Vacaciones de serie

'Stranger things': la nostalgia es oro

Secuencia de 'Stranger things', nueva serie de Netflix.

Stranger things. Quizás haya escuchado esas dos palabras ("cosas más extrañas", en castellano) en las últimas semanas a través de un amigo o de las redes sociales. Es el título de la nueva serie de la plataforma online Netflixonline , y 20 días después de su estreno ha generado 1,5 millones de impactos en el buscador Google. La saga de ocho capítulos creada por los hermanos Matt y Ross Duffer es un homenaje al cine de ciencia-ficción, terror y fantasía de los ochenta en un momento en el que la nostalgia vale su peso en oro.

Basta con pensar en el relanzamiento, en unos días, de Cazafantasmas(la original se estrenó en 1984) y los regresos de las franquicias Star TrekStar Trek(Beyond llega a los cines el 19 de agosto) o Jurassic Park (Jurassic World se estrenó en 2015). Incluso el cartel de la última parte de Star Wars tenía claras referencias al arte cinematográfico de hace 30 años, el mismo recurso utilizado por Stranger things en un póster que puede ver ya llenando las calles de Madrid, donde la cadena desarrolla su mayor esfuerzo publicitario. 

No somos, ni mucho menos, los primeros en asociar la palabra "nostalgia" al nuevo proyecto de Netflix, que se ha configurado ya como la serie del verano (aunque solo sea por el ruido mediático), aunque la cadena sigue siendo reacia a publicar sus cifras de audiencia. El New York Times comenzaba su crónica de la siguiente forma: "Si no ha tenido bastante nostalgia por los ochenta —un gran si para cualquiera que vea mucha televisión últimamente—...". Y, sin embargo, a juzgar por el éxito de Stranger things, parece que el espectador no está saturado todavía. Porque su triunfo descansa, no ya sobre el argumento, sino sobre las constantes referencias a distintas obras culturales de los ochenta que producen una (agradable para algunos, aburrida para los menos) sensación de familiaridad. 

Veamos. El núcleo de la trama es que, en un pequeño y remoto pueblo del interior de Estados Unidos, una pandilla de niños se enfrenta a la desaparición de un amigo. En el extraño suceso se ven involucrados monstruos, experimentos del Gobierno y mundos paralelos. Los personajes: los niños; una familia perfecta compuesta de madre, padre, hija adolescente, hijo y bebé; una familia, esta vez disfuncional, con un padre irresponsable que les abandonó hace años; el sheriff, que lleva a cuestas una antigua tragedia familiar; chulos de instituto; una amiga empollona; un profesor de ciencias... Stranger things se construye voluntariamente sobre temáticas de género y personajes tan reconocibles que rozan el cliché. 

Porque la serie busca, ante todo, el reconocimiento. Esa cálida sensación que se produce cuando una ve algo que ya ha visto, cuando a una le hablan de algo que conoce, cuando los chistes apelan a mundos que una considera propios. Por eso las referencias van más allá del uso del arquetipos muy usados tanto en la ciencia ficción en general como en el cine de la época. La serie recupera, de manera más o menos reconocible, varias obras de ficción muy populares. E. T. (1982) es quizás la más presente a lo largo del largometraje, pero no sería raro que el espectador pensara también en Los Goonies (1985) y Cuenta conmigo (1986), pero también Carrie (1976) o Encuentros en la tercera fase (1977). 

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Stranger Things no pierde tampoco ocasión de aludir directamente a otras obras. El juego de rol Dragones y mazmorras, muy popular en los ochenta, juega un papel fundamental en la simbología de la serie; se habla de Star Wars y de Stephen King; se pueden observar posters de películas como La cosa (1982), Poltergeist (1982)La cosaPoltergeist  oPosesión infernal (1981)Posesión infernal. Hay numerosas webs que se dedican a cazar las referencias ocultas de la saga, con listas en las que figuran desde el director y compositor John Carpenter —a cuya obra se acerca de manera evidente la cabecera de la serie— hasta Pesadilla en Elm Street (1984), Tiburón (1975) o incluso el anime Akira. Si a eso añadimos la presencia de Winona Ryder, cuya carrera despegó en los ochenta, como una de las protagonistas, y el aparataje estético de la serie, desde cazadoras a discos de The Clash, el banquete nostálgico está servido. 

Y va dedicado, además, a una generación que por entonces rondaba los 10 años, y que por tanto hoy ronda los 40 (además de los treintañeros que llegaron tarde a los títulos nombrados pero que los consideran cercanos a su infancia). Precisamente uno de los segmentos de edad más relevantes en el consumo. Lo que habría que preguntarse es si los espectadores que no tengan esa edad o que no manejen esas referencias (algunas muy populares, pero otras muy de nicho) pueden verse interpelados de igual forma por la serie. ¿Una trama basada en la repetición puede ser atractiva para alguien a quien no interese aquello que se repite? Afortunadamente para Netflix, a diferencia de las televisiones generalistas, la plataforma online no necesita llegar a grandes audiencias para triunfar... y le basta, más bien, con generar ruido y buenas críticas. Stranger things puede permitirse no ser para todo el mundo, porque le basta con que todo el mundo hable de ella. 

 

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