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DERECHOS HUMANOS

Política migratoria, 639 delitos de odio y racismo cotidiano más allá del 'caso Vinicius'

Vinicius Junior jugador del Real Madrid.

"España es conocida como un país de racistas. E, infelizmente, por todo lo que sucede cada semana, no tengo forma de defenderlo". Son palabras de Vinicius Junior, el delantero del Real Madrid víctima de insultos racistas este domingo durante un partido contra el Valencia. "Eres un mono", vociferaron desde la grada. El jugador ha respondido de forma contundente y el ataque ha generado una oleada de reacciones. No sólo en el mundo del fútbol, sino también en la política nacional e internacional. Pero más allá de la particularidad de lo sucedido el domingo en el campo de juego, ¿es España un país racista?

Primero, algunos datos. En 2021, según las estadísticas oficiales sobre delitos de odio recopilados por el Ministerio del Interior, se registraron un total de 639 hechos conocidos –entendidos como el conjunto de infracciones penales y administrativas que contabilizan las autoridades– atravesados por el racismo o la xenofobia. Este motivo está detrás de la mayoría de delitos de odio que las autoridades son capaces de rastrear. 

Moha Gerehou, autor de Qué hace un negro como tú en un sitio como este (Península, 2021), cree que el delantero de origen brasileño "ha dicho una verdad: España es un país racista, existe el racismo estructural y por mucho que se intente negar o minimizar comparándonos con otros países, la realidad es que las personas racializadas y migrantes atravesamos ese racismo de manera diaria y de diferentes maneras". Gerehou se refiere al racismo cotidiano en todas las esferas de la vida: desde el acceso a la vivienda, a la sanidad pública o al mercado de trabajo, hasta la representación cultural y política.

Un informe coordinado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en 2022 sobre la integración de los estudiantes extranjeros en el sistema educativo español [consultar aquí], confirma la existencia de "menores oportunidades en el acceso de los extranjeros al sistema educativo, sobre todo en las etapas más avanzadas". La tasa de escolarización de los extranjeros se sitúa, según el estudio, en un 49%, frente al 73% del alumnado nativo. Además, las personas migrantes sufren en mayor medida la exclusión del sistema educativo: la tasa de repetición alcanza al 50% (frente al 22% que afecta a los españoles) y por cada estudiante español que abandona el sistema educativo lo hacen también algo más de dos estudiantes extranjeros. Estos, se sienten además "menos aceptados y valorados por sus compañeros y profesores", por lo que "están más expuestos a sufrir episodios de acoso escolar".

En el terreno laboral, otro informe análogo sobre la integración de las personas migrantes en el mercado de trabajo [disponible aquí] constata una "notable falta de integración laboral de la población extranjera" en todas las dimensiones, desde la actividad, hasta las condiciones laborales, pasando por las rentas salariales. "Además, el análisis de género revela una penalización adicional en materia de integración para las extranjeras tanto si se las compara con los extranjeros como si se contrasta su realidad laboral con las españolas", determinan los expertos.

"Si nos concentramos en las ocupaciones elementales, solo trabajan en ellas un 9% de los empleados españoles frente al 28% de los extranjeros", señala el análisis. Un 20% de los ocupados españoles trabajan como asalariados para el sector público, frente a sólo el 2,5% de los extranjeros. Y en el servicio doméstico, el 43% de los afiliados dados de alta son extranjeros, lo que deja en un plano aparte al "cerca de un 30%" de trabajo informal que se estima en este sector.

"Racismo institucional" y una ley que no llega

Gerehou señala la existencia de un racismo estructural y afianzado que se instala en el plano social y cultural, pero que también tiene su expresión en las instituciones. Habla de la "política migratoria, el racismo institucional y las consecuencias de la ley de extranjería", entre otros asuntos. Coincide Virginia Álvarez, directora de Amnistía Internacional. "Las normas aparentemente neutras pueden afectar a determinados sectores" más vulnerables, como las personas migrantes, pero además existen políticas que afianzan lo que los expertos dan en llamar racismo institucional. España mantiene "devoluciones en caliente contrarias a los estándares internacionales, están legalizadas y se crean limbos jurídicos para las personas migrantes", sostiene en conversación con este diario.

