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Portugal

José Sócrates, el lado oscuro de la política “moderna”

El exprimer ministro de Portugal José Sócrates en el coche policial.

Como Nicolás Sarkozy, José Sócrates es un personaje controvertido. Como Nicolás Sarkozy, el ex primer ministro portugués encarcelado a las puertas del pasado fin de semana, mantiene un vínculo sospechoso con el dinero. Como Nicolás Sarkozy, José Sócrates puso en práctica un estilo de gobierno personalista y brutal. Como Nicolás Sarkozy, el gobernante José Sócrates trataba continuamente de manipular o de impresionar a los medios de comunicación. Como Nicolás Sarkozy, José Sócrates construyó en el corazón mismo del Estado y en la sociedad “redes de influencia” consagradas a su persona. Como Nicolás Sarkozy, José Sócrates continúa proyectando una sombra sobre el panorama político de su país, mucho tiempo después de que los electores le echaran. Como la de Nicolás Sarkozy, la carrera política de José Sócrates está salpicada de episodios judiciales de los que había salido indemne hasta la fecha. Como el de Nicolás Sarkozy, el futuro político de José Sócrates depende del éxito o del fracaso del trabajo de policías y jueces. Que el primero se diga de derechas cuando el otro se considera de “izquierda” es anecdótico. La “bestia” política francesa y su alter ego portugués encarnan el lado “moderno” de cierta “política”. Un lado más bien repulsivo.

El director del semanario Expresso Ricardo Costa (hermano del nuevo secretario general del PS y alcalde de Lisboa Antonio Costa), cuando el sábado se refería a la detención de José Sócrates, acusado de los delitos de “corrupción, fraude fiscal y blanqueo de capitales”, afirmaba que “algunos dejan de ser racionales cuando se trata de José Sócrates”. Lo mismo se podría decir tanto de los que le odian como de los que le adulan, que son muchos en las filas del PS.

Nacido hace 57 años en el seno de una familia burguesa de Covilha (Beira Alta), antaño importante centro textil situado en las estribaciones de la Serra da Estrela, el macizo montañoso más elevado del país, José Sócrates Carvalho Pinto de Sousa encarna la profesionalización creciente de la vida política, en el Portugal democrático posterior a la Revolución de los claveles, por otro lado, similar al de la mayor parte de Europa. Tras flirtear en un primer momento con el centro derecha (desde la organización juvenil del PSD, actualmente en el poder) a principios del PREC (proceso revolucionario), empezó estudios de ingeniería en Coimbra, ciudad universitaria histórica del país, donde apenas logró obtener el título de técnico.

No sería hasta mucho más tarde, en 1996, cuando deseoso por convertirse en “el ingeniero Sócrates”, en un país en el que los títulos ligados a la formación académica todavía están vinculados con el estatus, el político ya influyente en que se había convertido pasa a ser “licenciado” por la Universidad Independiente de Lisboa, en condiciones consideradas muy sospechosas. Por ejemplo, la validación se expidió un domingo por fax desde la oficina del rector de esta universidad privada, sobre cuya desaparición debía decidir posteriormente el Ministerio de Educación. No llega al nivel de su camarada socialista francés, el doctor de las universidades, Jean-Christophe Cambadélis, pero no le anda a la zaga. En la línea de Cambadélis, se matriculó en diferentes universidades, por ejemplo en Derecho, en la Lusiada de Lisboa, sin llegar a completar nunca el primer curso académico. La justicia puso punto y final a la “verdadera-falsa” licenciatura, de la que se tuvo conocimiento en 2007, durante el primer mandato de Sócrates en el Gobierno.

En 1981, tras una breve carrera “en el sector privado” (trabajó sobre todo en localidades de la región, entre otras, en su ciudad natal), José Sócrates inicia carrera en el Partido Socialista. Fue a rueda del futuro primer ministro Antonio Guterres, en cuyas listas por Castelo Branco iba de número dos en las elecciones legislativas de 1987, lo que le permitió llegar por primera vez al Palacio de São Bento, sede de la Asamblea de la República y del Gobierno.

