Estamos a tiempo
Migraciones climáticas: pequeños pasos hacia la visibilización de un problema global
Hace siete años la investigadora y experta en derecho ambiental, Beatriz Felipe Pérez, presentó su Trabajo de Fin de Máster (TFM), Una aproximación a los desplazamientos forzados por el cambio climático, que versaba sobre migraciones climáticas desde el punto de vista jurídico y científico. La investigadora afirma que en aquellos momentos “no había nada del tema, ni siquiera se hablaba y ya estaba pasando” y añade que la gente con la que lo hablaba “no se lo creía”. Hoy, sin embargo, muchos Estados han puesto el tema sobre la mesa, los medios de comunicación se hacen eco y un mayor porcentaje de ciudadanos conoce el asunto, gracias al trabajo infatigable de Felipe y el de otros muchos investigadores e investigadoras que arrojan luz sobre la crisis climática y sus consecuencias. Tal como ella indica, “algo sí está cambiando”. Sus esfuerzos se enmarcan dentro de aquellas actuaciones que están logrando ganar pequeñas batallas contra el mayor reto medioambiental del siglo, el cambio climático, que infoLibre reseñará, a lo largo del verano, en esta sección de la revista Verano Libre.
Aunque a día de hoy todavía no existe una definición internacionalmente aceptada de este fenómeno, Felipe señala que la que más se utiliza es la que la OIM ha incluido este año en su glosario. Según esta entidad, el término de migración climática describe “el traslado de una persona o grupos de personas que, predominantemente, por cambios progresivos o repentinos en el entorno debido al cambio climático, están obligados a abandonar su lugar de residencia habitual u optan por hacerlo, ya sea de manera temporal o permanente dentro de un Estado o en una frontera internacional”.
Desde que se empezó a hablar de este tipo de desplazamientos el debate ha estado acompañado de la controversia en torno a su definición, utilizándose diversos términos como migración forzosa ambiental, refugiados climáticos, personas desplazadas por el clima… “Desde el punto de vista jurídico es muy complicado, porque si tú no sabes de qué persona estás hablando concretamente, ¿cómo vas a elaborar un marco jurídico que pueda servir?”, apunta la investigadora.
Y, aunque el término más reconocido mundialmente es el mencionado antes, algunos académicos y organizaciones prefieren el de refugiado climático, según señala Felipe en el documento realizado junto a Ecología y Desarrollo (Ecodes) Migraciones climáticas: una aproximación al panorama actual, publicado en 2018. En este informe se expone el ejemplo de François Gemenne, un autor que “utiliza la denominación refugiados climáticos como un instrumento de defensa para resaltar los aspectos políticos de las causas de las migraciones y considera a quienes las realizan víctimas del desarrollo industrial”. Asimismo, pretende recalcar la necesidad de protección internacional de estas personas.
La investigadora y ambientóloga, Beatriz Felipe.
La carencia durante todos estos años de un concepto claro para referirse a esta emergencia climática ha incidido, por otro lado, en la falta de cifras concretas sobre el fenómeno. Así, según el informe, “se han publicado cifras que oscilan entre los cero migrantes climáticos hasta los cientos de millones”, que pronosticaba Environmental Justice Foundation para 2100.
La investigadora señala que “es importante conocer las cifras, sobre todo, para poder comparar o para identificar cuáles son los casos más graves, para poder planificar y hacer mejores estrategias”, pero añade que “ya hay tantos ejemplos y tantas realidades en el día a día que el no tener cifras concretas no puede justificar la inmovilidad de la clase política o del derecho”.
Causas
En cualquier caso, el problema de fondo que ambas controversias plantean –la de la definición y la de las cifras– se encuentra en las causas de estos movimientos de población. La dificultad se “sustenta en la complejidad de estas migraciones debida a la multiplicidad de factores que las inducen, a la frecuente dificultad a la hora de establecer el nexo entre un determinado movimiento de población y el cambio climático”, señala el informe de 2018.
El calentamiento global, unido a los propios fenómenos que desencadena –sequías más intensas, inundaciones repentinas, elevación del nivel del mar, acidificación de los océanos, etc.– ha influido en los patrones migratorios, dando lugar al fenómeno conocido como migraciones climáticas. Pero, según reseña otro informe de Beatriz Felipe, esta vez elaborado junto con Daniel Iglesias Márquez, Migraciones climáticas: visibilizando las causas subyacentes y sus múltiples realidades, “resulta importante tener en cuenta que el cambio climático por sí solo no genera movimientos de población, sino que son un conjunto de causas las que hacen que las personas abandonen sus hogares sobre las que influye el cambio climático”.
