El futuro de la izquierda
La deriva de PP y Ciudadanos y el auge eurófobo empujan al entendimiento en la izquierda
Algo se mueve en la izquierda española. Y esta vez, para variar, es un movimiento convergente. Las fuerzas estatales que se ubican en el ámbito progresista se acercan. Se entienden. Incluso presionan a la izquierda nacionalista para sumarse a su acuerdo. El pacto presupuestario entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, ofrece la constatación de este acercamiento. Iglesias habla abiertamente de su voluntad de formar parte en el futuro de un gobierno de coalición, lo cual no suscita reproche ni en Podemos ni en el resto de fuerzas del grupo confederal. Izquierda Unida, que había renegado de las experiencias de gobierno con el PSOE tras la coalición andaluza 2012-2015, asiente. Predomina la disposición a la cesión en favor del acuerdo. Los maximalismos quedan orillados.
Este fenómeno se beneficia de varios factores. Uno de los principales, junto con las adaptaciones tácticas de los partidos de izquierdas ante el inminente ciclo electoral y las tendencias dibujadas por las encuestas, es la inestabilidad en la UE, donde florecen fuerzas políticas de ultraderecha que desafían abiertamente a Bruselas. El Gobierno liderado de facto por Matteo Salvini en Italia ha lanzado un órdago presupuestario a Jean-Claude Juncker, a quien el dirigente de la Liga Norte acusa de borracho. Con tal insubordinación sobre la mesa, en Europa se ve con ojos más amables un gobierno de rumbo izquierdista en España, al estilo portugués, más aún cuando ha elaborado un presupuesto que podría ser aceptable en lo esencial para los guardianes de la ortodoxia.
Enrique Linde, portavoz del grupo socialista en el Parlamento andaluz de 1986 a 1994, guerrista histórico y observador atento de los acontecimientos políticos, advierte: "Es verdad que hay factores a favor [del entendimiento de la izquierda], pero la política tiene un gran componente coyuntural". Linde afirma que hay que estar atentos a dos acontecimientos para ver si la nueva tendencia cuaja: 1) La suerte final de los presupuestos; y 2) Las elecciones en Andalucía y las posteriores alianzas. Lo cierto es que la sacudida del acuerdo presupuestario Sánchez-Iglesias se nota ya en Andalucía, metida en una precampaña que desembocará en las urnas el 2 de diciembre. Ahí se va a jugar en parte el futuro de las relaciones de los partidos de ámbito progresista.
Andalucía ha desarrollado su propio ecosistema político. No sólo porque es la única comunidad donde no ha habido alternancia política o porque Susana Díaz haya sido la más encarnizada adversaria interna de Pedro Sánchez, sino porque tras las elecciones de 2015 el acuerdo del PSOE no se produjo con las fuerzas de izquierdas sino con Ciudadanos, que facilitó la investidura de la presidenta tras 80 días de tira y afloja. El partido de Albert Rivera ha alcanzado acuerdos con el PSOE a lo largo de toda una legislatura marcada por el desencuentro entre los líderes de PSOE y Podemos-IU. "Ni muerta", ha dicho Rodríguez de la posibilidad de gobernar con Díaz, con la que ha tenido –al igual que Antonio Maíllo, de IU– desencuentros que han bordeado la mutua desconsideración personal.
Síntomas de distensión en Andalucía
Ahora el panorama ofrece síntomas de posible cambio. Aunque insiste en que sale a ganar, Teresa Rodríguez, candidata de Adelante Andalucía, la coalición que integra a Podemos e IU, no descarta facilitar la investidura a la Díaz. Tampoco la asegura, pero sitúa su línea roja en evitar que gobierne la derecha. Sin integrarse en el Gobierno, no desecha la idea de negociar leyes para conseguir "victorias para la gente" desde la oposición. Por su parte, Díaz y los suyos ponen el acento en la capacidad del PSOE para alcanzar pactos a derecha e izquierda. El andaluz es "un gobierno de banda ancha", reitera ahora la candidata del PSOE. Son tímidos, graduales acercamientos, que está por ver en qué quedan cuando se abran las urnas el 2 de diciembre por la noche. Pero de momento todos los partidos en el ámbito de la izquierda en Andalucía ponen el acuerdo presupuestario en Madrid como ejemplo de la posibilidad de entendimiento, aunque reprochándose unos a otros que no haya podido trasladarse a la gran comunidad del sur.
