LGTBI
Los datos oficiales sobre ataques LGTBI destapan una violencia sistémica en ascenso que los expertos ven cada vez más explícita
El asesinato de Samuel Luiz Muñiz durante la madrugada del sábado en A Coruña al grito de "te mato, maricón" ha generado una oleada de rabia en las calles. El joven perdió la vida después de una brutal paliza por parte de un grupo de hombres y mujeres. Tres han sido ya detenidos este martes. Aunque los detalles de la investigación están bajo secreto de sumario, no se descarta la existencia de un móvil homófobo. Los agresores actuaron en manada, y como una manada ha respondido la gente en las calles. Una ola de apoyo similar a la que despertó hace cinco años tras la agresión sexual a una joven en los sanfermines de 2016. El movimiento LGTBI entrevé en esta agresión un "punto de inflexión", la guinda de la violencia contra el colectivo que no ha dejado de crecer en los últimos años.
Los datos oficiales dan cuenta de la evolución de esa violencia. El Ministerio del Interior confecciona, desde hace ocho años, un informe en el que plasma las principales estadísticas relacionadas con los delitos de odio en el país. Entre sus epígrafes, están incluidos aquellos ataques contra el colectivo LGTBI. El análisis diferencia entre hechos conocidos, entendidos como el conjunto de infracciones penales y administrativas que llegan a las autoridades, y los hechos esclarecidos, que pasan a ser tal cuando la investigación avanza y arroja luz sobre los acontecimientos. En 2013, en el primer informe estadístico, fueron registrados 452 hechos vinculados a delitos de odio con base en la orientación o identidad sexual de la víctima. Entonces quedaban desgranados los distintos tipos penales en los que se materializaba la violencia, siendo el de abusos sexuales el más numeroso (164), seguido por la agresión sexual (78), la agresión sexual con penetración (44), el exhibicionismo (30), las amenazas (22) y un compendio agrupado bajo el epígrafe de "resto" (148). Esta clasificación deja de estar disponible al año siguiente. En 2014, el número de hechos conocidos, con un vínculo claro con la orientación o identidad sexual, asciende a 513. El Ministerio del Interior introduce en este punto una novedad: de esos hechos conocidos, un total de 397 fueron esclarecidos y eso derivó en 273 detenciones o imputaciones.
Por sexos, la tendencia es clara: la violencia contra el colectivo es cometida mayoritariamente por hombres y las víctimas son también, por norma general, varones.
En el año 2015 la tendencia se revierte: los hechos conocidos caen a un total de 169. De ellos, 113 son hechos esclarecidos y las detenciones se instalan en 61. ¿Cuáles son los motivos del descenso? Según advirtió entonces la Federación Estatal LGTB, la principal razón se debió a un cambio en la metodología. "Tal como FELGTB había trasladado al Ministerio del Interior en diversas ocasiones, este nuevo informe corrige por fin la recogida errónea de los dos anteriores, en los que el número de denuncias de víctimas de delitos de odio era mucho mayor y por causas diferentes a las que las organizaciones estaban recogiendo", decía el colectivo entonces. Por ese motivo, aclaraba, el descenso "no muestra realmente una disminución de los delitos, sino una forma diferente de catalogarlos".
Durante aquel ejercico se incluye además una nueva categoría: el discurso de odio. Según recoge el informe, se trata de un fenómeno definido por el Consejo de Europa como "toda forma de expresión que difunda, incite, promueva o justifique" las formas de odio "basadas en la intolerancia". En 2015 se identifican un total de quince ataques vinculados al discurso de odio contra la comunidad LGTBI.
Ya con los cambios metodológicos consolidados, en 2016 los hechos conocidos ascienden a 230, los esclarecidos a 166 y las detenciones a 99. La violencia canalizada por medio del discurso de odio escala a 21 casos registrados. Al año siguiente, los delitos clasificados aumentan hasta los 271, con un total de 204 hechos esclarecidos y 278 detenciones. Este último dato, superior al total de incidencias constatadas, viene a indicar que los ataques en manada son una realidad para el colectivo. Ese mismo año, el discurso de odio se vincula con 27 casos.
