Ideas Propias

Los herederos y los cómplices

Miguel Lorente Ideas Propias

Los mismos que acusan al presidente del Gobierno de pactar con los herederos de ETA, una banda terrorista y cruel que asesinó a 855 personas en 42 años, y que ya no existe, son los que pactan con quienes en la actualidad niegan la violencia de género que ha asesinado a 1.101 mujeres en 18 años, junto a 39 niños y niñas en los últimos siete. Una violencia que continúa cada día con sus agresiones y la amenaza de volver a asesinar en cualquier momento.

Por lo visto, los 20 asesinatos anuales que cometió ETA en el pasado son un problema grave, pero los 62 que sigue cometiendo en la actualidad la violencia de género no.

La actitud de la ultraderecha y la derecha con esa estrategia refleja su posición frente a la violencia que sufren las mujeres, una violencia que reconocen “por imperativo legal”, como juraban la Constitución quienes ahora son presentados testadores de las ideas de los socios del Gobierno.

Y lo hacen “por imperativo legal”, porque desde las posiciones conservadoras han reaccionado ante las manifestaciones de la desigualdad y las consecuencias de la violencia de género cuando la situación social les ha obligado a hacerlo, como se vio en 2002, año en que el PP con mayoría absoluta rechazó en solitario una “proposición de ley integral contra la violencia de género”, y luego la apoyó en 2004 tras perder las elecciones. Por eso, ahora que la ultraderecha ha creado un clima crítico con las mujeres, el feminismo y la Igualdad, la derecha se ha envalentonado y vuelve a jugar con las palabras para hablar de “violencia doméstica y familiar”, suprimir organismos de Igualdad, como ha ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid, también para decir que “los hombres sufren más violencia que las mujeres”, como ha manifestado Díaz Ayuso, y para mantener esa complicidad con quienes niegan la violencia de género, facilitando que la normalidad machista continúe con las referencias de siempre que integran esta violencia dentro de ella como algo propio de las relaciones de pareja.

Pero esa complicidad no sólo se limita a quienes de palabra niegan la violencia de género. Como dice el catecismo, los pecados, pero también el daño, se pueden producir “de palabra, obra y omisión”, y no hacer lo suficiente para erradicar las circunstancias que llevan a que cada día haya 1.600 maltratadores que agreden a las mujeres con las que comparten una relación, y a que 4.600 niños y niñas la vivan como un elemento más de su entorno familiar, no sólo es pecar de omisión, sino que es hacerlo de obra por complicidad.

Porque esa normalidad que critica a las mujeres, que acude al argumento de las denuncias falsas o al negacionismo, es la que hace que todavía hoy el porcentaje de denuncias sólo sea del 25%, y que el 80% de los homicidios se produzca sin que nunca antes se hubiera denunciado la violencia que termina por asesinar a esas mujeres.

“El silencio nos hace cómplices”, ya lo dijeron los grupos de “Hombres por la Igualdad” hace muchos años, y es cierto; pero hoy tenemos que dar un paso más y exigir acciones y distancia frente a quienes son cómplices de los 1.101 homicidios de mujeres en el contexto de la relaciones de pareja, puesto que también hay homicidios por violencia de género en otros contextos, especialmente dentro de la violencia sexual, como los sufridos por Diana Quer, Laura Luelmo, Cristina Ramos, Wafaa Sebbah...

La verdadera herencia social es el machismo, y de ella todos somos herederos si no renunciamos a través del compromiso y la transformación personal. Quienes defienden el modelo machista buscan perpetuar los privilegios masculinos y todos los beneficios que el sistema da a quien lo sigue.

La derecha tendrá que elegir de qué y de quiénes ser cómplice, si de la Igualdad y las acciones para erradicar la violencia de género, o de la ultraderecha y su machismo exhibicionista que la niega para seguir heredando privilegios de dolor e injusticia social.

Mucho antes de que existiera ETA y su herencia ya sufríamos el dolor de la violencia de género, y ahora, después de ETA, seguimos bajo la violencia de género y sus homicidios. El PP se vuelve a equivocar de compañero de viaje cuando actúa como cómplice de la ultraderecha, pues, aunque den muchas vueltas con su itinerario interesado, el destino sólo puede ser la realidad. Y la sociedad ya hace tiempo que llegó a ella, por mucho que algunos intenten hacer creer con sus bulos y mentiras que andamos perdidos.

La próxima estación no es “Esperanza”, sino “Igualdad”, y ellos decidirán si quieren llegar a ella o bajarse antes.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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