Los libros

Orden entre el caos

Arabesco, de José Manuel Benítez Ariza.

José Luis Morante

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Poeta, novelista, traductor, aforista, escritor de diarios, columnista en medios digitales y crítico, José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) personifica una incansable trayectoria creadora que lo convierte en uno de los vértices más emblemáticos de su generación. Casi al mismo tiempo que comienza a circular Trilogía de la Transición (Dalya, 2018), volumen donde el autor reúne las tres novelas dedicadas a reconstruir el marco histórico alzado al final del franquismo, ve la luz Arabesco, amplia compilación poética, que da continuidad al volumen temático Nosotros los de entonces / Poesía amatoria 1984-2015.

Para quienes hemos seguido a pie de calle el quehacer del profesor gaditano, el título aporta una clave semántica muy clara. Remite al mejor trabajo crítico de José Manuel Benítez Ariza, Un sueño dentro de otro, amplia investigación editada en 2015, que se subtituló La poesía en arabesco de Edgar Allan Poe. En sus páginas, encuentro una magnífica definición del propósito escritural de este libro de poemas: “A ese intento de distinguir un orden en lo intrincado y caótico lo hemos denominado, siguiendo algunas intuiciones de Poe, lo arabesco”.

La escritura conjura el azar transitorio que traza meandros en el discurrir. Quien sale a la amanecida, encuentra hechos y situaciones que avalan un estar en la incertidumbre, que deja entre las manos un legado de sombras. El yo contemplativo se obstina en pedir sentido al trayecto diario y trabaja para definir contornos entre el magma aparente de las cosas: “Más allá de la niebla, / buscábamos la concreción de una verdad mayor, / un patrón de sentido más allá del desorden, / una ilusión de espacio ilimitado / de cielo abierto y luz. / Por el este empezaba a clarear”. Son versos del poema prólogo que clarifica un poco por donde transita la imaginación poética.

En el estar cognitivo del hablante lírico, los sentidos franquean la primera puerta hacia el entorno. Se hacen espacios de percepción en los que se van configurando los  elementos primarios que focalizan la atención de las palabras. Son los pormenores de la realidad que se integran en el pensamiento y que adquieren la textura maleable de lo subjetivo. Tras esas sensaciones perceptivas, también queda sitio para el palpitar de los sentimientos. En él se define la plenitud del cuerpo, una evidencia fuerte que es núcleo que unifica las cosas inconexas.

El intervalo “Cuaderno de campo” contiene treinta textos breves, escritos en prosa poética. Sus contenidos sugieren que el sujeto no vive aislado en sí mismo sino que busca espacios meditativos. Los fragmentos no son los enunciados descriptivos del paseante sino pautas reflexivas, en torno al trayecto vital, que permiten la divagación y el recuerdo, que hace recorridos y toman el pulso a una geografía habitable y cognitiva.

En ese inadvertido sometimiento al discurrir de nuestras percepciones, la realidad se expande con límites ambiguos, adaptados a las inciertas dimensiones del sueño. Es necesario, entonces, instaurar un orden doméstico, focalizar un horizonte diáfano, que cree en quien contempla la sensación fugaz de lo que permanece. De esa sensibilidad de ser un huésped de paso, nacen algunos hilos argumentales del apartado final. El poema formula una zona del pensamiento. Enuncia una posibilidad de acotar lo mudable.

Ya he comentado el papel que adquiere la sombra tutelar de Edgar Allan Poe en el título de este poemario. Así que a nadie extrañará que José Manuel Benítez Ariza cierre su libro con la composición “El cuervo”, un claro homenaje a quien considera el germen poético de la sensibilidad contemporánea, un texto que rescribe con molde propio la sugestión verbal del celebrado poema inglés.

Decía al comienzo de mi recensión que el escritor gaditano concedía a la semántica del sustantivo “arabesco” la ilusión de ver claro lo confuso, de convertir la divagación intelectual en un disciplinado deambular de las ideas. Bajo este aserto se acoge una poesía que destaca por su afán narrativo, hondura reflexiva y tono natural. Son aleaciones que dejan en la escritura un temblor emotivo, una recreación armónica en la que sale al día el desvelo de la memoria y esa armonía callada del espacio natural y su transparencia.

*José Luis Morante es poeta y crítico literario.  Su último libro es Aforismos e ideas líricas, una selección de aforismos de Juan Ramón Jiménez.

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