En 2018 se produce un sutil cambio: se incorpora la identidad de género como raíz de los ataques al colectivo. Aquel año, el ministerio registra un leve retroceso, con 259 incidentes, 182 hechos esclarecidos y 105 detenciones. La cartera constata 24 ataques vertidos a través de discursos de odio. No obstante, un año después, los últimos datos disponibles, la progresión recupera su tendencia al alza. Se registran entonces 283 hechos, 199 esclarecidos y 137 detenciones. El discurso de odio queda acotado, contemplando a partir de ese momento únicamente aquel difundido por internet y redes sociales. Entonces, los hechos clasificados en este apartado son 17. En cualquier caso, el informe reconoce que entre los hechos conocidos por las fuerzas y cuerpos de seguridad relativos a los delitos de odio que se hayan podido cometer por internet y redes sociales, los ámbitos de ideología, racismo o xenofobia y orientación sexual e identidad de género "son los que muestran mayor incidencia". Desde el año 2017, los delitos de odio relacionados con la orientación sexual e identidad de género se mantienen de forma estable como el tercer grupo más numeroso, por detrás de aquellos motivados por razones racistas y por la ideología de la víctima.
Mayor virulencia
¿Existe más violencia contra el colectivo o lo que ocurre es que los ataques se denuncian en mayor medida? Los colectivos lo tienen claro: la denuncia sigue siendo un reto para las personas LGTBI. También se presenta como el principal problema para cotejar el grado real de violencia. Al contrario de lo que ocurre con la violencia sexual contra las mujeres, donde sí podría haber una tendencia favorable a la denuncia en los últimos años, acudir a las autoridades sigue siendo un desafío para el colectivo. Así lo señalan Ignacio Paredero, secretario de Organización de la FELGTB, y Toño Abad, director del Observatorio valenciano contra LGTBIfobia.
En el año 2018, la FELGTB publicaba un informe en el que destacaba la asimetría entre los datos de la red de observatorios y las estadísticas oficiales. Aunque el Ministerio del Interior reseñaba aquel año un total de 259 incidentes, las entidades recogían más del triple: 971. La gran diferencia, destaca el estudio, tiene que ver con un foco demasiado estrecho a la hora de agrupar los ataques en las estadísticas oficiales –sólo presuntos delitos– y las resistencias a la hora de presentar una denuncia formal por parte de las víctimas.
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El seguimiento que realizan los distintos observatorios apunta a un aumento generalizado de los casos, si bien el paréntesis del confinamiento, advierten, ha podido distorsionar los resultados más recientes. En Madrid, por ejemplo, los ataques han pasado de 321 incidentes de odio en 2019 a 259 en 2020. Entre las causas más evidentes del descenso, la imposibilidad de transitar por el espacio público durante los meses más restrictivos. Sin embargo, las conclusiones no son categóricas. Así, en otras comunidades los datos muestran una tendencia a la inversa. En Galicia, las atenciones a víctimas del colectivo han pasado de 123 en 2018, a 152 en 2019 y 252 en 2020. De acuerdo al informe del Observatorio contra la LGTBIfobia de A Coruña, entre las razones que explican esta incidencia está el incremento de ataques en las redes sociales y en el hogar. En Cataluña ha ocurrido algo similar: los incidentes conocidos por los colectivos han pasado de 160 en 2019 a 189 en 2020. En la Comunitat Valenciana, los hechos registrados ascienden a 140 en 2020.
A juicio de Ignacio Paredero, las dificultades de la detección siguen siendo amplias y el paisaje nunca va a ser completo. No sólo por el problema de la infradenuncia, sino por los "recursos limitados" de los que disponen los colectivos. Lo que sí percibe el activista y sociólogo es un cambio cualitativo en lo que respecta a la "intensidad de la violencia", con el caso de Samuel Luiz Muñiz como punto de inflexión. Detrás de esta virulencia que denuncian las entidades, existe un caldo de cultivo evidente: el discurso de la extrema derecha. "Lo que sucede es que la gente se siente legitimada y actúa en consecuencia", censura Paredero. En cuanto al aumento progresivo desde 2015 que registra el Ministerio del Interior, el activista repara en un crecimiento fruto de la crisis económica. Desde hace una década se "empezó a detectar una violencia que no había antes y la frustración siempre se traduce en la búsqueda de culpables", observa.
Toño Abad detecta "casos de distinta índole prácticamente a diario", desde agresiones físicas hasta amenazas o insultos. La violencia, en distintos grados, ha pasado a formar parte de la cotidianidad del colectivo, quienes conviven con una "permanente sensación de inseguridad". "Se ha alimentado el odio desde hace mucho tiempo", lamenta el activista.