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Europa envejece a marchas forzadas y ya es el único continente que necesita migrantes para no perder población

Una mujer embarazada, en una imagen de archivo.

Naciones Unidas certificó la semana pasada que el planeta tiene por primera vez más de 8.000 millones de habitantes. Todos los continentes aumentan su población excepto la vieja Europa. La población mundial tiene una media de edad de poco más de 30 años mientras los europeos rondan los 44. Europa es más vieja, envejece dos veces más rápido y es el único continente que depende de la inmigración para no perder población. El viejo continente se convirtió en el continente viejo sin que las políticas de fomento de natalidad cambiaran la tendencia.

Mientras la población mundial era en 1990 un 66% de la actual (de 5.280 a 8.000 millones) la europea era un 85% (de 382 millones a 446 millones). La población europea de los países que hoy forman la Unión Europea era en 1990 el 7,23% de la población mundial y hoy es el 5,5%.

La tasa de fertilidad cae en países con muchas ayudas a la infancia o con casi ninguna, en países muy liberales con el aborto o muy restrictivos. En países en que los jóvenes dejan el hogar familiar a los 25 o a los 35. Nada parece afectar a un fenómeno al que las políticas no consiguen embridar.

En una entrevista al canal francés LCI, el Alto Representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, decía que “el invierno demográfico de Europa solo se cubre por los aportes del resto del mundo”. “Nos guste o no”, decía Borrell, “es un hecho”. Borrell decía en esa entrevista que hay sociedades “que prefieren el envejecimiento a la mezcla, como Japón y algunos países europeos” y que otras prefieren un cierto nivel de inmigración.

El occidente europeo va aumentando muy ligeramente su población gracias a la inmigración porque el crecimiento natural (balance positivo o negativo de restar las defunciones a los nacimientos) es negativo. Pero el centro y el Este de la Unión Europea pierden población. Los 27 países de la Unión Europea están en los primeros 43 puestos del mundo por edad media de su población. Sin contar el Principado de Mónaco, Japón es el país más viejo del mundo con 48,6 años de media y Alemania es el segundo con 47,8. España está en decimotercera posición con 43,9 años de edad media.

España envejece ligeramente más que su entorno. El envejecimiento de la población española se disparó cuando el nivel de vida empezó a crecer y a acercarse a los estándares europeos. En 1950 la edad media de los españoles era de 27,5 años y en 1980 de 30,4 años. Apenas envejecieron 2,9 años en 30 años. En la década de los 80 fue tanto como en las tres anteriores, 2,9 años para alcanzar los 33,4. En los años 90 se produjo un salto aún mayor, de 4,2 años para llegar a los 37,6.

En la primera década de este siglo XXI el envejecimiento fue de 2,4 años y en la segunda década se dio otro salto, esta vez de 4,5 años. Solo la llegada de un importante flujo migratorio en los primeros años 2000 frenó ese envejecimiento, que se disparó de nuevo cuando la inmigración se estancó tras la explosión de la burbuja inmobiliaria y de la crisis financiera entre 2008 y 2012. De creer al INE en esta década, los españoles envejecerán 4,7 años y en la próxima otros tres años hasta alcanzar los 52,6.

El envejecimiento europeo es prácticamente igual de espectacular. Los datos de Eurostat, la Oficina de Estadísticas de la Comisión Europea, hablan de una Europa a la que se le ven cada vez más las arrugas y las canas. En los últimos 20 años la población de la Unión Europea envejeció 5,5 años para llegar a los 43,9. En el mismo período la población española envejeció 6,9 años.

La región más vieja de Europa es la alemana de Chemnitz, que ya superó los 52 años de media. En la Liguria italiana se acercan a los 51,5 años y en la también alemana de Sachsen-Anhalt pasaron de 51,2 años. Todas por encima de la región española más vieja, Castilla y León, que va por los 49,2 años. Las tres regiones europeas más jóvenes están situadas fuera del continente europeo. Las francesas Mayotte (17,7 años) y Guyana (26,1 años) y la ciudad autónoma española de Melilla (34,4 años).

