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Cambio climático

Calor excepcional convertido en norma: así será el verano del futuro en España sin una acción climática decidida

Un ciclista pasa junto a un termómetro que marca 50 grados en Córdoba

La información de los fenómenos meteorológicos en los medios de comunicación siempre ha estado muy cuestionada, aunque se trate de eventos extremos como serias olas de calor o nevadas que colapsan ciudades. La imagen del reportero, micrófono en mano, diciendo que "llueve" o que "hace calor" siempre ha sido objeto de broma, por lo obvio: "¡Vaya noticia!". Se tiende a pensar que ni es novedoso ni merece la pena informar de los movimientos y las perturbaciones en la atmósfera. Pero eso está empezando a cambiar, y debe hacerlo, por influencia del cambio climático. Recién pasada la ola de calor en España, los expertos advierten: lo que ahora son temperaturas excepcionalmente altas pueden convertirse en la norma, los episodios que duran días en el futuro durarán semanas y las consecuencias serán tan graves como imprevisibles. El verano del futuro en España no pinta nada bien.

Las previsiones de lo que podría considerarse el "medio plazo", 2040-2050, varían en función de lo que hagamos con la descarbonización de la economía. Aún no es tarde para revertir los peores efectos del cambio climático, por lo que las cifras cambian si se aplica a las mediciones un escenario de emisiones más o menos agresivo. Lo aceptado, asegura el técnico de meteorología de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) Rubén del Campo, y lo más probable, es que alcanzaremos una subida de las temperaturas medias de un grado y medio por encima de los niveles previos a la Revolución Industrial, de principios del siglo XX. El problema es que el mecanismo mental, afirman los expertos, es asumir que simplemente a las temperaturas que disfrutamos –o sufrimos– ahora se le suma un grado, lo que aparentemente no parece insoportable. No funciona así. "Cuando en una serie de datos el valor medio sube, los valores extremos se desplazan también", recuerda Del Campo. Una subida de un grado de media implica una subida de varios grados de los peores días estivales.

Como se puede comprobar en este gráfico de Adaptecca, una herramienta imprescindible para entender los efectos del cambio climático en España elaborada por varios organismos estatales, lo que se prevé en este "medio plazo" (de 2040 hasta 2075) es que dichas temperaturas medias suban. En este caso, se trata de la media de las temperaturas máximas durante el verano. El primer mapa muestra el histórico de estas temperaturas: el segundo, la previsión de este futuro cercano en el peor escenario de emisiones posible. A simple vista, no parece demasiado grave, pero si se profundiza en el concepto de "valor medio", salen otras cuentas.

 

Gráficos de media de temperaturas máximas durante el verano en España. El primero, el registro histórico: el segundo, la predicción de 2045 a 2070.

En el caso del valle del Guadalquivir, una media de temperaturas máximas cercana a los 40 grados implica que el termómetro, a grandes rasgos, puede oscilar desde unos "agradables" 30 grados a unos infernales 50. El escenario es de una mitad sur de la Península muy caliente durante el verano. No solo es incómodo: tiene consecuencias en la salud de la población, en sectores como la agricultura o el turismo, impacta en un bien tan indispensable como el agua, perjudica a los sectores más empobrecidos, etcétera.

Pero el cambio climático no solo es peligroso por el aumento de las temperaturas medias: por eso, precisamente, cada vez está más en desuso el falso sinónimo calentamiento global. El fenómeno implica veranos cada vez más largos en detrimento de las estaciones "intermedias" –otoño y primavera– y, además, conlleva una mayor probabilidad de sufrir fenómenos extremos como inundaciones, nevadas… y olas de calor, típicas del verano. "Las olas de calor serán más frecuentes, más duraderas y más intensas", afirma Del Campo. Lo normal, cifra, es una o dos grandes olas de calor en nuestro país cada periodo estival: lo normal, si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen a buen ritmo, serán cuatro o cinco de una duración de más de una semana. La ola de calor, excepcional, se convertirá en habitual. La buena y la mala noticia es que el empeoramiento de las condiciones climáticas no vendrá de golpe, sino gradualmente.

Mala noticia porque, según el ambientólogo y experto en cambio climático Andreu Escrivá, carecemos de "memoria ambiental". "Este verano he escuchado a gente decir que hemos pasado un julio fresquito. En realidad es uno de los meses de julio más cálidos de las últimas décadas", asegura. La tendencia es asumir en muy poco tiempo como ordinario lo que, en realidad, es un aumento de las temperaturas inusual y dañino, lo que dificulta la movilización de la acción climática, la toma de conciencia y la asunción de responsabilidades.

El propio Escrivá ilustraba en Twitter hace unos meses una acertada comparación entre un ejercicio de clima ficción de la meteoróloga de TVE Mónica López, y la realidad actual. López explicaba cómo, según las estimaciones, podría ser un mapa del tiempo de España durante el verano de 2050. No dista demasiado del mapa del tiempo de la pasada ola de calor de finales de junio… de 2017. El 3 de agosto de este año fue el segundo día con el valor más elevado de la media de las temperaturas máximas desde 1942.

 

¿Y el verano del presente?

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El cambio climático está llegando más rápido de lo esperado, pero cuando se trata de hablar del fenómeno como actualidad, y no como predicción, periodistas, divulgadores y científicos se enfrentan a un problema: ¿Se puede vincular el cambio climático con los eventos meteorológicos del presente?

Ante la pregunta de si la ola de calor vivida hace unas semanas en Reino Unido era "culpa" del cambio climático, el científico Ed Hawkings respondió: "Esa no es la pregunta correcta. La pregunta adecuada es cómo afectó el cambio climático a este evento". La atmósfera es un sistema complejísimo donde intervienen múltiples factores,  por lo que es imposible establecer una relación directa entre el fenómeno y un evento en concreto. "No se puede ahora ni se podrá en 2170", asegura Escrivá. Sin embargo, como explica la Aemet, los científicos trabajan con lo que, en jerga climática, se conoce como los "estudios de atribución", y funcionan en base a probabilidades. Por ejemplo, el estudio de atribución de la ola de calor de junio de 2017 en España aseguró que un suceso así era diez veces más probable por el cambio climático.

"En ciencia hay incertidumbres", reconoce Del Campo, pero no hay ingenuidades, y este tipo de trabajos ya señalan la mano invisible del CO2 en, por poner un ejemplo reciente, las temperaturas extremas de estos meses en el centro y el norte de Europa, siempre en base a estas probabilidades: no se puede saber si son consecuencia directa, pero sí que sabemos que, debido a sus características, sucesos así son y serán mucho más frecuentes. Escrivá explica que durante años la norma había sido el escepticismo a la hora de vincular cambio climático y fenómenos puntuales, sencillamente porque no se contaba con los suficientes datos, pero que a partir de 2016 la tendencia está cambiando. De hablar de cambio climático como un peligroso, pero lejano enemigo, a hablar de cambio climático como el problema medioambiental, social, económico y político que ya nos está poniendo contra las cuerdas. Pero, a pesar de todo, aún hay margen de acción.

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