Mientras seguía tratando de mejorar su curriculum universitario, en paralelo, se trató de abrirse paso en el mundo de los “negocios”, por poco tiempo y sin éxito, de la mano de un amigo de juventud, el fiel y incendiario de Armando Vara, de cuyo itinerario típico de enriquecimiento personal a través de la vía política ya ha escrito Mediapart, hasta ser condenado en la operación Cara oculta, un caso de corrupción del que José Sócrates salió indemne. Hay que decir que algunas importantes autoridades judiciales se movilizaron para proteger al dirigente socialista, al imponer a policías y a jueces instructores la destrucción de las escuchas telefónicas que ponían de manifiesto sospechosos intercambios entre Sócrates y Vara.

Sócrates en el poder: una carrera al abismo financiero

En 1995, José Sócrates comenzó andadura  ministerial como secretario de Estado de la ministra de Medio Ambiente Elisa Ferreira (que recientemente ha desempeñado un papel fundamental en las reformas de la regulación financiera adoptados por el Parlamento Europeo), en el Gobierno de Guterres, tras la victoria electoral de los socialistas. En 1997, una crisis de gobierno le permitió convertirse en ministro adjunto al primer ministro, al frente sobre todo de Juventud y de Deportes. Precisamente, en razón de este cargo, presentó la candidatura de Portugal, donde el fútbol es una religión, para albergar la Eurocopa 2004. Un despilfarro obsceno que contribuiría a acelerar la deriva de las finanzas públicas que, en 2011, habrían de conducir al país, con Sócrates como jefe del Gobierno, a pasar por las horcas caudinas de la troika, UE-FMI-BCEtroika.

En 1999, después de una nueva victoria del PS conducido por Guterres, Sócrates recibió la cartera del Ministerio de Medio Ambiente y de Ordenación del Territorio. Un puesto sensible, con un presupuesto importante (los fondos estructurales europeos ayudan) y con capacidad de decisión y de regulación sobre inversiones sustanciosas. Según numerosos testigos, Sócrates se sirvió de este cargo para fortalecer sus redes de influencia en el país. Precisamente, en su época como responsable de Medio Ambiente tiene su origen el caso Freeport, por el que Sócrates estuvo en el punto de mira por supuestamente ignorar la normativa en medioambiental para permitir la construcción en Alcohete, en la ribera del Tajo, frente a Lisboa, de un enorme outlet. Aunque miembros de su familia estaban directamente relacionados con los intermediarios, siete años de investigación en Portugal y en Gran Bretaña desaparecieron en las arenas movedizas del sistema judicial portugués, al quedar sepultado el caso por “falta de pruebas”.

Sin embargo, el caso no dejará de perseguir al dirigente socialista a su llegada a la jefatura de gobierno en 2005, el regreso de los socialistas en el poder se vio facilitado notablemente por la “huida a Bruselas” del jefe de la derecha José Manuel Durão Barroso, donde hará estragos como presidente de la Comisión Europea durante 10 años. El trabajo de investigación de la prensa portuguesa, que no “suelta” a Sócrates, derivó en una relación muy tensa entre el jefe del Gobierno y algunos periodistas, el tono mordaz del dirigente socialista en las entrevistas televisivas no ayudan. Por ejemplo, un conflicto violento y personalista le enfrentará a Manuela Moura Guedes, que acusó a Sócrates de la retirada del programa de información que dirigía en la cadena TVI, donde Sócrates decía ser víctima de una “caza de brujas”. José Sócrates ha llevado a los periodistas a los tribunales en numerosas ocasiones, pero nunca ha ganado ningún pleito.

