Entrevista
Gutmaro Gómez: "El Ejército interiorizó la Ley de Memoria Histórica como una amenaza corporativa"
Profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense, Gutmaro Gómez Bravo figura entre los grandes estudiosos de la represión franquista y el papel desempeñado en ella por el Ejército. Director del Grupo de Investigación Complutense de la Guerra Civil y del Franquismo, traza un análisis inquietante sobre los episodios que, como las cartas al rey o el chat de los fusilamientos, han reabierto en los dos últimos meses los interrogantes sobre la densidad de la sombra de la dictadura en las Fuerzas Armadas. El historiador sostiene que "no se puede tolerar más que ese discurso construido en la posguerra o en la propia guerra se siga difundiendo en los cuarteles hoy en día". Pero aunque piensa que el Ejército interiorizó "como una amenaza corporativa" la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007 durante el mandato de Zapatero, se muestra optimista ante la que debe ser su ley heredera: la de Memoria Democrática. Si nace como "cosa de Estado" y no como una herramienta vulnerable ante cualquier cambio de Gobierno, "ya se podría ir cerrando una parte importante del pasado y pasar página". Ahora bien, incluye en su pronóstico una cuña preocupante: "Si las sentencias de los tribunales militares franquistas se anulan simbólicamente, que lo haga el Estado porque como el Ejército tenga que reconocer que carecen de legitimidad, ahí sí que va a haber un problema".
PREGUNTA: La nueva norma sobre escuelas militares que ordena potenciar la enseñanza de valores constitucionales y pone límites claros contra la vulneración de principios democráticos implica reconocer por primera vez un problema en el ejército. ¿Estamos ante un problema grave o leve pero cronificado?
RESPUESTA: Creo que es una constante. Y por tanto es un problema, no sé si calificarlo de grave o no, pero sí histórico. Es una cuestión que hay que controlar, que no se puede dejar pasar.
P: Pues parece que los sucesivos Gobiernos sí lo habían dejado pasar.
R: Hombre, es complejo. No porque sea difícil, sino porque hay muchos factores. Es verdad que el problema fundamental parece que se soluciona entre los ochenta y los noventa con el cambio generacional y con el paso a la reserva de buena parte de la gente que procede directamente del régimen. Pero luego otra cosa son todas las cuestiones simbólicas y las culturales y en definitiva, la propia memoria y la propia identidad del Ejército, que sigue anclándose en el franquismo. Esas son dos cuestiones distintas que no se solucionan con medidas oficiales: se trata de un cambio drástico que tiene que darse como en otros estamentos del Estado.
P: En una entrevista de 2014, usted subrayaba que a diferencia de otros países con pasado dictatorial, aquí no se habían producido depuraciones en la Policía. ¿Y qué pasa con el Ejército?
R: Yo creo que tenía que haber habido una responsabilidad, a lo mejor no penal o jurídica, pero sí una cierta asunción de responsabilidad colectiva.
P: ¿Qué debemos pensar al ver que militares retirados que se proclaman defensores de la Constitución firmaron hace apenas dos años y medio un manifiesto de adhesión a Franco?
R: Bueno, eso es muy triste, creo que es el ejemplo más claro no de involución política pero sí del riesgo de que esa tensión constante entre lo constitucional, lo civil y lo propiamente franquista siga existiendo, que no debería existir. Las vías que tienen para participar en política tienen que ser individuales. Así no se les prohíbe su derecho a tener expresión política pero se evita que se les manipule. Porque pienso que se les está utilizando políticamente.
P: ¿Quién los está utilizando?
R: Yo creo que Vox, ¿no? Fundamentalmente apelan a ellos cuando hablan de “los nuestros”. Todo el populismo conservador manipula muy claramente el sentimiento que les lleva a ver la memoria histórica como algo que va contra ellos. Seguramente hay un malestar o parte de ellos tenga un malestar porque se les quite de primera plana o se les acuse de algunas cosas. No debería ser así.
P: Entiendo que usted considera que Vox ha sido, pues, como el calefactor que ha descongelado lo que estaba en hibernación.
R: Claro, utiliza a los militares políticamente y eso es lo más pernicioso para una institución como el Ejército. Cuando ellos apelan a esos firmantes de las cartas al rey como “los nuestros”, se los están apropiando. Y esa es la cuestión.
P: En los dos últimos meses hemos conocido esas cartas, el chat que anima a fusilar a 26 millones de hijos de puta, el vídeo donde se ve a jóvenes de la Escuela Naval de Marín coreando el himno de la División Azul y la incorporación al orden del día de otra escuela militar de la efeméride del hundimiento de un submarino de la “escuadra roja”. ¿Qué es lo que ha producido ese rebrote? ¿O no estamos ante un rebrote y simplemente ahora le prestamos más atención y se conocen hechos que siempre han ocurrido?