Aunque las deterioradas relaciones de Díaz con Rodríguez y Maíllo pueden dificultar los acuerdos, hay factores políticos que los facilitan. Cs se ha comprometido por activa y por pasiva a no volver a apoyar a Díaz. Es verdad que la experiencia aconseja coger con alfileres las promesas electorales –Ciudadanos ya prometió no apoyar a Díaz en 2015, ni ayudar a investir a Mariano Rajoy en Madrid–, pero en el propio PSOE andaluz analizan que la feroz competencia en el campo derecho obstaculiza una reedición del acuerdo.
El número 2 de Díaz: "Por la izquierda siempre"
Juan Cornejo, secretario de Organización del PSOE andaluz, acudió el lunes al plató de la televisión Ondaluz. Allí salieron a colación todas estas cuestiones. "Estaba en casa viendo la rueda de prensa de Pablo Iglesias cuando fue a Moncloa a hacer la propuesta. Escuché que decía que había que bajar las tasas universitarias porque están muy caras, como aquí se ha hecho. Dijo 'nos preocupa la dependencia, nos preocupa la educación de cero a tres años, nos preocupa el salario mínimo'. Y cuando escucho todo aquello digo: '¡Qué fácil hubiera sido llegar a un acuerdo con ese Podemos!'".
Un discurso del PSOE andaluz que ensalzara el acuerdo con Podemos era difícil de concebir hace sólo unos meses. "¿Y quién ha cambiado?", pregunta Cornejo. El número dos de Díaz acusa a la formación morada de haber planteado a Díaz en 2015 condiciones imposibles para un acuerdo, como no trabajar con bancos que faciliten desahucios. "Eso no lo han hecho ni allí donde gobiernan. Que le pregunten a Carmena, o al alcalde de Cádiz. Espero que de 2015 a 2018 hayan madurado", afirmó Cornejo, que añadió: "Definitivamente me encantaría entenderme por la izquierda siempre". El mensaje es claro: si Podemos e IU quieren, el PSOE también.
De 96.000 millones a 5.678
Todos los actores políticos en la izquierda han cambiado. Se han movido. El PSOE también. El partido de Felipe González está liderado hoy por un secretario general que ganó las primarias cantando La Internacional puño en alto. Ha llegado al poder gracias a una moción de censura ganada con unos apoyos que en 2015 y 2016 fueron vetados, hasta el punto de que su insistencia le costó ser derribado por el comité federal de su propio partido. Hace de aquello dos años. Sánchez renació y hoy encabeza un Gobierno apoyado por Unidos Podemos y las fuerzas nacionalistas, incluidas ERC y PDeCAT, que persisten en la vía unilateral. Aunque la modulación del discurso sobre Cataluña es distinta en Pedro Sánchez y Susana Díaz –ella llama "hooligan" a Quim Torra–, ya no se escuchan críticas de la presidenta a una forma de acceder al Gobierno que antes le parecía un acto autodestructivo. Las bases ya hablaron y votaron un giro a la izquierda.
Además del PSOE, es indudable que Podemos también se ha movido. El propio Iglesias insiste en la idea de que, sin renunciar a sus aspiraciones originales, quiere influir y ser útil. Se presenta como un dirigente maduro, encallecido por las críticas. A pesar de su derrota en Vistalegre II, no han quedado amortizadas las tesis del exsecretario político, Iñigo Errejón, partidario de un entendimiento entre las fuerzas progresistas.
Se han quedado en el camino algunos planteamientos económicos. En 2016 Podemos defendía un incremento del gasto público de 96.000 millones, que luego pasaron a 60.000. Ahora en el acuerdo presupuestario son 5.678. Tanto PSOE como Unidos Podemos han dado prioridad al acuerdo, postergando las inocultables diferencias entre ambas formaciones. En la negociación presupuestaria Unidos Podemos ha renunciado a propuestas como el impuesto a la banca o el salario mínimo de 1.000 euros. El Gobierno del PSOE ha abierto la mano en asuntos como la reforma del IRPF o las políticas de vivienda. Sánchez e Iglesias llevan ya meses rebajando el tono. Son agua pasada la "cal viva" de la que hablaba Iglesias, que tanto indignó al PSOE, o las acusaciones de Sánchez al líder de Podemos de "hacer de la mentira una forma de hacer política".