Tenemos pocos niños

La tasa de fertilidad de las mujeres europeas está estancada desde hace décadas. De los 1,43 nacimientos por mujer de 2001 fue subiendo ligeramente hasta alcanzar 1,57 nacimientos en 2008, cuando empezó de nuevo a caer hasta los 1,51 en 2013. Desde entonces sube y baja unas décimas y sigue apenas por encima de 1,50. Los expertos aseguran que para mantener el mismo número de habitantes sin inmigración ni emigración hace falta una tasa de fertilidad de 2,1. Ninguno de los 27 Estados miembro de la Unión Europea llega a 1,90. Algunos no llegan ni a 1,50. España e Italia no alcanzan el 1,30.

Nos morimos más viejos

La esperanza de vida de los europeos en 1960 era de 67,3 años para los hombres y de 73,0 años para las mujeres. Hoy es de 77,5 años para los hombres y de 83,2 años para las mujeres. En 60 años se ha ganado una década.

El porcentaje de población por grupos de edad muestra un envejecimiento acelerado en los últimos 10 años. Si en 2011 el 17,8% de los europeos tenía más de 65 años, en 2021 ya era el 20,8%. En esa década se reducía de 15,4% a 15,1% el porcentaje de población hasta 14 años y de 66,9% a 64,1% el de la población entre 15 y 64 años.

El declive de población se limita gracias a la inmigración

La inmigración es ya lo único que sostiene a un continente cada vez más viejo y que tiene cada vez menos niños. En 2010 nacieron en los 27 países que hoy forman la UE 4,6 millones de niños. En 2021 fueron 4,06 millones, casi un 12% menos.

Mientras la llegada de inmigrantes iba dando tumbos según la situación económica y las crisis (0,23% de aumento de población europea debido a la inmigración en 1992, 0,07% en 2001, 0,34% en 2013), el crecimiento natural bajó en los primeros años 90. En 1990 el balance neto entre nacimientos y defunciones todavía hizo aumentar la población un 0,18%, pero en 1995 fue apenas un 0,02%. Durante dos décadas se estancó y en la mitad de la década pasada volvió a bajar con fuerza. En 2021 el balance entre nacimientos y defunciones hubiera dejado una pérdida de población del 0,28%. La inmigración hizo que esa pérdida se redujera hasta el 0,04%.

El Este se vacía

El Este de Europa es la prueba de la necesidad de la inmigración si se quiere al menos mantener el número de habitantes. Con tasas de fertilidad similares al Occidente (superiores a España o Italia), las pérdidas de población son masivas porque no tienen apenas inmigrantes mientras sí generan emigración al Oeste. Si rumanos, polacos, búlgaros o bálticos no hubieran emigrado al Oeste sus países perderían menos población, pero perderían.

Los datos son abrumadores. La población rumana en 1990 era de 23,2 millones de habitantes y hoy es de 19,1 millones. La húngara era de 10,3 millones y hoy es de 9,7. La búlgara pasó de 8,7 a 6,8 millones, una pérdida superior al 25% en poco más de 30 años.

Los datos de las tres repúblicas bálticas son aún peores. Lituania pasó de los 3,7 millones de 1990 a 2,7 millones (-27%) a principios de este año. Letonia de 2,6 a 1,8 millones (-30%) y Estonia de 1,5 a 1,3 millones. Estonia es el único país de la región que parece haber frenado ese éxodo.

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Las bases de datos de Eurostat muestran que esa inmigración de Este a Oeste arrancó en 1990, a la caída de los regímenes comunistas y creció a partir de 2004 (cuando 10 países de la región ingresaron en la Unión Europea).

Esas poblaciones hacen que crezca la de los países de Europa occidental. La población irlandesa creció un 40% entre 1990 y 2019, la española un 19,6%, la sueca un 17,9%, la austriaca un 16,6%, la belga un 15,8%, la francesa un 15,2%, la holandesa un 14,5%, la danesa un 12,7% y la finlandesa un 10,9%. Polacos, rumanos, búlgaros o bálticos son buena parte de esos inmigrantes.

Mientras el Este se vacía y el Oeste crece, el centro del continente se estanca. En 30 años Alemania e Italia aumentaron su población un 6%, Eslovenia y Chequia un 5,5%, Eslovaquia un 3,2% y Grecia un 1,9%. Todos gracias a los inmigrantes porque ninguno de los 27 Estados miembro de la Unión Europea consigue sostener su población en base al crecimiento natural.

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