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Cultura

De la Agrado a 'Sobreviviré': la cultura LGTB que España no se puede permitir olvidar

Antonia San Juan como La Agrado en 'Todo sobre mi madre', de Pedro Almodóvar.

Libérate es el título de una canción compuesta por Vicente Raga en 1976 y popularizada por El Titi, a la que la periodista y escritora Valeria Vegas le concede el honor de ser “el primer himno abiertamente LGTBQ de España”. Y es también el título de su nuevo libro, editado por Dos Bigotes, una introducción voluntariamente pedagógica a la cultura española LGTBQ que incluye personajes, lugares, música y cine en una especie de diccionario enciclopédico. Es una pequeña muestra del saber que Vegas atesora sobre el asunto, y que ha quedado demostrado en ¡Digo! Ni puta ni santa —biografía de Cristina Ortiz, La Veneno, en la que se basa la serie Veneno— o Vestidas de azul —sobre el documental Vestida de azul y la representación de la mujer trans en la Transición—. Y así está pensado: los capítulos, breves, incluyen personajes e hitos muy conocidos, como Pedro Almodóvar, Alaska, la canción Sobreviviré o Lola Flores, pero también a otros desconocidos para la mayoría, como Dolly Van Doll o Psicosis Gonsales, que Vegas reivindica con más fuerza si cabe.

Lo que se denomina cultura LGTBQ es, sin embargo, un espacio extenso y elástico. Vegas señala los límites de la acepción a la que ella se ciñe: “Hablamos de esa cultura que visibiliza las disidencias, y que está mostrando el amor entre personas del mismo sexo o habla sobre la identidad sexual”, explica a este periódico. Es decir, que no caben solo las obras realizadas por artistas parte del colectivo, y también pueden entrar obras que hayan sido resignificadas por este. Incluso caben grandes figuras que, por su peso artístico y su apoyo a las personas LGTB, tienen un hueco reservado en el panteón. Pero en la introducción, la autora incluye un par más de precisiones: aquí aparecen solo creadores que hayan hecho pública su condición, y se reduce solo al ámbito del espectáculo, entendido como “un reducto de libertad”, además del campo en el que la autora se ha especializado.

Vegas se resiste a calificar su libro de “necesario”, aunque sí indica que es el primero en abordar la cultura LGTBQ en España de esta manera. Y ve la recuperación de estos artistas y obras como un acto de justicia histórica: “Durante mucho tiempo hemos perdido esta cultura. Y conocer esto puede servirle a mucha gente para saber que no estás sola, que no estás sole”. También, incluso, para que las nuevas generaciones aprendan de la lucha de los mayores, y de aquello a lo que ellas y ellos tuvieron que enfrentarse: “La gente joven no es consciente de lo que tuvieron que batallar, y de ninguna manera podemos decir que 2020 sea peor que 1981, de ninguna manera”. Al final de la introducción formula otro deseo: “Tener constancia de nuestro pasado nos permitirá asentar los cimientos de nuestro futuro”. Estos son algunos de los hitos de esta historia cultural que Vegas se propone reivindicar.

Dolly Van Doll, una pionera en Barcelona

Dolly Van Doll es un nombre poco común para una vida poco común. Se trata del sobrenombre artístico de Carla Follis, italiana nacida en 1938, que llegó a ser vedette del mítico Carrousel de París —cabaré de Pigalle que hizo sitio durante décadas tanto a las estrellas de la chanson como a las grandes estrellas del género— y que fue pionera también al someterse a una de las primeras operaciones de reasignación de sexo. Tras recorrer medio mundo, se instala en Barcelona en 1971, donde se establecerá como una de las principales empresarias del espectáculo. “La dictadura lo que no permitía es que se transicionara, pero hacía la vista gorda para las personas extranjeras que ya habían hecho su transición”, explica Vegas. Esto le permitió no solo convertirse en una de las estrellas del Barcelona de Noche —local al que la escritora dedica su propio capítulo—, sino que será reconocida también como empresaria, una posición vedada para la inmensa mayoría de las mujeres trans. Solo cinco años después de llegar a España abrirá junto a su marido la sala Belle Époque, con sede en Valencia y Barcelona; esta última permanecería abierta hasta mediados de los noventa. “Yo he tenido el placer de conocerla y hablar con ella, y es una señora fascinante”, cuenta Valeria Vegas. “Tiene una historia increíble, pero es que además sigue siendo rápida y despierta. En mitad de la comida te hace un truco de magia, a sus 82 años”.