La derecha empuja al pacto en la izquierda
Una paradoja: la competencia electoral en la derecha está contribuyendo a fortalecer el entendimiento en la izquierda. Así lo entiende Jordi Pacheco, decano del Colegio de Sociólogos y Politólogos de Cataluña, aunque matiza que el eje izquierda-derecha es "útil pero simplista". "Lo que hay ahora mismo es una mayoría parlamentaria. El PSOE no llega a un cuarto del Congreso de los Diputados. Con el PP en una pinza entre Vox y Ciudadanos, el PSOE hace lo que es natural: buscar el apoyo de los que le dieron su voto en la investidura", señala. Es clave –añade– la deriva de Ciudadanos, que ha pasado "de la socialdemocracia al liberalismo", agudizando a su vez el discurso de mano dura en Cataluña. "Como su aspiración es comerse al PP, pactar con el PSOE no le da a Rivera ningún beneficio estratégico", señala Pacheco. Eso impulsa el entendimiento en la izquierda, ya que el PSOE se queda sin otra alternativa.
El cierre de las fronteras electorales entre partidos de distintos bloques –si damos por bueno el eje izquierda-derecha– es otro factor que ha facilitado el regreso a unas coordenadas ideológicas más tradicionales. Hay pocas transferencias entre bloques. El trasvase de PSOE y Unidos Podemos a Cs llegó a alcanzar el 7,5% y el 5,2%, respectivamente. Ahora está en el 4,9% y en el 1,1%. La competencia se produce sólo entre los bloques. La derecha y la izquierda están adaptándose de manera distinta a este escenario. "Lo que pasa en la derecha ahora es diferente a lo que hubo entre UCD y Alianza Popular. Entonces cada uno remarcaba su perfil para diferenciarse. Ahora está pasando algo nuevo: PP y Ciudadanos quieren confundirse. Salvo por la mochila que cargan a sus espaldas, tienden a parecerse en todo", analiza Enrique Linde. Esta mímesis alimenta un corrimiento hacia la derecha, una dinámica en la que un partido va subiendo la apuesta del otro, que siempre la ve y la supera. Esto está escorando a la derecha la percepción que se tiene de Cs. En abril de 2015 sólo un 10,7% de los encuestados en el CIS situaban a Cs entre el 8 y el 10 en la escala ideológica, siendo 1 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha. En el reciente CIS de septiembre ese porcentaje está en el 39,1%.
En cambio, señala Linde, en la izquierda PSOE y Unidos Podemos "han remarcado cada uno su perfil". Al menos en esta fase, esto está rebajando las fricciones. "En menos de cinco años, el discurso de Podemos ha cambiado. De querer ser hegemónicos, han pasado a querer reforzar la izquierda. Ahora vienen a completar, no a liderar", afirma Linde, unas palabras que ningún dirigente de Podemos daría por ciertas.
En cuanto al PSOE, "la victoria en las primarias de Pedro Sánchez significó una modulación de la posición" de los socialistas. La dirección del partido, según Linde, asume ya que Podemos "ha llegado para quedarse". Y se han borrado líneas rojas que hace apenas dos años estaban pintadas en el suelo. "El famoso Gobierno Frankenstein era el horror, el abismo al que iba a arrastrar Pedro Sánchez al partido, una locura. Ahora estamos en el Gobierno Frankenstein, ¿y qué ha pasado?", se pregunta Linde.
Madrid, Lisboa, Bruselas
"La situación actual –añade– me recuerda a la que se dio en el 79 en los ayuntamientos con el acuerdo de Alfonso Guerra y Santiago Carrillo, cuando se formaron muchos gobiernos del PSOE con el PCE". Eso sí, Linde no se hace demasiadas ilusiones con respecto a la autenticidad ideológica de los movimientos. Alerta del peso de la coyuntura, más determinante de lo que admiten los dirigentes políticos. Los obstáculos que aún deben superarse para que el entendimiento se consolide son serios. Por ejemplo, que las elecciones andaluzas no arrojen un resultado desestabilizador; que los presupuestos pasen todos los trámites, tanto en España como en Europa; y que se mantenga la polarización izquierda-derecha, en riesgo por una posible mayoría conservadora en el ciclo electoral y por el elemento "distorsionador" del nacionalismo, sobre todo catalán.
"El salto cualitativo de verdad sería un gobierno de coalición. La coyuntura europea hace más proclive a la UE a aceptar un Gobierno de izquierdas, que hace poco era el coco de Europa. El problema italiano favorece que Bruselas dé el visto bueno a los presupuestos. Se equivocarían si no lo hacen. Estos presupuestos suponen meter a Podemos en el redil del control del gasto", señala Linde.
