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Rubiales sigue en su huida hacia adelante el manual del perfecto machista

Manifestación feminista para pedir la destitución del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, este viernes ante la sede de la Federación.

Mediodía del viernes. Luis Rubiales se pone ante los micrófonos, bajo la mirada cómplice de un auditorio repleto de hombres trajeados –también algunas poquísimas mujeres– y con el país en vilo. El titular que saldría de su intervención era un secreto a voces: apenas unas horas antes su entorno había adelantado la intención del presidente de la Real Federación Española de Fútbol de presentar su dimisión, como consecuencia del beso propinado a la fuerza a la jugadora Jenni Hermoso. Pero el volantazo escenificado la mañana del viernes fue clamoroso: el líder no sólo se atrincheró en su cargo –"¡No voy a dimitir! ¡No voy a dimitir! ¡No voy a dimitir!", rugió–, sino que cargó contra las voces críticas y se afanó en defender su inocencia con rotundidad, en un discurso perfectamente medido y valiéndose uno a uno de todos los elementos que componen el manual del hombre machista. 

El primer paso fue impugnar a todo aquel que en la última semana ha puesto nombre a su comportamiento bajo el epígrafe de violencia sexual. "Hay mucha gente que, aunque silenciada, me está apoyando. Yo diría que más que en contra", se apresuró a decir. Ese es el punto de partida de su alegato: la reiteración de que él y los suyos son mayoría, son valientes y tienen razón. Y por eso se mantiene firme en su huida hacia adelante, a pesar del viento en contra que el líder de la institución achaca a los dos villanos de esta historia: Javier Tebas, presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional; y el "falso feminismo".

Desplazar la responsabilidad y culpabilizar a la víctima

Nerea Barjola, doctora en Feminismos y Género por la Universidad del País Vasco (UPV) y autora del libro Microfísica sexista del poder (Virus Editorial), se detiene en un detalle: el discurso de Rubiales está atravesado por su "resistencia a dejar de ser impune". Ante el señalamiento consciente y generalizado por parte de la mayoría social y política, el agraviado responde aferrándose a sus argumentos. "Y para ello sigue todas las pautas del agresor descubierto y señalado: se hacen los ofendidos, se convierten en víctimas, culpabilizan a la víctima usando discursos y significados que conectan con la cultura popular", señala la politóloga. 

El fondo de su discurso no es en absoluto novedoso, sino que emana de toda la estructura cultural sobre la que se cimenta el patriarcado. Rubiales enfatiza en que "ella se acercó, lo estaba buscando y no dijo 'no' en ningún momento", resume Barjola. Así lo expresa el presidente de la federación: "Ella fue la que me subió en brazos y me acercó a su cuerpo". Según su relato, él le preguntó a la jugadora: "¿Un piquito?", propuesta que ella acepta. Fin del debate. "Fue espontáneo, mutuo , eufórico y consentido", zanja. 

Lo que está haciendo es en realidad "culpabilizar a la víctima y desplazar la responsabilidad" de lo sucedido, analiza Marisa Soleto, jurista y presidenta de la Fundación Mujeres. "Él ni siquiera es consciente" de sus actos, "no es capaz de identificarlo" como una forma de violencia. Así que se exculpa a través de la negación y la insistencia en que "todo el mundo lo entendió como una anécdota".

Minimizar los hechos

Y por eso no sólo pone a la víctima en el foco, sino que además minimiza la violencia ejercida y ridiculiza a quien la señala. Primero, insistiendo en que aquello no fue un beso, sino un pico. A través del lenguaje, Rubiales resta peso a su conducta y evidencia la desproporción de las posibles consecuencias. "¿Qué es lo que he hecho? ¿Un pico consentido es para sacarme de aquí?", se pregunta.

Pero además, deja claro que lo sucedido el domingo nada tiene que ver con la violencia sexual e incluso considera una suerte de ofensa tacharlo como tal, interpelando a las que a su juicio son las verdaderas víctimas: "Por dios, qué pensarán las mujeres que de verdad han sido agredidas sexualmente", plantea.

Rubiales "está construyendo esa situación" en base a su relato, analiza el exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente. Y haciéndolo deja entrever las grietas de su construcción, las contradicciones de su versión. Porque afirma que el beso fue simultáneo, mutuo y consentido, pero al mismo tiempo reconoce que se produce después de que él se lo pidiera a la jugadora de forma explícita. "Entonces no es espontáneo, es solicitado", apostilla el exdelegado.

La propia Jenni Hermoso ha dejado claro en un comunicado publicado este viernes que "en ningún momento" consintió el beso y acusa al dirigente de mentir. "Me sentí vulnerable y víctima de una agresión. Sencillamente, no fui respetada", ha manifestado la jugadora, quien también señala que "las palabras de Rubiales son categóricamente falsas y parte de la cultura manipuladora que el mismo ha generado". 

Negar su poder

Rubiales utiliza otra baza: negar su superioridad. Su estrategia pasa por rechazar su posición de poder, como hombre y como superior jerárquico. "No hay posición de dominio", blande, a pesar de presidir el organismo rector del fútbol en suelo español.

