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Cultura

El orgullo necesario de escribir y editar

Una mujer se fotografía con la bandera arcoiris en el centro de Vitoria en el Día del Orgullo LGTBI.

El libro, una antología titulada De Chueca al cielo. 100 poemas celebrando la diversidad LGTB, es una edición no venal que Lawrence Schimel, traductor y escritor, ha recopilado para Transexualia, la Asociación Española de Transexuales, con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid.

Precisamos: del anterior equipo municipal.

"Es una representación transversal de la diversidad y la pluralidad que es Madrid", asegura: hombres y mujeres, jóvenes y veteranos, escritores cuya lengua materna es el castellano y otros que no, "para quienes la libertad que representa Chueca sigue siendo muy importante como símbolo".

No se pudo presentar cuando se imprimió porque era tiempo de elecciones, se consideraba propaganda electoral. Y después "el nuevo equipo del gobierno nos ha puesto mil pegas". Explica Schimel que la asociación pidió hacerlo el 4 de julio en la Plaza de la Villa, pero les indicaron que la petición debía cursarla un concejal. Lo hizo Marta Higueras, "pero siguieron denegando el permiso con la excusa que este espacio tiene un carácter marcadamente histórico, institucional y representativo, por lo que su utilización está reservada para actos de esta naturaleza". Al final será en Casa de Vacas.

 

Es sólo un caso, y quizá menor. Pero habla de un cambio de clima.

Rendirse no es una opción

Desde luego, la cultura no es el único espacio de resistencia, para Gracia Trujillo es uno entre otros posibles. Pero desatenderlo no es una opción. "Hay que seguir produciendo y difundiendo cultura LGTBI, más que nunca si cabe", asegura esta profesora de Sociología de la Universidad Castilla-La Mancha, activista feminista, queer y antirracista, autora de Deseo y resistencia. "En estos tiempos que corren, sin reflexión, sin pensamiento crítico, estamos perdidxs. La educación pública es uno de nuestros muros de contención contra el auge de los fascismos, por eso está bajo el punto de mira, y sufriendo recortes constantes, en nuestro contexto y a nivel global."

¿Dónde nacen el fanatismo y la intolerancia? "Tienen varios orígenes, pero el más importante de ellos es la ignorancia ―asegura el escritor Luisgé Martín―. Los homófobos no saben en realidad nada de la homosexualidad, viven de los prejuicios. Por eso es importante seguir escribiendo. Yo sé que Santiago Abascal o Espinosa de los Monteros nunca me van a leer, pero los libros tienen un curioso efecto de onda expansiva: poco a poco se instalan en el discurso de la sociedad." En estos tiempos, además, es partidario de "reforzar la literatura experiencial, la narrativa de no ficción, para constatar que no estamos hablando de invenciones, sino de vidas reales".

En eso coincide con su colega Eduardo Mendicutti: contar experiencias propias y ajenas es "importante y necesario" porque una sociedad sana y equilibrada necesita disponer de las narraciones privadas y colectivas que den testimonio de su diversidad, sin esconder nada, sin disfrazar nada, sin idealizar nada ni lo contrario. "Las vidas privadas de los gais, las lesbianas, los transexuales y los bisexuales deben ser narradas, en forma de testimonio o de ficción, en absoluta igualdad de condiciones con las heterosexuales, y nuestras experiencias colectivas, al incorporarse a la narración de una sociedad y de un país, llenan los vergonzosos vacíos que durante demasiado tiempo se había enquistado en el relato incompleto de la Historia."

Mendicutti confía más, eso sí, en las experiencias de la homosexualidad narrada por los propios homosexuales que, en las narraciones individuales y colectivas escritas por heterosexuales, "por bienintencionadas que sean. Tenemos derecho a nuestra propia voz, sin necesidad que los heterosexuales nos la usurpen. Suficientes cosas tienen ya ellos que contar".