Álvaro Couceiro, consultor de asuntos públicos en Atrevia, opina que "el miedo a la eurofobia va a hacer que se deje más manga ancha a los Estados", algo que puede favorecer que el acuerdo presupuestario de PSOE y Unidos Podemos cuele. "Abiertamente no se va a decir, pero en el trabajo diario se notará. Van a ser más duros con Italia, que se está enfrentando a la UE no sólo en el ámbito presupuestario, sino también en la inmigración". No obstante, señala Couceiro, el presupuesto, "sin ser una bomba, se sale de los objetivos pactados". "Una desviación de 0,4 puntos son muchos millones. Si este aumento viene en aspectos como el aumento de las pensiones sin arreglar el sistema, estoy seguro de que el acuerdo no sienta bien [en Bruselas]. Seguramente lo pasarán, pero no sienta bien", señala Couceiro, que recuerda que en junio de 2019 hay elecciones europeas y existe un temor a que si Bruselas no deja mayor margen a los Estados, crezca la fuerza electoral de los nacionalpopulistas.
Juega a favor del acuerdo presupuestario que tanto Madrid como Lisboa se han desmarcado del choque con Bruselas que plantea Italia. Sánchez ha tenido el ejemplo portugués de Gobierno izquierdista de coalición en el punto de mira desde enero de 2016, cuando viajó a la capital lusa tras las generales de diciembre de 2015 tratando de enviar el mensaje de que era posible un acuerdo similar, pese a que aquí son necesarios los nacionalistas. Entonces no lo logró, pero las cosas han cambiado desde entonces.
Un ojo en las encuestas
Hay más indicios del regreso a las coordenadas izquierda-derecha que ha facilitado el acuerdo PSOE-Unidos Podemos. Por ejemplo, la visita de Pablo Iglesias en prisión a Oriol Junqueras en un contexto de necesidad del voto de ERC para aprobar los presupuestos. Esquerra está viviendo en sus carnes la presión ideológica del acuerdo, con una subida del salario mínimo a 900 euros. ¿Acabará conformándose un bloque? ¿En España? ¿Y en Cataluña? ¿Es posible superar la división independentista/no independentista y volver a lógicas izquierda-derecha en Cataluña?
El politólogo Jordi Pacheco tira de realismo: las elecciones andaluzas serán clave, pero antes lo serán también las encuestas. A ver qué dice el próximo CIS, apunta. "Si Podemos baja, subirá el precio de su apoyo, quizás hasta donde el PSOE no pueda pagarlo. Y yo tengo algo claro: si Unidos Podemos abandona ahora al Gobierno, el Gobierno cae", señala. También está por ver cómo le funciona demoscópicamente el pacto al PSOE. "Estamos ante una novedad. El PSOE siempre ha tenido un comportamiento radical en la oposición y muy moderado en el Gobierno. Ahora se rompe esta regularidad y se escora a la izquierda", afirma. Su ventaja es que la pugna PP-Cs deja espacio aprovechable en el centro. Pero está por ver qué dicen las encuestas.
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"No sé yo si el PSOE, teniendo bastante con el apoyo del PNV, pensaría en nosotros", reflexiona José Manuel Mariscal, director de Mundo Obrero, la revista del PCE. El "no sé" es retórico. En realidad está convencido de que no. Pero, a pesar de esta desconfianza, cree que Unidos Podemos acierta al asumir "una responsabilidad a corto plazo", haciéndola compatible con un proyecto de alternativa a medio plazo. "Me gusta la actitud con la que se está defendiendo [el acuerdo presupuestario], sin complejos", afirma, convencido de que es un acierto "influir en medidas de urgencia" y al mismo tiempo insistir en "el tema fundamental". Es decir, en cómo se integra económicamente España en Europa y de qué forma se rompe con el rol económico secundario de la economía española, que aboca a una fuerte dependencia del sector servicios. Ahí es donde, opina Mariscal, se verá si el acuerdo PSOE-Unidos Podemos es de cemento o de cartón piedra.
El también exsecretario general del Partido Comunista de Andalucía cree que el regreso del eje izquierda-derecha somete a contradicciones al PSOE. "Al final tendrá que decidir. Ya veremos si es un gesto circunstancial para ganar aire hasta las elecciones o un punto de inflexión sin retorno. ¿Va a seguir el PSOE apoyando las políticas social-liberales, europeístas en el sentido de defensa de esta UE, partidarias de la austeridad y atlantistas?", se pregunta. Sin desdeñar el impacto que en la alianza tengan los hitos a corto plazo –elecciones, encuestas, presupuestos–, cree que la clave está "en la calle". Mariscal espera que los sindicatos sepan leer adecuadamente el momento sociopolítico y agiten la movilización, clave a su juicio para forzar al Gobierno a mirar hacia su izquierda.