La vida de Carla/Dolly es excepcional: fue pionera en un momento en que serlo salía caro —¿cuándo no?— y triunfó; recorrió los principales escenarios de Europa antes de que el cabaré cayera en declive; su vida ha estado jalonada de viajes, creación, fiesta y lentejuelas. Y llegó a ser una celebridad: en 1982, La Vanguardia cubría la inauguración de la Belle Époque barcelonesa: “Dolly Van Doll, bien conocida de todos los catalanes, ha trasladado su feudo valenciano de igual nombre al local de la calle Muntaner...”. Pero, aunque lo tiene todo para un biopic, apenas se la conoce hoy. ¿Por qué? “Yo creo que no llega a ser mediática en un sentido mainstream, aunque tampoco es precisamente underground. A Dolly donde la veían era en TV3, y no estaba considerada fuera de Cataluña. El libro está lleno de localismos, personas que eran auténticas figuras en sus ciudades, pero que se quedaban ahí”.

La Esmeralda de Sevilla, camp y feriacamp

Algo así le ocurrió a La Esmeralda de Sevilla, nombre artístico de Alfonso Gamero Cruces, folclórica transformista que reinó en la Feria de Abril, en Canal Sur y en el escenario de La Caseta, el local de espectáculos que abrió en La Rinconada. Gamero Cruces nace en 1935, en una familia de pocos recursos, y se bautiza en plena faena limpiando casas: en un chalé, deja tan reluciente una lámpara que sus compañeras la comparan con la piedra preciosa. La Esmeralda va creciendo en el Rocío y en la Feria, donde entretiene a señoritos y currantes. Pero cuando verdaderamente despega como artista es cuando conoce a Marifé de Triana, para quien trabajará como sastre y encargado de vestuario durante largo tiempo. Junto a ella se le ve en televisión, en programas como Lo que yo te cante, en Canal Sur, cadena donde sería también entrevistada por Jesús Quintero.

“Me interesa porque lo que hace es adentrarse en el público heterosexual, en el enemigo, y quienes acuden a su venta en La Rinconada son sobre todo matrimonios”, cuenta Valeria Vegas. “Se da cuenta de que puede sacar su talento adelante recalcando además su diferencia, que la potencia y la convierte en negocio”. Lo consigue, señala Vegas, en un ambiente que combina el purismo y lo popular, como puede ser la Feria de Sevilla, el Rocío o los cafés cantantes folclóricos. Y llega a incluir en su repertorio chistes “de mariquitas”, que cuenta en unas casetes popularísimas hasta los años dos mil. “Este subgénero del humor estaba destinado a complacer a un público en su mayoría heterosexual”, se lee en Libérate, “si bien es cierto que, contados por la Esmeralda, poseían mayor licencia de autoría y autenticidad, frente a los de Arévalo y otros cómicos que ni de lejos pertenecían al colectivo”.

La Esmeralda de Sevilla pertenece a una estirpe de personajes claramente disidentes, como Miguel de Molina o Falete, que sin embargo han sido celebrados por el público no LGTB. Porque Alfonso Gamero Cruces no escondió en absoluto su sexualidad, y se definía como “maricón con acento en la o”. “Hay un carisma especial que los hace ser abrazados por un público que a pie de calle los consideraría enemigos”, reflexiona Vegas. Y contra eso se quejaba la propia Esmeralda en una entrevista de 1985 con Carmen Rigalt: “Lo que no soporto es esa gente que me llama para divertirse en el Rocío y después me vuelve la cara, haciendo ver que no me conoce. No, hija, por ahí no paso; mi dignidad es mi dignidad, y exijo un respeto, el mismo que yo les doy a los demás”. No es casualidad que algunas de estas personas tocadas con el apoyo popular lo hayan logrado dentro del folclore, particularmente el de “copla y cañí”, dice la autora, “porque es un género que toca mucho las pasiones, los amores no correspondidos, los dramas superlativos, el vivir lo que uno es o desea en silencio, experiencias con las que el colectivo LGTBQ se puede sentir fácilmente identificado”.

Psicosis Gonsales, la primera drag queendrag queen

Psicosis Gonsales nació en España, aunque Norberto Di Giorno lo hiciera en Argentina en 1949. El actor se instala en este país en 1975: formará parte del ballet de Norma Duval y pondrá en marcha varios espectáculos de cabaré, como Di Giorno, de notte, antes de abandonar el género cuando este cayó en declive. Entonces, a principios de los noventa, crea a Psicosis Gonsales, que Valeria Vegas reivindica como la primera drag queen de España, la primera cuyo transformismo no viene de la tradición folclórica. “Yo he creado un nuevo estilo y un personaje que conjuga una imagen muy cuidada en el contrapunto de presentarme como la más cerda”, diría en una entrevista en El País Semanal en 1996. “En los setenta, estaba Paco España; en los ochenta, Pavlovsky, y, en los noventa, estoy yo”.

