientación no siempre estuvo dirigida al bien común y cuando a veces lo estuvo, fue con un punto de mira torcido. Por poner algunos ejemplos, Zaplana y su frase “…tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir” (que no es la que recordamos como suya “yo he venido a la política para forrarme” y que en realidad pronunció Vicente Sanz, a la sazón secretario general del PP de Valencia en 1990) o Luis Roldán y sus latrocinios, mucho más elocuentes que cualquier palabra. O los políticos que, acabado su ciclo, han terminado enriqueciéndose a sueldo de multinacionales y grandes compañías. 

Hay otras actuaciones que no se han orientado al bien común, tales como privatizar la educación o la sanidad, lo que en principio no favorece a toda la sociedad sino sólo a quienes pueden pagar lo privatizado y a quienes se benefician de acceder a los “negocios” privatizados. Claro que al señor Gan puede parecerle poco, quizá porque en países tan importantes como Estados Unidos todo es privado y hay empresas privadas incluso en actuaciones militares con compañías de mercenarios como Blackwater de desempeño infausto. 

Porque esa es la verdad de quien asegura no estar influenciado por la política. Aplica la ideología de que se enriquezcan sus correligionarios que dicen “no ser políticos”. Y si lo son, y amiguetes, no pasa nada. Y lo veremos si el señor Gan rechaza o justifica y defiende las contrataciones de Mazón con empresas manchadas en la Gürtel o lideradas por un ex alto cargo de la Generalitat bajo su mandato. Si estamos ante un técnico de verdad, examinará las concesiones, los pliegos que han dado lugar a ellas y finalmente si todo se ajusta a la ley. Porque por muy técnico que sea, por encima de su papel está la ley. 

Ha habido tantos momentos en que parecía que un político actuaba sin vergüenza que se ha ido gestando esta idea, fomentada por intereses espurios de quienes prefieren que no haya más que una política: la suya

Pero aquí entra la otra palabra ensuciada injustamente: ideología. Etimológicamente significa estudio de las ideas, y nace al principio del siglo XX pero es con el marxismo cuando alcanza su significado actual recogido en las RAE. Y por eso decía que llamar a la política “doctrina u opinión” no es exacto. La doctrina y la opinión nace de la ideología que luego puede plasmarse en la acción política. 

Y contra lo que piensan algunos, la ideología no es exclusiva de los grupos de izquierda. Todo grupo humano tiene ideología, y en los grupos políticos de derechas o de centro existe y es la que marca qué actuaciones deben llevarse a cabo, con qué fin y usando qué medios. Es decir, la ideología marca indeleblemente la política, dirige la política. 

Así, en su día, asistimos (por estar en el mismo campo del señor Gan y de este foro) a la descalificación ideológica de la creación de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Cuando fue creada por el gobierno de Rodríguez Zapatero en 2005, desde el PP se dudó incluso de la constitucionalidad de la medida, de su utilidad, calificándola de “capricho faraónico” o “instrumento inventado”, sin tener en cuenta la existencia de cuerpos similares en fuerzas armadas de países tan poco “socialistas” como Canadá, Estados Unidos, Francia o Japón. 

Esta no fue una postura temporal. Por ejemplo, en noviembre de 2008, en el PP seguían pensando aún que la UME era inconstitucional y así lo manifestó la portavoz del PP en la comisión de Defensa. Y es curioso porque en la derogada Ley Orgánica 6/1980 1 de julio ya se establecía la actuación en catástrofes de las Fuerzas Armadas. Artículo 22: “Uno. Las Fuerzas Armadas, a requerimiento de la Autoridad Civil, podrán colaborar con ella en la forma que establezca la ley para casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad u otra necesidad pública de naturaleza análoga.” 

Sí, señor Gan, su puesto es político, deberá aplicar directrices políticas eligiendo hitos de reconstrucción económica y social y aplicando a ello medios y dinero

Esta oposición no es política, sino ideológica. El PP consideraba que no era función de las Fuerzas Armadas asistir a catástrofes, a pesar de la Ley. No se refiere a un acto concreto sino a una consideración general. Sin embargo, sí se buscaron justificaciones políticas, la mayoría referentes a los emolumentos de los miembros de la UME y la dotación de material “muy superior económicamente” al resto de las Fuerzas Armadas, sin tener en cuenta que al ser una unidad de nueva creación con unos fines específicos necesitaba herramientas nuevas y diferentes y por tanto una mayor inversión. 

Y la prueba de que se trataba de una posición ideológica es su posición tras la nevada de 2018 que retuvo a cientos de automovilistas en las carreteras españolas, especialmente la AP-6, hasta que la UME acudió al rescate. Entonces, por arte de birlibirloque, desaparece la inconstitucionalidad de la unidad, hasta extremos de felicitarse entonces por la actuación de la UME y ahora por su presencia en la DANA de Valencia, dejando caer la sospecha de que el gobierno, heredero de quien la fundó, impedía su actuación en los primeros momentos. Nada más lejos de la realidad, ya que sólo una petición expresa de la Generalitat valenciana evitaba un conflicto de competencias del que seguro oiríamos hablar ahora en todos los telediarios. Y no para bien. 

Así que sí, señor Gan, su puesto es político, deberá aplicar directrices políticas eligiendo hitos de reconstrucción económica y social y aplicando a ello medios y dinero. Usted fue en su vida profesional un militar, pero hoy es un político con una ideología concreta (o al menos siguiendo una ideología concreta, la del señor Mazón en la comunidad valenciana) y una política derivada de esa ideología. No ensucie usted un poco más la palabra política. 

Sepárese de quienes le nombran, artífices de frases como “todos son iguales” y semejantes para introducir el descrédito en la política y dedíquese a actuar lo más eficaz y rápidamente posible. Aunque le moleste, pregúntele a Óscar Puente cómo ha hecho para restituir (con limitaciones, pero completamente) en menos de quince días la unión de tráfico entre la A3 y la A7. Y aplíquese a ello. Si le dejan. Porque la ideología es lo que tiene: muchas veces impide hacer política y sólo pare chanchullos. 

Y a los que dicen que la política no sirve, que piensen por qué lo primero que hacen los dictadores de cualquier signo es perseguir y represaliar a quienes propugnan una política diferente de la suya. Aunque cínicamente afirmen que no se meten en política.

 

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Publicado el
10 de diciembre de 2024 - 20:34 h
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