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47 años del golpe de Pinochet: el caso del general Lutz

Mural con fotos de los asesinados durante la dictadura en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago de Chile

Mario Boero Vargas

El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe de Estado en Chile contra el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Después de décadas de ocurrido, se han examinado miles de ángulos políticos, sociales y económicos relativos a la caída del gobierno, así como la emergencia y desarrollo de una oposición conformada por la Democracia Cristiana, de Eduardo Frei, en alianzas y pactos con la tradicional derecha chilena.

Uno de los tantos asuntos lacerantes, hostiles y crueles establecido a raíz del golpe militar de Augusto Pinochet ha sido la información, divulgación y puesta en común en foros internacionales de la violación de los Derechos Humanos que se hicieron rutina y cosa común a lo largo de su régimen castrense (1973-1990). En largas listas de detenidos, torturados y desaparecidos, se incluyen no solo chilenos (desde estudiantes hasta sindicalistas o mujeres universitarias) sino también extranjeros, que observaban con interés público la "vía chilena al socialismo". Entre ellos, como víctimas, podemos mencionar al asesinado sacerdote catalán Joan Alsina, y al desaparecido religioso de Xátiva llamado Antonio Llidó, entre varios otros ciudadanos extranjeros en ese momento del putsch en el país.

Un caso que resultó llamativo, y que se hizo notorio en el concierto internacional, fue el de Charles Horman, llevado al cine gracias a Costa-Gavras con su filme Missing (1982). Se trata de un joven periodista norteamericano cuyo itinerario personal, instalación en Chile y circunstancias biográficas respecto a su inicial desaparición (que se confirma posteriormente como asesinato de las FF.AA. en septiembre de 1973) son examinadas a lo largo de mi texto Chile. La herencia de un testimonio. Pasado histórico y memoria narrativa, (Ediciones Arcos.Madrid.2013).

Es un material que intenta pasar revista de forma crítica a las vicisitudes vividas por Horman a raíz de su detención, interrogatorios y muerte en Santiago de Chile, causando a la larga polémicas y serios conflictos diplomáticos entre la Casa Blanca y La Moneda. Sobre todo por las contradicciones, mentiras y manipulaciones que establecen en un primer momento ambos gobiernos con el fin de ocultar la muerte del ciudadano estadounidense (también es asesinado con él Frank Teruggi) por parte de estamentos militares chilenos. Pero junto a este asesinato de Horman, se produce una cierta concordancia fúnebre respecto a nuestra historia pues también muere (en 1974) el general Augusto Lutz, que es según testimonios históricos el causante de la muerte de Charles Horman.

En el prólogo de mi texto se dice que en septiembre de 1973 el general de brigada Augusto Lutz era el Jefe del Servicio de Inteligencia del Ejercito de Chile que, como es sabido, desempeñó un papel de importancia en la organización de la represión que se desató en el país por el golpe de Estado. Augusto Lutz fue relevado de su cargo a finales de 1973, y se le ofreció el puesto nada desdeñable de Secretario de la Junta Militar. Es probable que, en los meses siguientes, Lutz incubara un cierto desacuerdo con los métodos de Pinochet y con el rumbo que estaba tomando el régimen militar chileno. Es difícil decidir el alcance de dicho desacuerdo, pero es el que ha permitido poner en duda la versión oficial de su muerte (en Punta Arenas, noviembre de 1974) sobre la cual -según su familia- podría ceñirse la sombra de la policía política del régimen de Pinochet llamada DINA. En ciertos círculos y sitios web, la responsabilidad de su muerte se vincula con la CIA.

Aunque resulte imposible demostrar, la hipótesis de la CIA no resulta arbitraria, ya que el nombre de Lutz ganó una cierta notoriedad internacional a raíz de su implicación en la desaparición y asesinato de Charles Horman, periodista norteamericano residente en Chile, como hemos dejado dicho. La película de Costa-Gavras dio una extraordinaria visibilidad al caso situando a Lutz como uno de sus mayores responsables.

La investigación que había servido de base para el filme (pero con antecedentes documentales en el estudio de Thomas Hauser. The execution of Charles Horman, de 1978) demostraba dos cosas de mayor importancia: que en la muerte de Horman habían estado implicados los servicios de inteligencia norteamericanos y la Embajada de USA en Santiago, y que la razón fundamental de su asesinato era que Horman había descubierto la implicación directa del Gobierno de Estados Unidos en la planificación, organización y ejecución del putschputsch del 11 de septiembre de 1973.

Con todo, las iniciativas de familiares de Lutz, después de décadas de acaecido el deceso del general, buscan de diversos modos obtener luz y claridad acerca del exacto contexto de la muerte del uniformado. Incluso han solicitado exhumar su cuerpo y analizar fuentes corporales para confirmar cuál fue su real deceso. Además se ha pretendido modificar su estricta figura golpista (sin decir nada respecto de Horman o su viuda) con una novela de una de sus hijas titulada Años de viento sucio.

Frente a ello, han quedado datos evidentes de su completa implicación en la construcción del nuevo régimen erigido por Pinochet; antes de tal proceso ya existe una dinámica conspiradora en Augusto Lutz. El movimiento ultraderechista Patria y Libertad jugó un papel destacado en el derrocamiento de Salvador Allende. El secretario general de dicho movimiento, constituido por auténticos cuadros de futuros agentes de la DINA, afirma que entre Patria y Libertad y el general Lutz se mantienen relaciones "fluidas" antes del golpe.

Finalmente, para claridad y paz de los Horman, las informaciones oficiales del Poder Judicial de Chile concluyen por considerar la evidente implicación de Augusto Lutz en los hechos que ocasionan las muertes de Ch. Horman y F. Teruggi. El 29 de noviembre de 2011 (37 años y un día después del deceso de Lutz) el ministro en visita de la Corte de Apelaciones de Santiago, Jorge Zepeda, al dictar procesamiento por homicidios de ambos estadounidenses, estima decisiva la función operativa del general Lutz en el desenlace de los asesinatos.

Un 11 de septiembre político

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Después de 47 años del suicidio de Allende y del inicio del régimen de la Doctrina de la Seguridad Nacional, encauzada por las FF.AA.de Chile en ese momento, todavía es posible entrelazar biografías, tragedias y crímenes en la inagotable historia de la sociedad chilena.

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Mario Boero Vargas es teólogo y escritor, autor de libros como La herencia de un testimonio: Pasado histórico y memoria narrativa. El caso del general Lutz (Arcos.Madrid.2O13) o Recuerdos pendientes. Teología, sociedad y fe en la memoria chilena. (Arcos. Madrid.2008).

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