R: Yo creo que más bien es eso último. Que es algo que ha continuado, que ha existido, que forma parte no de una cultura de todos pero sí de una cultura por lo menos permitida. La diferencia fundamental con el mundo europeo es que no se trata de glorificar una guerra exterior sino una guerra civil. Y eso es un problema sustancial. Porque forman parte de un ejército que se dividió. Los militares que no se sublevaron contra la República deberían también ser explicados en las academias militares españolas: el general Rojo o Miaja u otros que sí se estudian en el extranjero. Yo creo que hay que hacer un esfuerzo por incorporarlo porque también creo que la mayor parte de los oficiales o del ejército técnicamente preparado y joven está fuera de esto. Y luego parece también que hay un poso de glorificación de esa cultura o de esos rasgos del ejército franquista que desde luego no deben ser consentidos. Pero tampoco se trata de que tiren piedras sobre su propio pasado: simplemente tienen que seguir la evolución que ha seguido su país.
P: Mire, sería impensable que en cualquier centro académico se permitiera que un profesor dijese que la mujer debe ser sumisa al marido. Y sin embargo hemos visto que en una efeméride inserta en el orden del día de una escuela militar aparecía lo de los rojos y los nacionales.
R: Eso es muy grave. No se puede tolerar más que ese discurso construido en la posguerra o en la propia guerra se siga difundiendo en los cuarteles hoy en día.
P: No, no, lo que le pregunto de nuevo es por qué los Gobiernos de los últimos cuarenta años lo han permitido. O han cerrado los ojos.
R: Yo creo que no han conseguido modificar la estructura de las ordenanzas y las enseñanzas. No sé si es que no basta con modificar completamente las enseñanzas o si existe un cierto miedo a controlarlas más de lleno. Sí creo que parece que hay determinadas cosas que son más o menos sagradas y no se tocan... O se deja hacer. Y eso realmente es un problema porque el Ejército forma parte del Estado y tiene que cambiar su forma de ver la historia.
P: ¿Quiere decir que el Ejército vive en un mundo paralelo?
R: En parte, por lo que estamos viendo realmente hay unos síntomas de que sí que vive de una manera muy nostálgica algunas cuestiones.
P: Decía usted en esa entrevista de 2014 que tenemos el dudoso honor de ser el único país que no ha revisado las sentencias de los tribunales militares. ¿Ha habido miedo a herir la memoria de quienes las dictaron o a sus actuales partidarios en las Fuerzas Armadas?
R: Pienso que esa es la clave de prácticamente todo de lo que estamos también hablando ahora y de lo que nos está sucediendo. Creo que ocurre porque el procedimiento sigue estando controlado en la Sala V del Tribunal Supremo, que es la Sala de lo Militar. Ahí hay mayoría de jueces militares. Y hasta la fecha no han revisado ninguna sentencia.
P: Pero ha habido múltiples intentos.
R: Sí, sí, sí, sí, hay muchos. Vamos, tampoco innumerables, pero ha habido muchos y no ha prosperado ninguno. La última que yo conozco es la de la ejecución de Salvador Puig Antich, petición de nulidad presentada en 2017 y archivada por la Audiencia de Barcelona en 2020. Con la nueva Ley de Memoria, en cuanto a las sentencias dictadas por tribunales militares del franquismo va a haber al menos una anulación simbólica. Pero si las sentencias de los tribunales militares franquistas se anulan simbólicamente, que lo haga el Estado porque como el Ejército tenga que reconocer que carecen de legitimidad, ahí sí que va a haber un problema.
P: ¿Usted es de los que cree que habría que cambiar el artículo 8 de la Constitución, que atribuye a las Fuerzas Armadas la garantía de la integridad territorial y el artículo 62, que es el que señala al Rey como el mando supremo de las Fuerzas Armadas? ¿O cree que no hace falta?
R: Históricamente el ejército es un organismo monárquico. Pero desde hace mucho tiempo el precepto sobre el mando único ya no tiene una función práctica y carece por tanto de operatividad. Y luego está la cuestión de la unidad, que entiendo es uno de los puntos por los que tradicionalmente el Ejército ha entrado en la política: el problema de la unidad de España. En cuanto a que puedan sentirse los únicos garantes de la unidad del país, creo que en las escuelas militares hay que modificar la enseñanza de lo que es el Estado plurinacional. Si sirve o no cambiar la Constitución no lo sé.
P: ¿Ha sido el Ejército impermeable a la Ley de Memoria Histórica?
R: Se sienten amenazados, como si fuera a haber una revancha. El Ejército interiorizó la Ley de Memoria Histórica como una amenaza corporativa.
P: ¿Y cree que la futura Ley de Memoria Democrática cambiará las cosas?
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R: Lo importante es que todo se haga a la vez y que no se vuelva a fragmentar o se quede luego paralizado. Las medidas que plantea la futura ley deberían ser integrales y no partidistas, es decir, que no sean sólo de la izquierda y queden paralizadas cuando haya cambio de gobierno. Y está ahí, como apunté antes, la revisión de las sentencias, que representa también una piedra angular. Hay que verlo como una cosa de Estado. Si la ley sale adelante así, creo que ya se podría ir cerrando una parte importante del pasado y pasar página.