Ayuso se olvida de los datos para ensanchar su concepto de clase media con su plan de becas para rentas altas
La Comunidad de Madrid acaba de convertirse en la única región que ofrece ayudas públicas a las rentas altas para enseñanzas no obligatorias en centros privados. De la noche a la mañana, el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso ha decidido flexibilizar los criterios de acceso a este tipo de becas abriendo la barrera de la renta hacia arriba, permitiendo que puedan optar a las mismas, por ejemplo, parejas con un niño y unos ingresos anuales de hasta 107.339 euros –antes el límite se situaba en los 30.000 euros para Bachillerato y en 60.000 euros para FP–. Un movimiento que el Gobierno madrileño se está esforzando en vender como un respaldo decidido a unas clases medias asfixiadas. "Somos conscientes de las dificultades de la clase media por la mala política económica del Gobierno social comunista", aseguró esta semana el consejero de Educación, Enrique Ossorio.
El Ejecutivo conservador lleva meses hilvanando un particular discurso alrededor de este concepto, tan empleado como difuso. En la última semana, la presidenta madrileña ha repetido una y otra vez que esos niveles de renta pueden encuadrarse perfectamente en la región dentro de lo que se denomina clase media. Por eso no es de extrañar que ella misma, con una retribución anual de 103.090,32 euros, se incluya dentro de la misma. Lo hizo hace un par de semanas en una entrevista en Yo Dona, la revista de El Mundo, cuando hablaba de la posibilidad de comprarse una casa en una ciudad donde el precio de la vivienda "se ha disparado". "Lo digo como un ciudadano más de clase media que vive en Madrid y que ha sorteado los mismos obstáculos", decía, al tiempo que expresaba su preocupación por el hecho de que la evolución de precios esté expulsando a sectores como el suyo del centro de la capital.
Para el politólogo Eduardo Bayón, lo que se busca martilleando con este discurso es "desvirtuar" el "concepto" de clase media, "ensanchándolo" y "estirándolo". En definitiva, ampliar los márgenes para incluir en ellos tanto al mileurista como a grandes directivos. "Al final, si todo es media, nadie tiene una clase social asignada", señala el sociólogo e historiador Emmanuel Rodríguez. Y, de esta manera, se niega la lucha de clases. Lo explica muy bien en su última obra, El efecto clase media (Traficantes de Sueños, 2022): "El triunfo de la clase media se asienta sobre la desarticulación de la política de clases –de la lucha de clases, de la división de clases– que marcó los siglos XIX y XX y, por tanto, sobre la asimilación de la clase obrera a la clase media. Por eso los pobres en estas sociedades no aparecen como tales, sino simplemente como aquellos que no están integrados o, aún peor, que no son integrables".
Un Madrid sin clases sociales
La presidenta madrileña, de hecho, ha rechazado recientemente la idea de una sociedad estructurada en clases. Lo hizo, por ejemplo, a comienzos de mayo durante el lanzamiento de su campaña para presidir el PP regional: "En Madrid no hay clasismo, no estamos pendientes de cuánto gana cada uno. No hay clases sociales como nos intenta vender la izquierda, no hay ciudadanos que valgan más o menos por su poder adquisitivo. En Madrid ganas con el respeto, con la ilusión y con los proyectos comunes. Nos han intentado vender que por el origen y por el bolsillo nos tenemos que enfrentar entre nosotros". Un discurso, el que da por superado el conflicto entre ricos y pobres, que, según expone Rodríguez, es el que abraza y en el que quiere creer una "parte de la sociedad".
Insistir en estos argumentos lleva implícito responsabilizar de su situación a cada persona. Es decir, sembrar esa idea de que si alguien sufre económicamente y no prospera no es, en resumen, porque la pobreza o la falta de conexiones le impidan salir del pozo, sino porque no se esfuerza lo suficiente. Una fe en la meritocracia que es mayor en las sociedades más desiguales y que encubre eso, las brechas existentes entre clases. Justo en esto, los datos de la Comunidad de Madrid llevan años siendo preocupantes. Solo entre 2018 y 2021, según el último informe Exclusión Social y Pobreza de la Fundación Foessa, los más pobres de la región han visto reducidas sus rentas un 22%, mientras que los más ricos han visto cómo las suyas crecían un 18%.
Ayuso se aleja de los datos
La llamada clase media es un concepto ampliamente utilizado, sobre todo por una clase política que, a izquierdas y derechas, se disputa con uñas y dientes su representatividad. Pero también excesivamente difuso. "No hay una definición clara", apunta Rodríguez, que considera que el concepto está "muy desdibujado". Los economistas sitúan el foco, principalmente, en el nivel de ingresos. Sin embargo, los sociólogos tratan de hilar más fino, poniendo sobre la mesa otras variables como el nivel educativo, la estabilidad laboral, el nivel cultural, la percepción subjetiva, el patrimonio, los ahorros o la disposición de una red de apoyo familiar. Una gran cantidad de elementos que complican más si cabe la construcción de una definición clara y concisa de este término que tantos debates y discursos ocupa.
Bayón pone el foco en la vertiente económica. Y, en base a la misma, resalta que el "marco" de clase media que trata de vender Ayuso está completamente "alejado" de la realidad: "Incluye rentas desorbitantes en un país en el que son relativamente bajas". En relación con las becas, desde el Ejecutivo autonómico han asegurado que han puesto el límite de renta de las familias perceptoras tomando como referencia el PIB per cápita de la Comunidad de Madrid en el año previo a la pandemia: 35.913 euros. De ahí, los 107.339 euros como barrera máxima para una pareja con dos hijos. Sin embargo, la realidad económica de la región que muestran los datos se aleja mucho de esas cifras. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la renta neta media por persona se sitúa en suelo madrileño en los 14.836 euros. Y la renta media por hogar es de 37.687 euros, casi tres veces menor que el límite fijado.
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Luchar por abanderar, por presentarse como la principal defensora de la clase media, tiene su razón de ser en la Comunidad de Madrid –y prácticamente en toda España–. Al fin y al cabo, una amplia mayoría de la población se autoubica dentro de ese segmento. Así, en el sondeo postelectoral de los comicios autonómicos del 4M elaborada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un 74,4% de los encuestados se situaba dentro de la clase media –el 15,7% como media-baja, el 51,6% como media-media y el 7,1% como media-alta–, frente al 10,6% que se definía entonces como clase trabajadora/obrera y el 5,9% como baja. Una cifra ligeramente por encima de la media nacional. En ese mismo mes de junio, en el barómetro general del CIS un 70,1% de los preguntados se autoubicaban dentro de la clase media.
Dice Bayón que suele ser habitual que se incluyan en este segmento personas que, en realidad, pertenecen a clases humildes. De hecho, resulta curioso que menos de un 10% se sitúe en la "baja" en una región donde un 22% de la población está en riesgo de exclusión social y un 13,9% sufre exclusión severa.
En su análisis, el politólogo también recuerda que en la comunidad autónoma se ha conseguido del mismo modo que rentas familiares de, por ejemplo, 40.000 euros anuales lleguen a compartir "elementos sociales comunes" con aquellas que puedan estar superando ampliamente los 100.000 euros. "En la comunidad hay, por ejemplo, altas posibilidades de que ambos casos compartan el mismo tipo de educación o de sanidad", explica. Es el resultado de potenciar la enseñanza concertada y privada –casi el 45,4% de los niños estudian en colegios de este tipo, una cifra solo superada por la del País Vasco–. O la explosión de los seguros privados al calor de una sanidad pública cada vez más deteriorada. De hecho, Madrid es el territorio con mayor penetración respecto al total de la población: un 39%.