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Un Reino Unido sin un primer ministro y sin estrategia

Boris Johnson, en una imagen de archivo.

Amandine Alexandre (Mediapart)

Lo que se ha abierto a principios de esta semana al otro lado del Canal es una crisis dentro de la crisis. Hace ya quince días que el covid19 azota al Reino Unido y el listón del millar de víctimas se sobrepasó el 28 de marzo, cuatro días después de la implantación por el gobierno de medidas de confinamiento.

El domingo por la tarde, cuando se transmitió el mensaje de la reina Isabel II por la televisión y la radio, ya había en los hospitales un recuento de casi 5.000 víctimas, entre ellas una decena de profesionales sanitarios. A lo largo de la tarde del domingo, la tuerca del virus dio varias vueltas en todo el país con la novedad de la hospitalización de Boris Johnson, que ya había sido diagnosticado el 27 de marzo.

Según fuentes oficiales, la hospitalización no se hizo con urgencia. En el encuentro diario con la prensa sobre el coronavirus, Dominic Raab, el ministro de Asuntos Exteriores, decía el 6 de abril que la “moral del primer ministro (era) buena”, repitiendo el mensaje publicado poco antes por Boris Johnson en Twitter.

Pero la noticia del traslado del primer ministro, de 55 años, a cuidados intensivos finalmente confirmó lo que los medios y una parte de los británicos sospechaban desde hacía días: once días después de su diagnóstico, Boris Johnson entraba en una fase crítica de la enfermedad. También de fuente gubernamental, el traslado del primer ministro a cuidados intensivos solo es una medida de precaución, “por si necesitara un respirador”.

La cuestión es que el estado de salud de Boris Johnson es preocupante, digan lo que digan en Downing Street, y provocó una conmoción en los círculos de poder, como indican los numerosos testimonios de simpatía que llegaron por Twitter justo después del anuncio oficial.

El nuevo líder de los laboristas y también de la oposición, Keir Starmer, elegido el pasado sábado, lamenta esta “terrible y triste noticia” y afirma que “el país entero está detrás del primer ministro y su familia en estas horas increíblemente difíciles”. Nicola Sturgeon, la primera ministra escocesa, y el alcalde laborista de Londres, Sadiq Khan, dicen tener al primer ministro en “su pensamiento” y en “sus oraciones”.

De repente, la política se suspende y una gran parte del país parece contener la respiración por este hombre que, sobre mediados de marzo, había creado una polémica al optar inicialmente por “la inmunización en masa” frente al covid-19, una estrategia que llevaba a la inacción. “Muchas familias van a perder familiares antes de tiempo”, había anunciado Boris Johnson de forma temeraria.

El pasado martes 7 de abril por la tarde, según fuentes oficiales, el estado de Boris Johnson era estable y no le habían colocado respiración artificial. Ahora que el estado de salud del primer ministro preocupa menos, se recupera la polémica.

Las responsabilidades que le caen a Dominic Raab plantean algunas cuestiones. Conforme a derecho, Boris Johnson no ha dejado de ser primer ministro. El ministro de asuntos exteriores ha sido llamado a reemplazarle solo “en lo que sea necesario”. Michael Gove, mano derecha de Boris Johnson en Downing Street, ha dicho que las decisiones relativas al confinamiento, en vigor hasta el 15 de abril por el momento, serán tomadas de “manera colectiva y en base a los consejos adecuados”.

No obstante, la incapacidad de Boris Johnson para gobernar crea confusión en la cima del poder, sobre todo en el plano militar. En efecto, el jefe de las fuerzas armadas británicas, general Nick Carter, aseguró que el primer ministro era el responsable último en materia militar y que contaba con el respaldo del National Security Council, órgano que se reúne todas las semanas para hacer balance de la seguridad nacional.

Pero ¿qué pasaría si el primer ministro perdiera el conocimiento o muriera por el coronavirus? ¿O si personas clave del gobierno fueran también incapaces de cumplir con su función a causa del covid-19? La cuestión no es solo teórica. El ministro de sanidad, Matt Hancock, acaba de recuperarse pero Michael Gove, ministro sin cartera encargado del buen funcionamiento del gobierno, ha anunciado que se aislaba porque un miembro de su familia tenía síntomas del coronavirus. En cuanto a Dominic Cummings, consejero jefe del primer ministro, sigue sin aparecer por Downing Street a causa del covid19.

Según The Times, que cita una fuente gubernamental anónima, “hay un vacío político en Downing Street, (…) y no se sabe muy bien quién dirige las cosas”, aunque el jefe del gabinete del primer ministro, Mark Sedwill, sigue en su puesto.

La ausencia de Boris Johnson al mando de la nave gubernamental es especialmente polémica porque no se ha alcanzado aún el pico de la epidemia. Respecto a los análisis de orina en los que confiaba el ejecutivo el mes pasado para detectar los anticuerpos y facilitar una salida a la crisis, la opinión general de los especialistas británicos es que no son fiables.

Boris Johnson ha cometido sin duda errores en la gestión de esta crisis sanitaria. Le ha costado entender el carácter muy contagioso del virus y su letalidad pero, a pesar de todo, hasta hace unos días el primer ministro disfrutaba de una gran popularidad entre la población. ¿Inspirará Dominic Raab, su sustituto accidental, la misma confianza?

En todo caso, es muy probable que el perfil del ministro de Exteriores ponga nerviosos a algunos diputados, sobre todo de la izquierda. Catapultado por Theresa May en 2018 a la primera línea de la política, este ultraliberal y Brexiter de primera hora, quedó retratado por sus declaraciones poco diplomáticas respecto a la UE y por sus enormes lagunas en materia de geografía y de la economía británica. En septiembre de 2018 admitía que “parece que el país sea especialmente dependiente de Dover-Calais para nuestros intercambios comerciales”, confesando que eso no lo había “entendido” bien hasta entonces.

Keir Starmer, el sucesor de Jeremy Corbyn en el partido laborista, se reunió con Dominic Raab. En un video emitido el martes 7 de abril, el jefe de la oposición declaraba: “La gente está preocupada (…) El partido laborista actuará en interés nacional. He prometido apoyar al gobierno en lo que sea conveniente y animarle a ir más lejos cuando sea necesario”.

El riesgo ahora es que la hospitalización de Boris Johnson, por preocupante que sea, no distraiga la atención del gobierno y de los medios sobre los riesgos más importantes a los que se enfrentan el personal médico y resto del personal sanitario en los hospitales y las residencias de personas mayores.

Según un sondeo realizado por la British Medical Association entre 2.000 médicos, publicado este martes, más de dos tercios de ellos consideran que no están suficientemente protegidos contra el coronavirus.

El 'caso Cummings' ilustra la dependencia política de Boris Johnson

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Traducción de Miguel López.

Texto original en francés:

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