IGUALDAD
Los retoques fotográficos, un método más para seguir perpetuando los cánones de belleza
Con el auge de las redes sociales y los medios de comunicación, la proyección que hacemos al mundo parece más importante que nunca. El culto a la imagen se hace evidente día a día, especialmente en el mundo de la moda o la música, donde se pone especial atención a las apariencias.
Un vestuario y maquillaje cuidados, un cuerpo perfecto… Estos parecen ser algunos de los requisitos que se imponen en estas industrias, pero no siempre son posibles. Es aquí cuando entra en escena la tecnología. Con herramientas que están al alcance de cualquiera, es posible no sólo iluminar una fotografía o cambiar su contraste, sino también hacer desaparecer cicatrices, suavizar la textura de la piel, o disminuir el tamaño de una cintura. A pesar de que forma parte del trabajo de fotógrafos y editores retocar las fotografías, las críticas llegan cuando estas modificaciones van más allá de la edición y entran en la manipulación.
Hace algunas semanas la cantante colombiana Karol G denunciaba en su cuenta de Instagram la modificación de una fotografía suya que aparecía en la portada de la Revista GQ México. “Mi cara no se ve así , mi cuerpo no se ve así y yo me siento muy feliz y cómoda con cómo me veo natural”, denunciaba la artista, que contrapuso esta portada con un selfie sin maquillaje.
La cantante alertaba de los peligros que puede tener este tipo de retoques, a la vez que denunciaba la lucha de las mujeres todos los días por “sentirnos cómodas con nosotras mismas a pesar de los estereotipos de la sociedad”.
Efectos sobre la autoestima y la imagen corporal
Las modificaciones que sufren las modelos o cantantes tienen un propósito claro, ajustar sus cuerpos y rostros a los cánones de belleza normativos. Consumir diariamente a través de las redes sociales o revistas fotografías de cuerpos editados u operados hace que se creen expectativas sobre nuestra propia imagen que son imposibles de conseguir. Así lo explica la psicóloga Elvira Andújar a infoLibre: “Poniendo unos estándares de belleza muy difíciles de cumplir y que muy pocas personas pueden alcanzar de forma natural puede llevar a posibles desarrollos de trastornos de conducta alimentaria o problemas de autoestima”.
Andújar comenta cómo a día de hoy “gran parte de nuestra autoestima reside en la valoración de los demás”, que puede derivar en una búsqueda incesante de validación externa y en una constante comparación. A esto se añade que las redes sociales permiten “cuantificar” nuestra aceptación. El número de "me gusta" o seguidores puede convertirse en una medida de éxito y popularidad, aumentando la presión sobre las personas para mantener una imagen perfecta y obtener reconocimiento.
Estar constantemente expuestos a imágenes editadas que se presentan como “el cuerpo ideal” o “el rostro perfecto” “nos hace ajustarnos a estos modelos, que no son reales”, según Andújar. Al mismo tiempo, esto puede afectar a la relación que tenemos con nosotros y nosotras mismas. Jose Ortiz Gordo, psicólogo experto en marketing, publicidad y consumo en Rookie Soul, explica cómo “construir nuestra autoimagen en base a estereotipos irreales puede ser peligroso, porque puede hacer que personas que no cumplan estos estándares sientan que no son atractivas o merecen ser deseadas”. Hasta nuestras relaciones personales se pueden ver afectadas por esto: “Si no te encuentras bien contigo mismo puede influir en la manera en la que tratas con el resto de personas”.
Construyendo a la “mujer perfecta”
El lenguaje que se emplea en relación a los retoques fotográficos tiene un gran impacto en nuestra percepción de esta práctica. Es importante destacar que términos como "corregir" o "arreglar" pueden ser peligrosos, ya que pueden justificar dicha edición y hacerla parecer necesaria. Según la sexóloga y pedagoga Paula Álvarez, el uso de este lenguaje puede reforzar los cánones de belleza impuestos y perpetuar la idea de que solo ciertas apariencias son aceptables.
De acuerdo con expertas en la materia, el retoque fotográfico afecta principalmente a las mujeres, y su exposición constante a estas imágenes editadas contribuye a la creación de un imaginario colectivo de la "mujer perfecta" que se basa en estándares irreales. “No es problema de una imagen, sino que es un cúmulo que modifica la percepción de lo que consideramos como normal o bello”, denuncia Álvarez. La experta, que ofrece consultas sobre sexología, añade que estas modificaciones “están hechas para la mirada masculina”, que hacen del cuerpo de la mujer “un objeto de consumo para ellos”.
Estos cánones fuerzan a las mujeres a creer que tienen que cumplir con unas expectativas para ser válidas, para poder formar parte de la sociedad. Penny Jay, cómica y creadora de contenido en Riot Comedy, lo ejemplifica con industrias como la de la moda —que no contempla la existencia de cuerpos diversos— o la del maquillaje —enfocada a buscar la “perfección” del rostro de las mujeres—. “Nos están convirtiendo en un producto más. El físico no puede ser una moda, hay que aceptar la diversidad de los cuerpos”.
En definitiva, las expertas consideran que el retoque fotográfico no es una práctica ética. “No están pensando en el daño social que genera”, denuncia Álvarez. “Es violencia”, afirma rotundamente la creadora de contenido Jay: “Es una forma de marcar cuál es la estética que debemos seguir para ser aceptadas”. Jay pone el foco en la presión que sufren las mujeres por ser “bonitas” o “agradables” a la vista. A menudo se elige hablar de su imagen en vez de sus logros y carrera profesional: “Ponen por delante tu físico a tu trabajo, te dicen que tienes que tener un valor de atracción sexual para poder tener un valor laboral, cuando tu físico no tiene nada que ver con lo que haces o le das al mundo”.
La solución que proponen las expertas a esta problemática no es la legislación. Creen que no es necesario legislar en torno a la edición fotográfica ni prohibirla de forma explícita. Sin embargo, desde la política hay quien cree que deberían tomarse ciertas medidas. Más País pedía el noviembre pasado que redes sociales como Instagram permitieran identificar las imágenes modificadas que se suben a sus plataformas. Lo hacían poniendo el foco en los trastornos de salud mental que esto puede causar en los más jóvenes.
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Iniciativas como esta ya se han adoptado en otros países. Ya hace dos años que el gobierno de Noruega aprobó una ley que regula las imágenes retocadas que publican influencers y anunciantes. La normativa estipula que las fotografías que estén editadas deben llevar una etiqueta —que ha sido diseñada por el gobierno— para diferenciarlas de aquellas que no lo están. Entre los retoques que regula esta ley se encuentran la suavización de la piel y la disminución o aumento de ciertas partes del cuerpo.
También en Francia desde 2017 se exige que la industria de la moda indique qué fotografías de sus modelos han sido retocadas. Esta ley impone este requisito a todas las imágenes que aparezcan en prensa, vallas publicitarias, catálogos, folletos informativos e Internet.
Las expertas ven estas normativas como un avance, pero señalan que el cambio en España debe pasar por la concienciación y la denuncia social. “Afearlo, ridiculizarlo o denunciarlo me parece el primer paso para acabar con ello”, argumenta Álvarez, que concluye: “También se deben mostrar más imágenes reales y de cuerpos naturales, dándole valor a las personas que lo hacen”.