En su primer mandato al frente del gobierno, Sócrates logró mayoría absoluta en el Parlamento y emprendió, sin éxito, diferentes reformas como la de la simplificación de la burocracia administrativa, la reforma de la educación, la independencia energética. Pero esta gestión tecnocrática del “ingeniero Sócrates” también comportaba aventuras ruinosas como el miniordenador Magalhaes del que quiso dotar a los jóvenes escolares. Apasionado de los “grandes proyectos”, pero ya sin dinero, multiplicó las PPP (asociaciones público-privadas, por sus siglas en francés) muy mal negociadas y finalmente ruinosas para los contribuyentes. Portugal persistió en el modelo económico basado en el desarrollo del “hormigón”, favoreciendo las infraestructuras costosas (la red de autovías más densa de Europa), en detrimento del “capital humano”. El segundo mandado, en el que los socialistas empeoraron los resultados, al lograr una mayoría relativa, supuso dar un paso al abismo financiero, estuvo marcado por los PEC (programas de estabilidad y de crecimiento) sucesivos negociados con Bruselas. Los años de Sócrates vieron proliferar el “Estado paralelo” invasor, formado por innumerables fundaciones, institutos, asociaciones que engullen el dinero público y que proporcionan tachos (prebendas) a los “boys” (y “girls”) del partido en el poder.

Provocado por la implosión de Grecia, el contagio de la crisis financiera mundial de las deudas soberanas de los países periféricos de la zona del euro marcó el fin del recreo financiado a crédito durante décadas. Por tercera vez desde 1974, un gobierno democrático portugués debía recurrir al FMI, que en esta ocasión desembarcó acompañado de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo. La última acción del gobierno de Sócrates fue el de la negociación en abril de 2011 con la troika de un memorándum que dejaba al país bajo tutela, a cambio de una ayuda financiera internacional de 74.000 millones de euros. En las elecciones legislativas posteriores, los socialistas perdieron la mayoría en beneficio de la coalición PSD-CDS y José Sócrates anunció su retirada de la vida política.

Si bien la responsabilidad de esta mala gestión pública llevada a cabo durante años debe buscarse en los partidos del “bloque central” que alternan en el poder desde 1976, la herencia de José Sócrates es especialmente dañina. En este periodo saltaron tres escándalos bancarios, entre ellos la nacionalización ruinosa del BPN, que dejaron en evidencia a otro ex número uno del PS, el gobernador del Banco de Portugal Vitor Constanciao, que pese a todo fue designado por sus homólogos europeos para ocupar la Vicepresidencia del BCE.

El exprimer ministro socialista portugués José Sócrates, a prisión por corrupción

El exprimer ministro socialista portugués José Sócrates, a prisión por corrupción

La voluntad de Sócrates, retirado de la primera línea, por perfeccionar su formación universitaria (un tema con el que parece tener fijeza) en París, en un primer momento despierta una sonrisa, para después levantar recelos, dado el tren de vida “à grande e à francesa” (expresión tradicional portuguesa para indicar que alguien vive "con gran lujo y ostentación") que parece llevar en la Ciudad de las Luces este peculiar estudiante de Ciencias Políticas. Al regreso de sus dos años de exilio dorado, la televisión pública RTP, pese a las numerosas protestas, extiende la alfombra roja para José Sócrates, que se convierte en tertuliano semanal, un privilegio que a menudo aprovecha para arreglar cuentas y justificar su balance.

La publicación en las librerías de su tesis, sobre el fenómeno de las torturas en el mundo, titulada A Confiança no Mundo, en otoño de 2013, se convierte en una nueva entrada en el panorama político, de la mano del expresidente brasileño Lula da Silva, que se encarga de escribirle el prefacio, y del patriarca de los socialistas portugueses Mario Soares, convertido en un francotirador senil que dispara a todo lo que se mueve, también dentro de las propias filas de su propio partido (salvo a Sócrates). Sin embargo, el semanario Sol, que firma numerosas investigaciones sobre las operaciones financieras que supusieron la detención de José Sócrates el viernes 21 de noviembre en el aeropuerto de Lisboa, al bajar del último avión procedente de París, afirmaba también que el dinero oculto pudo servir para comprar miles de ejemplares del libro sin otro fin que el de hinchar las ventas...

Traducción: Mariola Moreno

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