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Los libros

Lo que ocultan los bosques de Israel

Muros, bosques, tumbas. Un periodista en Jerusalén, de Joan Cañete Bayle.

Teresa Aranguren

Muros, bosques, tumbas. Un periodista en Jerusalén 

Joan Cañete Bayle

Lengua de Trapo

Madrid

2020

Hay dos cualidades que considero imprescindibles en el hacer de un buen periodista: una es la capacidad de describir, explicar, contar lo que pasa con claridad y ritmo narrativo; la otra, más de fondo, tiene que ver con la verdad, contar la verdad de lo que pasa, pero ¡alto ahí!, ya estoy oyendo la vocecita que me interpela con un displicente. Pero ¿qué es la verdad?, la verdad no existe. De acuerdo, la VERDAD no existe, como tampoco existe la democracia, la libertad , la justicia… nada de esto existe en términos absolutos, pero sí en tanto que objetivo, esfuerzo, búsqueda. El relativismo es muy útil como antídoto de fanatismos y dogmatismos varios pero llevado al extremo nos conduce al nihilismo del "todo vale porque nada vale", actitud que suele resultar muy conveniente para quienes se ajustan al discurso dominante y prefieren que todo siga como está porque como está les va relativamente bien.

Joan Cañete sabe contar una historia y sabe que no basta con eso, que lo más importante es que la historia que cuenta cuente la verdad. Por eso es un gran periodista además de un excelente narrador.

Su libro Muros, bosques, tumbas. Un periodista en Jerusalén trata del conflicto palestino-israelí, pero trata también del oficio de informar y de cómo hacerlo con decencia: "En esencia el oficio de periodista es ir, ver y después explicar. Puede ampliarse a ver, leer, entender, preguntar, escuchar, informarse y formarse para después explicar". He ahí, ya en el primer capítulo del libro, una buena reflexión sobre el trabajo periodístico; podemos conformarnos con "ir, ver y después explicar", que es a lo que muchas veces la premura del oficio conduce, o buscar más allá de lo que se nos ofrece en una primera mirada, y para ello hay que "ver, leer, entender, preguntar, escuchar"… Porque hay realidades que no se ven a simple vista, a veces la realidad es como una cebolla y hay que ir levantando una a una las capas que la cubren hasta llegar al centro.

Joan Cañete va levantando las capas de esa cebolla empezando por la del discurso imperante, así lo denomina, hasta tocar la verdad que subyace oculta por ese discurso. Y lo hace desde el título de su libro, Muros, bosques, tumbas, que desconcierta un poco, porque los muros y las tumbas sí parecen términos adecuados para hablar de la dramática realidad del conflicto palestino-israelí pero ¿los bosques? ¿ A cuenta de qué vienen aquí los bosques?

El hecho es que en Israel hay bosques, bastantes más de lo que es habitual en la región. No es que antes de la creación de Israel Palestina fuese un desierto, tal como la propaganda sionista quiso hacer creer, la verdad es que, como en otros territorios de la cuenca del Mediterráneo, en Palestina había y hay zonas semidesérticas y otras tan fértiles como la costa levantina de España: había huertos, naranjales, campos de olivos, bosquecillos… pero no había bosques como los que ahora hay en Israel. Entre otras cosas porque esos bosques fueron plantados buscando "crear un paisaje de verdor al estilo europeo, sin rastro del pasado". La frase es de Ilan Pappé, a quien el autor cita al hablar de esos bosques y de por qué figuran en el titulo de su libro: "¿A quien no le gustan los árboles? ¿Quién no disfruta de un buen bosque? En el libro The ethnic cleansing of Palestine, el historiador israelí Ilan Pappé explica que casi todos los bosques plantados por el FNJ [Fondo Nacional Judío] se alzan en las ruinas de los pueblos y aldeas palestinas destruidas en 1948".

La obligación del periodista no es la equidistancia ni la neutralidad, por mucho que casi siempre se equiparen ambas, equidistancia y neutralidad, con el buen periodismo. La obligación de quien tiene el oficio de informar es buscar la verdad y tratar de contarla. Por eso, describir sin más los frondosos bosques y los idílicos parques de los que Israel presume no es periodismo o no es un periodismo decente; en palabras del autor "al ver el bosque, un periodista no puede ni debe hacer otra cosa que no sea informar de quien, cómo, cuándo, por qué y para qué se plantó".

Pocos conflictos han generado tantas noticias y durante tan continuado espacio de tiempo como el palestino-israelí: los términos campo de refugiados, estado judío, OLP, intifada, asentamiento, territorio ocupado, proceso de paz, forman parte del paisaje informativo en el que la mayoría de nosotros hemos crecido. Pero el lenguaje sirve tanto para describir la realidad como para escamotearla, eso es algo que siempre han sabido los gabinetes de prensa y los expertos en comunicación. Los hechos se ocultan mejor tras muros de palabras que con el silencio.

Por eso es tan necesario y tan pertinente el análisis del lenguaje que el autor aborda como preámbulo imprescindible de toda información sobre el conflicto palestino-israelí. No es lo mismo decir muro que valla de seguridad, Cisjordania que Samaria, territorio ocupado que territorio en disputa. "Las palabras", dice Joan Cañete, "nunca son neutrales, responden a una mirada y la de este libro la conforman los derechos humanos, las libertades políticas y civiles y la legalidad internacional". Toda una declaración de principios y de intenciones.

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Este es un libro sobre el conflicto palestino israelí cargado de conocimiento histórico, datos, testimonios, vivencias, reflexión propia y ajena y voluntad de contar lo que ocurre. Es también un admirable ejercicio de ética periodística.

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Teresa Aranguren es periodista. 

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