El escenario de la derecha

Vox pierde influencia, Abascal está desaparecido y duda si colaborar con Feijóo o ir a por él

Santiago Abascal, en el centro, camino de la presentación un recurso en el TC.

Santiago Abascal no tiene todavía fecha para entrevistarse con Alberto Núñez Feijóo. Los líderes de las dos grandes formaciones de la derecha española ya han hablado por teléfono, pero el presidente de Vox sigue sin tener la foto que anhela para escenificar una estrategia coordinada de aquí a las elecciones de 2023 que anticipe un gobierno de coalición de signo muy diferente al actual. Y no la tiene porque el líder del PP no quiere dársela. O al menos no de forma que destaque como un triunfo de Vox.

Génova no tiene intención del cambiar. Feijóo ha interiorizado como propio el éxito de Juanma Moreno y sus planes para recuperar todo el espacio político a la derecha del PSOE no pasan por hacer ruido contra la extrema derecha sino por atraer cada vez más a los votantes de Vox haciendo plausible que sólo una gran victoria del Partido Popular podrá sacar a Pedro Sánchez de la Moncloa en las elecciones de 2023. 

Por primera vez en mucho tiempo, la cúpula de la extrema derecha política española duda ante el futuro. Las elecciones andaluzas fueron un jarro de agua fría para ellos porque demostraron que el objetivo del PP de gobernar en solitario y hacerlo incluso por mayoría absoluta es factible. Incluso en un territorio hasta hace poco tiempo tan complicado para la derecha como Andalucía. Esa posibilidad desbarata la razón misma que alimentó la creación de Vox: garantizar que cuando la derecha vuelva al poder en España lo haga escorada hacia posiciones más radicales, especialmente en materia fiscal, inmigración, construcción europea, recentralización del Estado, crisis climática e igualdad.

La última encuesta de 40dB. para El País, publicada el pasado lunes, calcula un incremento de 32 escaños para el PP y una pérdida de cinco para Vox, al que atribuye una intención de voto del 15%. Esa cifra consolida una tendencia a la baja que se mantiene invariable desde que en marzo los ultras tocaron techo con casi un 20% de intención de voto. De seguir perdiendo apoyo a ese ritmo llegarán a las municipales de mayo en torno al 8%.

La de NCReport para La Razón del 29 de agosto era aún peor para la ultraderecha, que se quedaría con 41 o 43 escaños y un porcentaje inferior (13%) frente a un PP claramente destacado (entre 140 y 142 escaños).

Los diferentes escenarios

La clave para los de Abascal es que el escenario político de las generales se parezca al de Castilla y León y no al de la Comunidad de Madrid. Y desde luego no al andaluz, que acabaría con todas sus esperanzas de influir de manera decisiva sobre el PP. Su hoja de ruta pasa por convencer a los suyos de que votar a la extrema derecha es útil. Y en Andalucía no funcionó.

Los ultras necesitan mantener viva la intensidad de un partido que en gran parte ha construido su discurso sobre la afirmación de que el PP no es otra cosa que el reverso de la moneda socialista. Lo que los ultras llaman despectivamente “consenso progre” y que identifican con los valores compartidos por las formaciones que durante años han dominado la actividad política española, en especial la defensa del estado autonómico y de la agenda 2030 y el compromiso con la construcción de la unidad europea.

En busca de herramientas que le permitan romper ese consenso, Abascal propone referéndums. “Cada vez hay una distancia mayor” entre las preocupaciones de los ciudadanos y las de los políticos que según el líder de Vox hay que superar mediante consultas directas que abran la puerta, por ejemplo, a la explotación de recursos energéticos, al control de fronteras y la inmigración, a la recuperación de competencias por parte del Estado o a la educación en castellano, asuntos sobre los que la extrema derecha asegura hay un acuerdo entre PP y PSOE.

Desde las elecciones andaluzas, la estrategia de Vox se ha ido desdibujando. Abascal evita cuidadosamente el cuerpo a cuerpo con Feijóo a pesar de que su distancia con algunas de las propuestas que defiende el PP es considerable. El líder de los ultras españoles intenta garantizar el mínimo entendimiento necesario con el Partido Popular para que sus votantes mantengan viva la creencia de que votar a Vox es útil. Todo lo contrario de lo que sucedió en Andalucía, donde elegir las candidaturas de la extrema derecha ni sirvió para evitar un gobierno de izquierdas ni garantizó la influencia del partido en el gobierno del PP, que crea el principal objetivo.

Esta semana Abascal también evitó el enfrentamiento con el PP. En su única comparecencia pública, la entrega de un recursos contra el uso del catalán en las aulas presentado en el registro del Tribunal Constitucional, se limitó a decir que observa “con tristeza” que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, haya defendido, en contra de su propio partido, que las jóvenes mayores de 16 años puedan poner fin a sus embarazos sin el consentimiento de sus padres, tal y como prevé la reforma legal impulsada por el Gobierno de Pedro Sánchez.

En la semana de mayor protagonismo de Feijóo, que por fin tuvo oportunidad de medirse con Sánchez en el Senado, el líder de Vox se limitó a criticar la posibilidad del que el PP acabe dando un “balón de oxigeno” al Gobierno contribuyendo a mantener “una justicia politizada”.

Controversia interna

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En el entorno de Vox que se mueve en los foros de Internet no cesa el runrún de quienes interpretan la renuncia de Macarena Olona y su posterior reaparición como una evidencia de que la estrategia del partido está siendo objeto de controversia interna. El portavoz del partido, Jorge Buxadé, lo niega, y cree que detrás de esa idea están personas que “pretenden debilitar la unidad y el espíritu que ha caracterizado a Vox desde el inicio”.

En el calendario ultra más inmediato hay dos fechas marcadas en rojo. La primera es el domingo 25 de septiembre. Ese día Italia puede convertirse en la primera gran economía del euro en ser gobernada por una primera ministra de extrema derecha. Las encuestas sitúan en cabeza a Georgia Meloni, candidata del neofascista Fratelli d’Italia y principal referencia política de los ultras españoles en aquel país. Los de Abascal dan por hecho que una victoria de Meloni les dará el impulso que necesitan para recuperar posiciones frente al PP, cuyo referente en Italia, el partido de Silvio Berlusconi, se mueve en porcentajes de intención de voto por debajo del 8%.

La segunda fecha es una nueva edición de la reunión anual de simpatizantes Viva 22, que Vox utilizó el año pasado como demostración de fuerza poco después del congreso del PP que Pablo Casado convocó en València para relanzar su liderazgo. Los ultras preparan un gran acto político para el 9 de octubre en el que, bajo el lema “España decide”, presentarán su estrategia para el último año de legislatura.

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