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Los poemas de Unamuno, a bordo del 'Zeelandia'

Barco 'Zeelandia'.

Raimundo García Paz

Las travesías marítimas han alimentado grandes logros literarios. Desde búsquedas de tesoros hasta naufragios oceánicos pasando por gestas de navegación. Los seis días de periplo atlántico de Miguel de Unamuno durante el verano de 1924, entre el destierro canario ordenado por Primo de Rivera y el exilio francés, también alentaron su obra poética.

 

Por si registran mis papeles

El escritor vasco prometió a los lectores de su libro de sonetos De Fuerteventura a París, impreso en la capital francesa en 1925, relatar su período de cautividad en la isla donde había estado deportado el año anterior. Aunque incumplió ese compromiso, la Casa-Museo que lleva su nombre en Salamanca conserva un manuscrito de tres hojas, compuesta cada una por cuatro octavillas pegadas con adhesivo, que se titula Mi destierro y va acompañado por la frase: Por si registran mis papeles.

Este dietario de bolsillo le fue útil al pensador bilbaíno, porque le permitió cotejar la cronología de sus sonetos a la hora de editarlos posteriormente. Así dejó escrito que "puedo fijar el momento de historia en que me brotó cada uno de ellos". Ese fue el caso de los versos creados a bordo del transatlántico neerlandés, que le trasladó desde Las Palmas de Gran Canaria hasta el puerto francés de Cherburgo.

El ex rector de la Universidad de Salamanca situó así con toda exactitud su poema LXV: A bordo del Zeelandia, rumbo a Lisboa, 22-VII. Un cuarteto evocador de su estancia en la isla acamellada abría paso a esta creación lírica de julio de 1924:

Raíces como tú en el Océano

Echó mi alma ya, Fuerteventura,

De la cruel historia la amargura

Me quitó cual si fuese con la mano

Toqué a un toque el insondable arcano

Que es la fuente de nuestra desventura

Y en sus olas, la mágica escritura

Descifré del más alto Soberano.

Un oasis me fuiste, isla bendita;

La civilización es un desierto

Donde la fe con la verdad se irrita;

Cuando llegué a tu roca llegué a puerto

Y esperándome allí a la última cita

Sobre tu mar ví el cielo todo abierto.

El segundo soneto del viaje unamuniano, consecutivo del anterior, fue escrito: A bordo del Zeelandia, frente a las costas de Francia, 26-VII. Sus líneas trasladan una sensación ambivalente, que combina alegría con ansiedad ante el próximo desembarco en tierras galas:

Hay en ellos también olas de espuma,

Rayo de cielo que se anega en bruma

al rompérsele el sueño, de mañana.

Dulce contento de la vida mana

Del lago de tus ojos; si me abruma

Mi sino de luchar, de ellos rezuma

Lumbre que al cielo con la tierra hermana.

Voy al destierro del desierto oscuro,

Lejos de tu mirada redentora

Que es hogar de mi hogar sereno y puro,

Voy a esperar de mi destino la hora;

Voy acaso a morir al pie del muro

Que ciñe al campo que mi patria implora.

Sin embargo, Unamuno no llegó a incluir en su libro De Fuerteventura a París un tercer poema, también elaborado supuestamente a bordo del barco que le acerca a Cherburgo. Su métrica, recuperada del Medievo por poetas modernistas como Rubén Darío, difiere de la propia del soneto, pero su mirada y ojos reaparecen en esta composición, que revela la identidad de su portadora.

Hay ojos que miran -hay ojos que sueñan,

Hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,

Hay ojos que ríen, -risa placentera,

Hay ojos que lloran -con llanto de pena,

Unos hacia dentro -otros hacia fuera.

Son como las flores que cría la tierra,

Mas tus ojos verdes -mi eterna Teresa,

Los que están haciendo -tu manto de yerba,

Me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan,

Me ríen rientes -risa placentera,

Me lloran llorosos -con llanto de pena,

Desde tierra adentro -desde tierra afuera,

En tus ojos nazco; -tus ojos me crean;

Vivo yo en tus ojos, -el sol de mi esfera;

En tus ojos muero, -mi vida se anega,

Tus ojos mi cuna -mi casa y vereda,

Tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.