Es la primera en grabar un disco, y se pasea por programas como El semáforo de Chicho Ibáñez Serrador, La noche prohibida con Yvonne Reyes, Crónicas Marcianas, Parle voste, calle voste o Lo + Plus. “Ponías el programa de Nieves Herrero y salían Mar Flores y la duquesa de Alba, pero en medio tenías a Psicosis Gonsales. Y a la vez hacía un cabaret muy contracultural”, dice Vegas. La drag queen forma parte de una herencia olvidada por muchos de los que han conocido este arte gracias a la cultura estadounidense y a programas como el reality show RuPaul's Drag Race, que hace poco anunció su primera edición española después de las 12 temporadas que le han convertido en un fenómeno de masas en Norteamérica y que han contribuido a hacer del drag un fenómeno smainstream. “Tenemos una deuda pendiente”, reivindica la autora, “y yo creo que es en parte porque las han silenciado a las de aquí, porque siempre ha habido complejo y hemos considerado que lo de fuera es cool y lo de aquí es cutrecool. Yo no quiero renegar de Lady Bunny [prionera drag en EEUU], pero tampoco quiero olvidar que lo que yo tenía aquí era Psicosis”.

Un cine arcoiris: entre Calé y La ley del deseoCaléLa ley del deseo

Valeria Vegas señala dos ejemplos opuestos de cine LGTBQ español. Estrenados además casi al tiempo. Por un lado, Calé, de Carlos SerranoCalé, de 1987, que retrata el amor entre una actriz (Mónica Randall) y la mujer gitana (Rosario Flores) a la que contrata para preparar un papel al que se enfrenta. Por otro, La ley del deseo, de Pedro Almodóvar,La ley del deseo cuyos personajes centrales son una mujer trans lesbiana (Carmen Maura) y dos hombres homosexuales (Eusebio Poncela y Antonio Banderas), y donde se representa explícitamente el sexo entre hombres.

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Como explica la periodista, Calé llegaba tras otros títulos de temática lésbica que habían sido muy populares, como Me siento extraña, de 1977, con Rocío Dúrcal y Bárbara Rey. Pero si aquellos se enmarcaban dentro del destape, y se consideraban películas eróticas pensadas para público masculino, Calé no era explícita y se centraba más en la relación emocional entre las protagonistas que en la sexual. “Es verdad que no ha habido una gran representación en la visibilidad lésbica en España, quizás porque muchas mujeres lesbianas se han invisibilizado o no se han pronunciado, pero también ocurre que siempre que se ha querido visibilizar lo hacen hombres cishetero de manera morbosa”, critica Vegas. La película no fue muy apreciada por la crítica, y tampoco generó mucho interés en el público, pero eso no quita para que sea recordada como un eslabón importante de la cultura LGTB española: antes que Carmen y Lola, estuvo Calé.

La ley del deseo tiene su pedestal, como dice Valeria Vegas, no solo en la cultura LGTB española, sino en la cultura española a secas. Es hoy considerada una de las mejores películas de Almodóvar, y escenas como las de la representación teatral o la de Carmen Maura en la tórrida noche de Madrid están en la memoria de muchos cinéfilos. Pero no siempre fue así. Libérate recuerda que esa película, a diferencia de obras anteriores de Almodóvar, no contó con la subvención de TVE, que consideraba que no era una película apta para ser emitida en televisión, y tampoco ganó ningún Goya. “Con el tiempo ha ganado reconocimiento, y creo que no somos conscientes de ese pequeño veto”, dice Vegas. Si entró en el canon fue en parte, explica, por la propia figura de Almodóvar, que el año siguiente estrenaría su primera película de éxito internacional, Mujeres al borde de un ataque de nervios. “Si Mujeres no hubiera tenido el éxito que tuvo, quizás veríamos La ley del deseo como una película de culto”.

El filme es rupturista en dos sentidos. Primero, las escenas de sexo entre el triángulo amoroso compuesto por los personajes de Eusebio Poncela, Antonio Banderas y Miky Molina. “Anteriormente no se había retratado en sexo [entre hombres] de esa manera”, dice Vegas. “Es verdad que Eloy de la Iglesia había hablado de cosas más duras, pero no lo había mostrado de forma explícita. Almodóvar normaliza y naturaliza el mismo sexo que habíamos visto en las películas de Bigas Luna”. Pero también el papel de Carmen Maura, que interpreta a una mujer trans, lesbiana (aunque ha mantenido relaciones con hombres, ha decidido mantenerlas solo con mujeres) y madre. “Humaniza a la mujer trans, hace de ella una mujer madura, una madre responsable, algo que mucha gente todavía dice que no puede ser”, señala la periodista. El propio Almodóvar insistía entonces en una entrevista en que todo esto no tenía nada de escandaloso: “Bueno, ella es transexual y lesbiana, a él le gustan los chicos, pero no creo que esto sea una gran novedad. Lo que sí es cierto es que en ese terreno todo es muy claro, muy sincero”.

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