Mili Hernández (25 años al frente de la Librería Berkana y 24 editando en de Egales) subraya además la importancia de mostrar estas realidades a una edad temprana, "no podemos olvidar que ya muchos niños y niñas en familias homoparentales y necesitan referentes y el resto conocer que existen otras formas de relacionarse y amar". De ahí la trascendencia de los cuentos que Schimel escribe, cuyos protagonistas viven en familias homoparentales, aunque el hecho de que son gais no tiene nada que ver con el argumento. "Lectores de cualquier tipo pueden disfrutar de la historia. En la Feria del Libro muchas familias heterosexuales compraron el libro para que sus hijos disfrutaran de la lectura y vieran diferentes modelos de familias." Este tipo de inclusión es necesario, porque los gais, lesbianas, transexuales y bisexuales "existimos en el mundo, y no solo cuando hay un problema de homofobia o algo así, que es lo que ocurre en la mayoría de los libros (especialmente para niños) que tocan el tema de la homosexualidad o la transexualidad: el elemento de la identidad de género u orientación sexual es el motor del conflicto o argumento del libro".

La resistencia

Negar lo conseguido, al menos en esta parte del mundo, sería negar la evidencia; pero cerrar los ojos ante la posibilidad de una involución sería suicida. No hay que bajar la guardia. Me pregunto, y traslado la duda a Gracia Trujillo, si están los colectivos preparados para librar una nueva batalla, si es fácil aunar fuerzas.

"Menos de lo que deberíamos ―admite―, aunque algunos colectivos no hayamos parado en los últimos años de estar en la calle batallando mil cosas, y toca reaccionar ya". Reaccionar fortaleciendo las redes, las comunidades, trabajando en política de alianzas, aunque sean puntuales. "Son tiempos para pensar en objetivos compartidos, en sumar, confluir", afirma, para que no desmantelen la sanidad pública o sigan dejando la educación o los servicios sociales sin recursos. Y para que no vayamos para atrás en derechos y libertades: "ahí toda la gente progresista deberíamos unir fuerzas para no dejar pasar ni una. No hace falta ser una persona no heterosexual para batallar contra la homofobia, o mujer para ser feminista, o migrante racializada para denunciar las discriminaciones racistas". Las actitudes y comportamientos fascistas, subraya, se frenan en el día a día, en el edificio, el barrio, el trabajo… "Esas micropolíticas cotidianas son la clave para frenar las actitudes y discursos del odio a las personas diferentes."

También los libros y quienes los escriben y editan desempeñan un papel. "Está claro que nos quieren invisibilizar o blanquear y nuestro triunfo fue la visibilidad y la pedagogía que hicimos durante todos estos años ―asegura Hernández―. Hay que seguir publicando textos que le van a hacer la vida más fácil a la comunidad LGTBQ y que van ayudar a los que no lo tienen tan claro."

Entonces, ¿qué podemos esperar de (o debemos exigir a) escritores, editores y libreros?

"De los escritores, talento y honestidad literaria. Huir de los lugares comunes y cero autocomplaciencia", dice Eduardo Mendicutti.

Mi primera novela, chispas

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"De los editores, idéntico nivel de exigencia que con las narraciones de experiencias heterosexuales, ni más ni menos". En su opinión, no todas las obras sobre esta forma de vida y esta cultura tienen que ser obras maestras para que merezcan ser editadas, pero tampoco debe editarse cualquier cosa por razones supuestamente comerciales o, lo que me parece peor, paternalistas. Obviamente, reclama para estos libros "idéntico apoyo de promoción e institucional. Y esto vale también para los críticos, los académicos, los jurados de premios literarios privados o institucionales y, en fin, para cualquiera que tenga el privilegio de incidir, mucho o poco, en la valoración, la difusión y el reconocimiento de las obras, los autores y las manifestaciones colectivas.

Por fin, los libreros: "en el caso de las librerías especializadas, perseverancia, contando con el apoyo de las instituciones y, aunque parezca una perogrullada, de los propios lectores del colectivo. En el caso de las librerías generalistas, una atención justa e igual a los libros que recogen las experiencias privada y colectivas del universo LGTBI".

De todos, simplemente, que hagan su trabajo. "De la literatura nunca se puede esperar que cambie el mundo inmediato ni que haga de muro de contención: ese es un trabajo político y civil ―recuerda Martín―. Pero sí se le puede pedir que ofrezca ideas, argumentos, testimonios y sensibilidad. A la pelea callejera hay que acudir como ciudadanos. A la pelea intelectual, como escritores".

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