Esta creación lírica fue publicada por la revista Caras y caretas de Buenos Aires el 13 de septiembre de 1924 en el marco del Recuerdo al Dr. Francisco P. Lavalle de nuestro mutuo conocimiento a bordo del Zeelandia, de Canarias a Cherburgo, y de la grata amistad que aquí ha nacido según las líneas mecanografiadas de Miguel de Unamuno el 26-VII-1924, frente a las costas de Francia que reproduce la publicación.

Para evocar los buenos momentos pasados con el científico argentino, la revista señala que Unamuno "envió a la esposa de nuestro compatriota los hermosos versos que publicamos y que dicen de la frescura de espíritu y belleza de alma del rígido filósofo salamanquino (sic)". Estos mensajes van ilustrados por una fotografía que lleva el siguiente pie: A bordo del 'Zeelandia', Don Miguel de Unamuno, Rodrigo Soriano, su compañero de destierro, el Doctor Lavalle, el señor Sáenz Benavente y la señorita de Benedetti.

La rima 45

¿Fue escrita esa poesía magistral por Unamuno a bordo del transatlántico neerlandés? Su temática común con el segundo soneto antes expuesto induce a creerlo, pero idénticos versos de arte mayor también fueron incluidos con el número 45 en su poemario Teresa. Rimas de un poeta desconocido…. Para saber si el autor dedicó un poema ya publicado a la esposa del Dr. Lavalle cuando navegaba en el Zeelandia, necesitamos saber la fecha exacta de edición de este último libro. Aquí surgen las dudas: mientras los catalogadores de la Biblioteca Nacional de España colocan un interrogante al lado de "1923", los expertos de la Casa-Museo Unamuno de Salamanca lo datan en "1924".

Unamuno dejó un rastro del momento en que redactó su poemario. Figura en las Notas que escribe al término de la primera edición de Teresa...:

"Estas líneas las estoy escribiendo, en unos días plácidos y sosegados de mediado septiembre de este año de 1923, el de las Responsabilidades, en estos días en que empiezan a amarillear las primeras hojas del otoño y en este plácido y sosegado retiro de la ciudad de Palencia, la Abierta, a orillas del Carrión, el río que lleva el eco de las inmortales coplas de Jorge Manrique, el río de los Campos Góticos, el que arrastra a la mar las sales de los huesos de los reconquistadores".

Y continúa Unamuno: "Las escribo en días día agitada historia patria, en, que unos más que adultos señoritos, atolondrados mozos de canas, sin meollo en la sesera y obsesionados por la masculinidad física, por el erotismo de casino, se ponen a jugar a la política como podrían ponerse a jugar al tresillo, henchidos de frivolidad castrense". Para mayor aclaración del calendario, remata su comentario interrogándose a sí mismo sobre la pareja protagonista del poemario (Rafael y Teresa): "¿Se habrán enterado de que acaba de plantearse en España la dictadura militar?".

Dado que el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera ocurrió el 13 de septiembre de 1923, resulta extraño que Unamuno esperase para concluir esa rima 45 de las 98 que componen Teresa... hasta el verano de 1924, cuando se exilia por vía marítima desde Fuerteventura a Francia.

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No obstante, la censura militar existente en España y su deportación al archipiélago canario pudo dificultar la venta de su poemario. Así pues, es posible que Unamuno redactase el arte final de la poesía a bordo del Zeelandia, dirigiéndolo a la esposa del Dr. Lavalle —aunque dicha dedicatoria no figure expresamente en el poemario Teresa... editado por Renacimiento—.

En todo caso, llama la atención el nexo de Unamuno con Argentina. Si una carta privada suya, revelada por un diario bonaerense, fue la espoleta de su destierro a Canarias en febrero de 1924, la campaña internacional para su liberación también comenzó en el país austral. De esas mismas latitudes vino la química argentina Delfina Molina Vedia de Bastianini con su hija en julio de 1924, para acompañarle en sus últimos días en Fuerteventura, facilitando su marcha posterior a Francia. Y en el curso de ese periplo coincidió -ya es casualidad- con otro químico notable de ese país, el Dr. Lavalle, cuya esposa fue la destinataria de esos diecisiete versos de la singladura poética.

* Raimundo García Paz es periodista e investigador.

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