De esta forma, continúa, “los factores políticos, culturales, socioeconómicos y ambientales interactúan e influyen en las migraciones asociadas al cambio climático”. A estos agentes habría que añadirles, además, las situaciones personales, junto con los factores que obstaculizan o facilitan el proceso migratorio (marco jurídico y político, coste económico de la migración o redes de contactos). Por todo ello es por lo que resulta tan complicado establecer una definición y unas cifras que abarquen correctamente dicha crisis climática.
Así, se han producido migraciones masivas en países como Somalia o Sudán debido a la mezcla de conflictos y persecuciones con el agravamiento de la sequía que, a su vez, conlleva a la pérdida de cultivos y ganado y a la malnutrición, entre otras consecuencias. En Panamá los habitantes de una de las islas de la comunidad indígena —grupo especialmente vulnerale a este tipo de desplazamientos, junto a las mujeres—, Kuna-Yala, se han visto obligados a abandonar el archipiélago debido a la sobrepoblación, la destrucción de los arrecifes coralinos –por acción humana– y por los fenómenos derivados del cambio climático: aumento del nivel del mar y tormentas cada vez más severas.
Isla de la comunidad indígena de Kuna-Yala. Foto: Beatriz Felipe.
Los autores de este texto inciden, además, en la enorme relación que todos estos factores guardan con el sistema capitalista, al que acusan de ser el máximo responsable. En este sentido, señalan que los conceptos utilizados –migrantes climáticos o refugiados climáticos– son muy simplistas. Y añaden: “Podemos decir que intentan transmitir la idea de que la causa última de la migración está en la degradación ambiental, encubriendo así que son las políticas y prácticas productivas insostenibles las que originan, en el fondo, la degradación ambiental. Por lo tanto, deberíamos hablar de migrantes del capitalismo”.
“Ese término me encanta porque al final el cambio climático es otra forma más de visibilizar las consecuencias de un sistema económico depredador, injusto… global”, apunta Felipe. Pero, aún así, la ambientóloga prefiere quedarse con el término de migraciones climáticas ya que considera que el de migrantes del capitalismo sería rechazado por la comunidad, además de que invisibilizaría la parte ambiental.
Avances
Ya han transcurrido 40 años desde que se comenzó a hablar de migraciones climáticas y aún hoy varios debates –tales como el de la nomenclatura, las cifras y la situación jurídica– siguen sin resolverse. El informe de 2018, Migraciones climáticas: una aproximación al panorama actual, afirma que “sin embargo, poco a poco se van dando pequeños pasos: se está progresando en las investigaciones científicas multidisciplinares, en la recolección de datos, en el estudio de casos y, en la esfera política internacional, el tema comienza a ganar el espacio que requiere, tratándose en diversos foros de gran relevancia”.
La creación de redes temáticas de divulgación y/o investigación sobre estos desplazamientos como, por ejemplo, la de Migraciones Climáticas –donde Felipe colabora–, junto a una mayor difusión mediática favorece el conocimiento del fenómeno. “Es un efecto muy positivo porque ya están diciendo, al menos, que esto existe y hay que hacer algo. Y esto ha ayudado a que la población también conozca la situación porque hace unos años era un aspecto muy invisibilizado”, asegura Felipe. Asimismo, la labor de investigación de la jurista y de otros académicos y científicos cumple un papel fundamental al dar parte de la situación actual, a la vez que ejerce presión sobre la comunidad política y favorece el conocimiento de la situación de emergencia climática.
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El informe asegura que “además, se están produciendo una serie de avances jurídicos y de eventos que indican que el tema, al menos, ha comenzado a tratarse a nivel político en la esfera internacional”. En esta línea se han puesto en marcha varias iniciativas que pretenden establecer un marco jurídico en torno a esta emergencia climática, según señala el informe elaborado junto a Ecodes. La Convención de Kampala, en 2012, se convirtió en el primer instrumento jurídico regional al abordar el desplazamiento interno de forma completa y detallada. En 2016, el Acuerdo de París incluyó a las personas migrantes en su preámbulo e invitó a la creación de un equipo de tareas, conocido como Task Force of Displacement, encargado de desarrollar recomendaciones “para evitar, reducir al mínimo y afrontar desplazamientos relacionados con los efectos adversos al cambio climático”. O, en 2015, la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 incluyó a estas personas como grupo especialmente vulnerable.
Además, la aproximación a una definición internacionalmente aceptada y los informes elaborados anualmente por el Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno –que incluyen el número de desplazamientos debido a desastres y que han incluido en 2018 los asociados a sequías– suponen un progreso en la controversia de las cifras.
A pesar de todos estos avances, muchas personas ya han tenido que desplazarse de sus hogares forzadas por la crisis climática. Beatriz Felipe no oculta que “las cifras irán a mayor”, pero cree que sí se está produciendo un cambio en la sociedad y que es muy importante la concienciación de la población, la cual puede ejercer presión en la clase política. “La voluntad política realmente no existe, pero para que haya algo hace falta una sociedad empoderada”, concluye.