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El lugar de los escritores: ¿un espacio que se difumina?

Manuel Rico Rego

Un papel en el mundo. El lugar de los escritores

Carlos Fortea

Trama (Madrid, 2023)

Uno de los grandes asuntos que se han colocado en el centro de la actualidad cultural y literaria en los últimos años ha sido el de la función de la literatura, especialmente el del poder del libro y de la cultura escrita para contribuir a los cambios sociales o, al menos, para aportar racionalidad, reflexión y reposo a las grandes decisiones que afectan a la Humanidad. En los últimos dos años, entre el debate sobre el libro digital y sus ventajas o desventajas respecto al libro en papel, la relegación de los intelectuales en favor del tertuliano estridente en el debate político, y la omnipresencia de las redes sociales, que incitan a la urgencia, a la lectura apresurada y en distancias cortas, se ha ido debilitando el papel de los escritores como expresión de una forma de conciencia colectiva, como auctoritas moral, como expresión de una mirada crítica hacia el poder. No es difícil conectar con la preocupación de Fortea si echamos la vista hacia períodos históricos recientes y valoramos la influencia de escritores tan relevantes como Camus, Sartre, Günter Grass, Gide o la Duras, en el pulso cotidiano de sus sociedades.

Probablemente, en la creciente preocupación por el libro y su futuro, por el sentido de la ficción y, en general, de la literatura, resida el éxito de un ensayo como El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Muchas son las preguntas que los sectores más conscientes de nuestra sociedad (escritores, profesores de filosofía y de literatura, traductores, lectores comprometidos y habituales) se plantean. Preguntas como ¿Tiene hoy sentido contar historias? ¿Cuáles son los retos que se ha de plantear la palabra escrita en el mundo de Internet? ¿El papel es un mero soporte de un texto o condiciona la forma de leer y el "procesamiento" del contenido por el lector? ¿Tiene sentido la figura del autor más allá de la mera creación? ¿Qué quieren, qué queremos los escritores? ¿Qué buscan en sus obras quienes leen? ¿Qué papel ha jugado históricamente la traducción en la extensión de la cultura, en la universalización de las grandes obras literarias de los clásicos?

El nuevo libro de Carlos Fortea (Madrid, 1964), Un papel en el mundo, cuyo subtítulo es más que ilustrativo (El lugar de los escritores) plantea los citados interrogantes y reclama el necesario protagonismo de los creadores literarios y, más en concreto, nos ilustra sobre la absoluta actualidad del libro, sobre su necesidad, sobre la responsabilidad del escritor ("Cuando se escribe se asume siempre una responsabilidad") para con la palabra como legado que cruza y esponja las generaciones y se fija en la memoria colectiva de los pueblos. El carácter ético, social o político de la escritura es una constante que remueve conciencias y, a veces, pone en guardia al poder.

Carlos Fortea ha escrito un ensayo breve e intenso que se lee casi como una nouvelle. Es un recorrido, desde la caverna hasta el siglo XXI, por el papel y el carácter del contador de historias y su evolución para desembocar en la demanda de su "papel en el mundo". Hace algo más de un año, pude leer la nueva edición de los Diarios de André Gide, publicada en Debolsillo. Ignacio Echevarría, en el prólogo, reflexionaba con cierta melancolía, refiriéndose al escritor francés y a sus coetáneos, sobre la "era de los intelectuales" y subrayaba la pérdida de influencia prescriptiva de los escritores en los últimos años. Pues bien, Carlos Fortea ahonda en su libro en esa preocupación y conecta con la de un amplísimo colectivo de ciudadanos ilustrados a quienes no les satisfacen las respuestas que a nuestras grandes incertidumbres dan tertulianos superficiales y filósofos de la autoayuda. Defiende la literatura con mayúsculas. Y destaca el valor del libro y de sus autores frente a la pérdida de espacio del pensamiento en los medios de comunicación generalistas: la cultura escrita relegada a los medios especializados.  

La Edad Media, los juglares, el renacimiento, los mecenazgos y la imprenta, motor de la inmensa revolución que vivió la literatura gracias a la multiplicación sin límite del legado cultural heredado, la profesionalización del escritor y su nueva mirada, el siglo XX y los grandes conflictos y la mutación tecnológica del XXI: tal es el recorrido de Fortea por el protagonismo del escritor a lo largo de la Historia. Un recorrido preciso y, a la vez, sintético, desarrollado con una prosa de calidad, que fija la atención del lector de modo casi magnético. Se trata de un libro necesario que asoma en un momento de confusión, con la alargada sombra de la Inteligencia Artificial y la multiplicación de soportes de la materia libro, condicionando no solo el modo de leer sino el de escribir, cuestionando el lugar que ocupa el sujeto creador en un mundo en el que los cada vez más complejos procesadores digitales amplían su campo de actuación asumiendo una parte no desdeñable de la labor intelectual. ¿Crean? ¿Pueden llegar a suplantarnos?

El amor es una sola cosa, una sola casa y una sola causa

Escribir sobre la "materia libro" y sobre los escritores en su relación con la sociedad y acercarse a la evolución del papel que estos desempeñan, es una tarea necesaria que de un modo u otro, de manera más o menos directa se ha venido abordando en libros relativamente recientes como el diálogo Dos soledades, entre García Márquez y Vargas Llosa, o Historia de una novela, de Thomas Wolfe, o en el ya citado de Irene Vallejo.   

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Manuel Rico Rego es poeta, narrador y crítico.

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