'The architect', capitalismo para todos y vivienda para unos pocos en una incisiva miniserie

Imagen de 'The Architect'.

Filmin alberga una reciente y atractiva propuesta noruega de cuatro episodios. Un híbrido entre miniserie y película, que se extiende tan solo setenta y cinco minutos en total, sin tiempo para elementos innecesarios.

Con su bajo presupuesto y su corta duración crea una propuesta nítida y oportuna, oscura y divertida. Situada en una lejana Oslo resuena al estar absolutamente pegada a los debates que tenemos cada día en España.

Una pobre bien vestida

En su argumento, la arquitecta del título, Julie, habita en un futuro no muy lejano. Es una joven titulada de vestimenta y modales impecables. Sin embargo, aún no ha pasado de becaria ni cuenta con ayuda familiar, lo que la convierte en una persona pobre a pesar de su estatus académico.

Incapaz de permitirse una casa termina viviendo en una plaza de aparcamiento en un garaje abandonado. Cuando llega a su elegante estudio profesional el concurso para crear mil nuevos apartamentos en la capital noruega, Julie planea convertir su apaño en solución estable.

Capitalismo deshumanizado

Esta sátira del futuro tiene muy claro lo que quiere contar y lo hace con tan solo algunos apuntes. El capitalismo se ha deshumanizado. Las entidades bancarias han derivado con el tiempo en una especie de parquímetros desde los cuales una voz grabada deniega un crédito vital, por ejemplo.

El urbanismo cruel de la nueva ciudad evita la holgazanería, el ocio o el descanso en los espacios comunes. Quien se detenga en la calle más de cinco minutos está obligado a consumir al menos un café. Al mismo tiempo, el acceso a la vivienda se ha dificultado cada vez más y ha desembocado en tal competitividad entre los aspirantes a poseer una que se llega a cualquier cosa por lograrlo.

Soluciones para todos o para quien pueda

Una pregunta subyace ante la situación límite que plantea la miniserie y que a la vez resulta cercana y reconocible. ¿Buscamos una solución para todos, tratamos de mejorar el problema o nos subimos a la balsa de náufragos en cuanto podemos y ya desde allí arriba empezamos a respirar con alivio?

Una pregunta que se convierte en una interpelación que queda flotando en el aire días después de ver la serie, tan bien formulada que remite a varias controversias actuales. Una podría ser la de si deben las ciudades hacerse más verdes, peatonales y limpias o devolver la libertad a los conductores.

El acceso a la vivienda también es un problema aquí

Otra la de cómo abordar la crisis de la vivienda. Acabamos de saber que la edad de emancipación en España ha superado por primera vez los treinta años. Las causas son múltiples. La inestabilidad laboral y la precariedad de las condiciones de trabajo son claves, pero también la creciente dificultad para hacerse con un hogar.  

La precariedad juvenil, entendiendo por juventud cada vez un periodo más largo, aparece también como tema en la serie. Lo que le ocurre a la arquitecta sucede en muchas otras profesiones.

Esta versión extrema del minipiso planea también como problema actual en muchas ciudades. Trasteros, sótanos o locales se habilitan para vivir permanentemente. Surge un nuevo vocabulario eufemístico para referirse a ellos así como a otros fenómenos hijos de la fragilidad económica.

Concurso para estudiantes con talento

Los dos guionistas de los que partió la idea original se ven reflejados en esa precariedad juvenil. Nora Landsrød y Kristian Kilde afirman haberla sufrido. A ellos les ha durado menos gracias a la iniciativa de la plataforma de contenidos sueca Viaplay.

Esta organizó un concurso de talentos para los estudiantes de varias escuelas audiovisuales nórdicas. Se les financiaría un primer trabajo, que en el caso de Landsrød y Kilde versaría acerca del sobrecalentado mercado inmobiliario de Oslo. El proyecto se fue modelando aunque desde el principio contenía el humor negro y el tono animado del resultado final según su directora, Kerren Lumer-Klabbers.

Dirigida por una joven cineasta danesa

La pareja de creadores acudió con la primera versión del episodio inicial a la cineasta. La danesa ha recibido numerosos galardones con sus cortometrajes previos y con esta, su primera serie, logró una mención de honor en el premio recién creado en el Festival de Cine de Berlín para la series.

Eligió para situar la acción el barrio oslense conocido como Código de Barras. Doce edificios altos y con estrechas separaciones entre ellos que les dan un aspecto de espacios y vacíos del que viene su apodo.

Ficción futura de bajo presupuesto

Un distrito planificado lleno de vidrio, hormigón y ángulos rectos, muy polémico entre los habitantes de la ciudad y que sirve como entorno futurista sin mucha adaptación más. “Bajo presupuesto y ciencia ficción no se llevan bien”, reconoce la directora a Scandinavian Films “así que tuvimos que buscar soluciones inteligentes”.

La directora eligió como protagonista a la actriz Eili Harboe a quien considera lo suficientemente ambigua como para interpretar a un personaje que no es ni una heroína ni una antiheroína, según afirma. Su capacidad de dar vida a su personaje desde una clave contenida y enigmática convenía también al concepto futurista.

Un problema también en el presente

No hay que irse muy lejos en el tiempo con la propuesta de la serie. El acceso a la vivienda en Oslo es un problema del presente. Se trata de una de las ciudades más caras del mundo, con espacio limitado por su geografía.

Respecto al dilema planteado por el argumento Lumer-Klabbers afirma ser “por un lado optimista y por otro pesimista acerca del futuro. Así que creo que ya es hora de tener los debates que lleven a pensar soluciones desde ahora”. 

El futuro en gran parte dependerá lo que nosotros hagamos, y la serie expresa una duda sobre nuestras intenciones. Sobre la lucha de cada persona entre colaborar o competir para afrontar los grandes retos.

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