Desigualdad económica
Los beneficios de las empresas crecen 16 veces más que los salarios desde 2014
Los recortes y sacrificios soportados por los españoles durante la crisis estaban encaminados a ganar la competitividad perdida y recuperar la economía. El Banco de España certifica que se ha conseguido, fundamentalmente a costa de los salarios antes que en los márgenes de las empresas. En su último informe anual, el órgano supervisor mide la competitividad restaurada respecto a los países del euro, pero si se compara el crecimiento de los beneficios empresariales y de los salarios durante la recuperación se revela con claridad quién ha soportado el grueso de las apreturas.
La remuneración por asalariado creció sólo un 0,4% en promedio entre 2014 y 2017, mientras que los beneficios empresariales, medidos como ahorro bruto de explotación, mejoraron un 6,4%. Es decir, durante la recuperación, los beneficios de las empresas han crecido 16 veces más que los salarios. Sólo en 2017, el ahorro bruto de explotación experimentó un alza del 5,6%, cuando la remuneración de los asalariados únicamente subió una décima. En 2016 incluso había caído tres décimas. Por el contrario, los beneficios ordinarios de las empresas de mayor tamaño se dispararon un 7,4%.
El Banco de España también tiene en cuenta los salarios reales –descontada la inflación– y resulta que estos han subido en la misma proporción que la remuneración por asalariado, un 0,4% en términos acumulados desde 2014. En 2017, apunta el informe, los salarios perdieron dos puntos porcentuales de poder adquisitivo por culpa de la inflación.
Según el supervisor, la anemia salarial durante la reactivación económica, un fenómeno que no es exclusivo de España, se debe al aumento del peso de los nuevos contratados y al hecho de que los empleos se están creando en mayor proporción en sectores donde la productividad es menor. Los recién incorporados al mercado laboral carecen de antigüedad, en teoría son menos productivos y se les paga con salarios inferiores. El informe cifra en más de medio punto porcentual para cada año la contribución de los nuevos contratos a la bajada de las remuneraciones medias.
Además, la diferencia salarial entre quienes llevan más de un año en un puesto de trabajo y quienes llevan menos se ha ensanchado: de un 9% en 2008 al 15,3% en 2016. El Banco de España lo atribuye en parte al descenso del número de horas trabajadas por persona.
Menos horas trabajadas
Como resultado de unos salarios que no se deciden a despegar, la renta real de las familias tampoco aumenta y su tasa de ahorro se hunde. La renta familiar sólo creció dos décimas en 2017 en términos reales, 1,88 puntos porcentuales menos que el año anterior y, como el consumo no se ha frenado tanto, la tasa de ahorro se ha quedado en el 5,7% de la renta disponible, su nivel más bajo desde 2002, destaca el Banco de España.
El mayor peso de los nuevos y más baratos empleos también frena la productividad, que no ha crecido durante la recuperación, destaca el informe. Aunque no es el único factor que impide su mejora. Igualmente el elevado nivel de temporalidad en el empleo, un 26,1% según la última Encuesta de Población Activa (EPA), supone un lastre para la productividad. La tasa española se sitúa 10 puntos porcentuales por encima de la media de la zona euro. Además, los contratos temporales cada vez son más breves, “lo que aumenta la rotación y dificulta la acumulación del capital humano”. También la proporción de trabajo a tiempo parcial, un 16% al cierre de 2017, es cuatro puntos superior a la anterior a la crisis.
Ambas distorsiones –trabajo temporal cada vez menos duradero y más trabajo a tiempo parcial, en buena parte indeseado– tienen como resultado la reducción del número de horas efectivamente trabajadas y por tanto, no sólo una menor productividad sino también una mayor desigualdad de los ingresos. Además, pese a la mayor flexibilidad proporcionada por la reforma laboral a las empresas, éstas siguen prefiriendo de forma mayoritaria, un 54,4%, deshacerse de sus trabajadores temporales en caso de apuro económico, antes que recortar el número de horas trabajadas por el conjunto de la plantilla, un 21,1%.
Falta de competencia y elevada concentración empresarial
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Por el lado de los márgenes empresariales, el Banco de España destaca la anomalía de que hayan seguido creciendo durante la recuperación pese a la mejoría en las condiciones financieras. Durante la crisis, el aumento de los márgenes se debía a la necesidad de las empresas de disponer de recursos financieros internos cuando los bancos les negaban los préstamos. Que una vez abierto el grifo del crédito, las empresas continúen ampliando sus márgenes, el informe lo atribuye a la falta de competencia.
Y ésta, a su vez, se debe a dos factores. El primero, la existencia de barreras regulatorias en determinados sectores –sólo cita al transporte de pasajeros en tren y por carretera—y el retraso en la aplicación de la Ley de Unidad de Mercado. También alude a las regulaciones fiscales y laborales que a su juicio impiden crecer a las empresas. El segundo, el grado de concentración alcanzado durante la crisis por la desaparición de muchas empresas apenas se ha reducido al reanimarse la actividad. Así, la cuota de mercado de las cuatro empresas más grandes aumentó un 10% durante la crisis, pero se ha recortado sólo un 0,1% después.
Desde 2013 se han creado en España 1,9 millones de empleos, pero el nivel de ocupación aún sigue un 10,4% por debajo del máximo de 2008. Mientras el empleo creció un 5% en la construcción, en la industria y los servicios aumentó menos, un 3%. De hecho, el Banco de España resalta la ralentización en hostelería, transporte y comercio. Y alerta del peligro de que se estanque el descenso del paro. Lo que puede ocurrir debido a la dificultad de sacar del desempleo a los trabajadores con menor nivel de cualificación profesional: mientras la tasa de paro nacional se sitúa en el 16,5%, la de quienes tienen menor nivel de estudios escala hasta el 30%, casi el doble.