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MACHISMO EN EL FÚTBOL

El feminismo se da la mano con Jenni Hermoso: "Las mujeres han visto en ese hombre el retrato de su agresor"

Concentración en apoyo a Jennifer Hermoso en Madrid.

Luis Rubiales las llamó "falsas feministas". Y todas, sin excepciones, se sintieron interpeladas. Así que aparcaron sus diferencias, tan sonadas en este último año, para rugir al unísono y dejarlo claro: un beso sin consentimiento es violencia sexual. El movimiento feminista demostró su capacidad de respuesta desde el primer momento en que se difundieron las imágenes del beso no consentido por parte del entonces presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) contra la jugadora Jenni Hermoso y han vuelto a hacerlo en los últimos días a través de distintas movilizaciones. Este lunes, en ciudades como Madrid y A Coruña; el pasado fin de semana en otras como Oviedo y Logroño.

La lectura de un movimiento feminista debilitado por las divisiones entre su militancia se ha impuesto en el último año y ha marcado los análisis de convocatorias tan señaladas como el 8M. Aquel relato basado en la existencia de posturas irreconciliables se ha esfumado ante la evidencia: la de un movimiento feminista que saca músculo en los momentos en que más se necesita. 

"El movimiento feminista siempre ha contestado ante cualquier agresión. Lo que ha pasado es que es cada vez más masivo, con un número de personas mucho mayor y experiencias más diversas", por eso la respuesta ha sido inmediata y "contundente". Habla Ruth Caravantes, portavoz de la Comisión 8M de Madrid.

Paula Ríos, activista en la Plataforma Galega Feminista, cree que existe una cuestión básica en este asunto que actúa como pegamento social, especialmente entre las mujeres: "Todas en algún momento hemos tenido la desgracia de cruzarnos con un Rubiales". Al mismo diagnóstico llega la periodista Cristina Fallarás, quien desde el domingo ha recibido a través de sus redes sociales cientos de relatos de violencia sexual compartidos por mujeres diversas. Lo diferencial en este caso, dice la escritora en conversación con este diario, es que las mujeres se reconocen en lo sucedido. "En ese hombre han visto el retrato de su agresor", sentencia.

El viernes, las compañeras de Jenni Hermoso se organizaron para hacer público y explícito su apoyo, bajo un emblema que resumía a la perfección la reacción feminista: "Se acabó". Se trata de la conclusión lógica tras años de denuncia colectiva, tras las manadas y los metoo. "El MeToo no era esperanzador, era un desahogo. El Se acabó sí lo es", reflexiona Fallarás, porque pone límites y lanza la advertencia de que "hasta aquí hemos llegado". "Primero fue la creación de memoria colectiva y ahora es la sensación de resarcimiento", resume. 

Todas en algún momento hemos tenido la desgracia de cruzarnos con un Rubiales

Paula Ríos — Activista en la Plataforma Galega Feminista

El beso como objeto de agresión tiene, además, un importante simbolismo. Si en las manifestaciones tras la sentencia de La Manada las feministas insistieron en que una violación no siempre viene determinada por la existencia de violencia, lo que se ha tratado de decir ahora es que una agresión sexual comprende mucho más que una violación. Los besos, los roces, los tocamientos, cuando no media consentimiento, también son violencia. "Las agresiones ya no tienen que ver con las violaciones y las asesinadas, no hay verdaderas agredidas y víctimas de segunda", enfatiza Fallarás. Una idea que viene a impugnar los aprendizajes inculcados por el patriarcados, expresados a la perfección el pasado viernes por Rubiales tras la Asamblea Extraordinaria de la Real Federación Española de Fútbol. Entonces, el ahora expresidente le quitaba hierro a su comportamiento apelando a las que a su juicio sí son merecedoras del título de víctima: "Por dios, qué pensarán las mujeres que de verdad han sido agredidas sexualmente", señaló.

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"Rubiales no reconoce que el beso no es consentido, pero estamos en un punto en que ya no es tolerable ninguna agresión ni abuso de poder", celebra la feminista gallega. "Gota a gota, el discurso feminista va calando", incluso entre aquellos que en un primer momento mostraron resistencia, completa. Hace dos décadas, eran mayoría quienes desacreditaban a la concejala Nevenka Fernández tras denunciar públicamente el acoso por parte del alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez. Una mayoría que se expresó en las calles y que clamaba contra el relato de la víctima: "A mí no me acosa nadie si no me dejo", se decía entonces. Hoy, la mayoría social está en el otro lado, en quienes no sólo tienden la mano para dejar claro que es a la víctima a quien creen, sino que la agarran con fuerza para pasar a la ofensiva y gritar que se acabó. Ahora, la jugadora tendrá que decidir qué responde ante el ofrecimiento de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, después de que este lunes el Ministerio Público iniciara diligencias previas de investigación y preguntara a la víctima si quiere interponer una denuncia por la vía penal.

Caravantes cree que la condena generalizada es el resultado de años de pedagogía. Así se ha visto en la "fuerte contestación de la sociedad, que además ha utilizado argumentos feministas para responder a esta agresión". Se trata de la cosecha sembrada al calor de las huelgas feministas y las movilizaciones de todas "las jóvenes que ahora son mujeres y que han crecido con un movimiento feminista poniendo temas como las violencia sexuales en primera línea y a pie de calle". 

Las feministas echan la vista atrás para entender el clamor social de hoy. En apenas una semana, el movimiento feminista ha demostrado estar en guardia y al servicio siempre de las mujeres. Pero también ha dado cuenta de su poder de convicción, fruto de años de un tedioso y a veces invisible trabajo. Pero las activistas también miran, esperanzadas, al futuro. Fallarás está convencida de que "recordaremos esto como un antes y un después, a la altura de [Harvey] Weinstein o Plácido Domingo". Aunque con una sustancial diferencia: "Ya no somos las víctimas, somos las campeonas".

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