Los hombres, especialmente los agresores machistas, tienden a "negar el abuso de poder, no reconocen que haya una superioridad de género", expone Lorente, quien recuerda que la violencia machista es la máxima expresión del poder del varón sobre la mujer. En ese contexto, el exdelegado recalca que "la violencia sexual no busca satisfacer necesidades sexuales", sino explicitar poder de manera extrema. Lorente se detiene en esta idea precisamente porque Rubiales se escuda en la ausencia de deseo para justificar sus actos: "El deseo que podía tener en ese beso era exactamente el mismo que podría tener dándole un beso a una de mis hijas".

También Barjola analiza este fenómeno. "Habla de que no había deseo, introduce ruido y confusión conscientemente", pero lo cierto es que "el deseo carece de importancia", no es un elemento clave porque "la violencia sexual tiene que ver con el abuso de poder y la utilización de su superioridad". Por tanto, clama la politóloga, "la jugadora no podía hacer absolutamente nada" y así lo expresó ella misma horas después de su victoria, con aquel significativo "¿y qué hago yo?".

Buen padre, buen gestor, buen feminista

El manual del perfecto machista pasa además por excusarse tras el parapeto de un impecable expediente. En este caso, como buen padre, buen gestor y buen feminista. Rubiales menciona a sus hijas, presentes en el evento, en varias ocasiones a lo largo de su alegato, en un intento de "suavizar la violencia que él ha ejercido y no responsabilizarse de ella", apunta Barjola. Incluso menciona a sus hijas para diferenciar lo que considera buen y mal feminismo: "Vosotras sí sois feministas de verdad, no el falso feminismo que hay por ahí". 

Las voces consultadas coinciden en que las reiteradas referencias a sus hijas recuerdan a los comentarios caducos de quienes, décadas atrás, negaban reconocerse como machistas apelando a las mujeres de su entorno: "Soy padre de familia, mis hijas están aquí, no soy un agresor", ejemplifica Barjola. 

Rubiales saca pecho también de su buena gestión como presidente de la Federación. Y en ese contexto, enumera los avances que a su juicio ha labrado y alardea de la relación con las jugadoras: "Hemos sido una familia durante más de un mes y tuvimos momentos cariñosísimos", subraya. "Hay tantas cosas en el fútbol femenino que hemos hecho... que sería imposible decirlas aquí. Eso es igualdad y eso es feminismo", vuelve a clamar de manera aleccionadora.

La verdadera víctima y la complicidad del entorno

Y con todos esos elementos, el presidente de la entidad lanza su propio veredicto: en realidad, él es la víctima. "Se está ejecutando un asesinato social, a mí se me está tratando de matar", dice convencido. El verdugo: "Las falsas feministas que destrozan a las personas".

Los aplausos y las ovaciones de quienes durante algo más de media hora asistieron a la intervención fueron reveladores. Una representación más de otro de los elementos clave de la violencia machista: la complicidad del entorno. "Los que aplauden equivalen a los hombres que callan ante la violencia de género y los que no hacen nada. Están defendiendo sus privilegios y defendiéndose a sí mismos", analiza Lorente. También Barjola cree que "se ve claramente el pacto entre hombres" incluso a través de la "compra de las fraternidades necesarias para continuar con ese acuerdo". La politóloga se refiere a la sorpresiva renovación del seleccionador Jorge Vilda por cuatro temporadas y con un aumento de salario, anunciada públicamente durante el discurso y sin una conversación previa entre las partes.

Las consecuencias del victimismo del agresor y el aplauso colectivo de su entorno lanzan un mensaje nefasto para las víctimas. "Es un argumentario que funciona y que extiende una manta de sospecha sobre el comportamiento de las mujeres", advierte Soleto. "¿Por qué las víctimas no denuncian? Porque saben que este discurso no sólo es esgrimido por los agresores, sino aplaudido por los demás".

Refundación del machismo

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Rubiales aprovecha su intervención no sólo para exculparse, sino para apuntalar un discurso profundamente ideológico. No sólo habla de las "feministas que destrozan a las personas", sino que además introduce elementos genéricos que nada tienen que ver con el caso particular que le ha llevado a ponerse tras los micrófonos.

Por ejemplo, ridiculiza el lenguaje no sexista al corregir el "campeonas" y utilizar el masculino plural. "El plural masculino en España incluye tanto a mujeres como a hombres. Por lo tanto, no nos acomplejemos y sigamos utilizando 'campeones' para hablar de hombres y de mujeres. Todos ustedes, todo el fútbol español, son campeones del mundo", defiende. Pero además, confronta ese "mal feminismo" con un valioso elemento: la libertad. "Estamos bajo una situación de falta de libertad total", alerta, una afirmación que inevitablemente recuerda a la "cultura de la cancelación" jaleada en los últimos años por la reacción machista.

El discurso encaja en lo que Lorente ha dado en llamar "proceso de refundación del machismo", enarbolado por quienes mantienen y exhiben orgullosos sus posiciones machistas. Se trata de "convertir el machismo en acción política, un instrumento que les da reconocimiento y poder". Rubiales, sostiene el exdelegado, va más allá de lo individual: interpela a quienes se sienten agraviados por el avance feminista, alienta la reacción machista y lo hace utilizando "elementos muy presentes en el debate contra la igualdad". Él mismo lo deja patente: "Más allá de mi situación personal, como español creo que tenemos que hacer una reflexión de hacia dónde vamos". El horizonte feminista, reivindicado de forma unánime en los últimos días por la mayoría social, no parece el más deseable para el presidente de la Federación.

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