A mediados del pasado mes de marzo, el defensor del Pueblo concluyó que las 470 devoluciones que se produjeron durante la tragedia de Melilla fueron ilegales. Aquel verano de 2022, la valla de Melilla fue testigo de la muerte de 23 migrantes y el intento desesperado de cruzar la frontera por parte de centenares de personas perseguidas y reprimidas por las autoridades. Tanto el Ministerio del Interior como la Fiscalía respaldaron en su día la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad, recuerda Álvarez.

A finales de febrero, activistas antirracistas sonreían satisfechos en las escalinatas del Congreso. Acababan de entregar 609.630 firmas para tramitar, en forma de Iniciativa Legislativa Popular (ILP), una propuesta para caminar hacia la regularización extraordinaria de las personas migrantes. Un año antes, otras tantas personas participaban, expectantes, en la consulta pública previa a la elaboración de una ley orgánica contra el racismo. Desde entonces, no se ha dado ningún paso hacia adelante para consolidar la promesa legislativa. "Necesitamos tramitar ya la ley contra el racismo. Solo con más educación, formación y cambiando la política de extranjería avanzaremos hacia un país mejor", ha señalado este lunes la ministra de Igualdad, Irene Montero. 

"Cualquier medida que vaya en la dirección de tratar de hacer frente a la impunidad siempre va a ser bienvenida", reflexiona Gerehou, quien sin embargo incide en que el cambio de paradigma vendrá no sólo con una ley, sino con políticas radical y decididamente antirracistas. Estas políticas, lamenta, no están en los programas electorales, ni en las propuestas de los partidos que participan en la política institucional. "Sólo vemos de vez en cuando a personas racializadas en listas electorales, pero no por convicción", sino para esquivar acusaciones de racismo, analiza el activista y periodista. El antirracismo "siempre es algo que puede esperar".

Clasismo y racismo

Los insultos contra Vinicius son, señalan las voces consultadas, una expresión del racismo rampante en suelo español. Pero también dejan una doble lectura. Por un lado, son muestra de que el racismo puede recaer sobre las espaldas de cualquiera, incluso aunque la víctima goce de prestigio y posición social. Por otro lado, son estas personas, quienes se encuentran en posiciones de poder, quienes encontrarán las herramientas necesarias para defenderse.

El racismo, en ocasiones, clava sus garras sobre personas que gozan de un privilegio de clase. Gerehou pone de ejemplo episodios contra el actor Samuel L. Jackson y el exjugador de la NBA Magic Johnson, criminalizados en redes sociales después de que se viralizase una imagen suya haciendo turismo por la que fueron tildados de "inmigrantes vagos". También contra el jugador de baloncesto Tyrese Rice, quien denunció que un mosso d'esquadra le acusó de estar robando su propio coche. Estos ataques, sin embargo, rara vez pasan de lo anecdótico y tienen, eso sí, la capacidad de concentrar todas las miradas.

No ocurre lo mismo con los ataques protagonizados por personas migrantes de clase trabajadora y en situación de vulnerabilidad, condenadas al anonimato y la irrelevancia. "La clase social te da herramientas y a veces te ahorra vivir determinadas situaciones", asiente Gerehou. Y en el reverso, la cara más cruda: "La mayoría de la población migrante y racializada está en situación de pobreza y por tanto sin mecanismos para defenderse". Vinicius ha conseguido con su altavoz poner de relieve solo una parte mínima del racismo estructural que a diario recae sobre los hombros de personas que no tienen ni la atención mediática ni los recursos materiales necesarios para ser escuchados. Algo así como la punta del iceberg.

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