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Los pescadores portugueses avisan a los gallegos: los molinos de viento marinos les han dejado sin peces

Parque eólico WindFloat en la costa de Viana do Castelo (Portugal).

La protesta social contra el desarrollo de energías renovables en zonas rurales gana fuerza rápidamente en año electoral. Este sábado centenares de manifestantes relacionados con la pesca y el ecologismo salieron en A Coruña a protestar contra la instalación de molinos de viento flotantes por su posible impacto sobre la fauna marina, un riesgo que apenas se ha estudiado en Europa. En el norte de Portugal hay un pequeño parque eólico pionero y los profesionales que trabajan allí aseguran que los peces han desaparecido de la zona ocupada y los alrededores. 

"Instalaron los molinos hace tres años y desde entonces los peces desaparecieron una milla alrededor del parque", señala Portela Rosa, de la directiva de la organización de pescadores de Viana do Castelo, un pueblo portugués donde ya cuentan con tres molinos a 20 kilómetros de la costa. Aunque se trata de un proyecto piloto con aerogeneradores de apenas 30 metros de altura para probar la tecnología, también ha demostrado los problemas que genera en el entorno, según explican quienes conviven con ellos. 

"El ruido de las máquinas ha espantado a los peces, como nos han confirmado varios biólogos que han estudiado el caso. El problema es muy grave y ya hemos perdido 11 kilómetros cuadrados de pesca y quieren ampliarlo a más de 600. Imagina cuantos empleos van a desaparecer", reclama el portavoz de los pescadores gallegos.

En España todavía no hay instalados molinos de viento en el mar, pero el Ministerio de Transición Ecológica publicó a finales de febrero los 19 cuadrantes donde se podrán levantar aerogeneradores flotantes para impulsar por fin esta tecnología. La mitad de las zonas dibujadas se encuentran frente a la costa gallega y asturiana, y allí la industria pesquera no ha dudado en levantarse contra el Gobierno por poner en peligro la economía local. 

"En esta zona pescamos especies pelágicas como la anchoa, la sardina o la caballa, que son muy sensibles. Subastar el mar para instalar molinos sin tener la mínima información sobre su impacto en los peces es un despropósito", destaca Torcuato Teixeira, portavoz de la Plataforma en Defensa de la Pesca y los Ecosistemas Marinos. 

El portavoz de los pescadores viajó hace un año a Viana do Castelo para comprobar de primera mano cómo afectaban las turbinas flotantes a los bancos de peces de la zona para comprobar si es viable una sinergia entre el sector energético y la pesca, pero su experiencia allí le convirtió en pesimista. "Esto es un ‘quítate tú para que me ponga yo’. Si hubiese un estudio que garantice la protección de los caladeros y el impacto mínimo sobre el trabajo de los barcos, no tendríamos inconvenientes", añade.

Desde Transición Ecológica responden que el proceso para acotar las 19 zonas destinadas a la eólica marina duró cuatro años precisamente para buscar consenso entre todos los implicados y asegurar la protección del medioambiente. "El sector pesquero estuvo presente en todo el proceso de elaboración de los planes y se solicitaron propuestas de modificación para evitar las zonas de alto valor para la pesca", detallan fuentes del ministerio. Por ejemplo, explican, se rechazó un proyecto de la Xunta en Punta Langosteira (A Coruña) porque estaba en un caladero de pesca y era una zona de tránsito de aves.

Josep Lloret, biólogo marino y pesquero de la Universitat de Girona, ha realizado un estudio pionero sobre la eólica flotante y según afirma, es pronto para garantizar la protección del ecosistema. "Hay muy poca información sobre cómo afectan los mega parques eólicos flotantes al ecosistema. Los molinos flotantes superan los 250 metros de altura y van sujetos con tres o cuatro cadenas y anclas y se desconoce cómo afectan al fondo marino", reseña. 

La eólica marina está muy desarrollada en el norte de Europa, especialmente en Reino Unido y Alemania, pero allí la costa tiene poca profundidad y se emplean molinos que se clavan en el fondo, son de menor altura y están más pegados a la costa, por lo que su impacto en el entorno es diferente. Además, se suelen ubicar en zonas pantanosas con baja biodiversidad. De esta manera, la evidencia estudiada allí, donde la contestación de ecologistas y pescadores ha sido menor, no se puede extrapolar a la costa mediterránea y cantábrica porque son más ricas en fauna y flora, según los expertos. 

El equipo de Josep Lloret presentó el año pasado el primer estudio sobre cómo afectaría la instalación parques eólicos con decenas de molinos a la costa catalana, en un proyecto financiado por la Fundación Renovables, una organización que promueve la transición energética con el mínimo impacto en la naturaleza. La conclusión del análisis es que los parques de aerogeneradores en el mar suponen "un riesgo ecológico y socioeconómico enorme para especies y áreas vulnerables". "En estos casos los riesgos superan los beneficios", apuntan los autores, aunque añaden que si se instalan alejados de zonas sensibles no supondrían un problema, siempre que se estudie la zona al detalle y se realicen tereas de prevención y monitorización. 

El biólogo explica que llenar kilómetros de costa de cadenas y anclas arrasa el fondo marino y supone un daño irreversible para las praderas de algas, acabando con el hábitat de las especies de la zona. Los peces de mayor tamaño pueden además chocarse con los eslabones de las cadenas, que miden un metro de envergadura, y un temporal fuerte o un incendio en los molinos podría romper el aparato y precipitar al agua la maquinaria. 

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Por encima de estos inconvenientes está el ruido que generan los aerogeneradores y las cadenas submarinas, el problema principal del caso portugués. A esto se suma que la electricidad que producen los molinos se transporta por cable a una subestación marina, una plataforma ligada al fondo, y de ahí sale un cable de alta tensión hasta la orilla que emite un campo electromagnético a su alrededor que se ha demostrado que también espanta a los peces.

En la zona de Viana do Castelo los pescadores exigen ya una solución para el impacto sobre su negocio que han tenido estos tres molinos, que solo son la avanzadilla de lo que el Gobierno portugués ha ideado en la costa de su país. La idea es levantar de aquí a 2030 el equivalente a 10 gigavatios de potencia de eólica marina, mientras que España planea tener entre uno y tres gigavatios en esa fecha.

Portela Rosa, uno de los representantes de los profesionales portugueses, reclama a las compañías eléctricas que compren las empresas pesqueras que se vean obligadas a cerrar, ya que son responsables de arruinar su negocio. "Somos familias de pescadores que heredan la profesión de padres a hijos y los parques eólicos van a acabar con esa herencia", asegura. Otra de sus exigencias es que un porcentaje de los ingresos de los molinos se destinen a las localidades afectadas para abaratar la factura de la luz de los vecinos y las empresas, una forma de que los beneficios reviertan en la zona y se impulsen nuevas industrias que acojan a los trabajadores de la pesca.

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