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La respuesta antirracista británica convoca más gente que los disturbios del odio

Manifestantes de Stop the Far Right se reúnen frente a la sede de Reform UK en Londres, Gran Bretaña, .

Marie Billon (Mediapart)

Birmingham (Reino Unido) —

"No se han atrevido a venir a Birmingham", dice uno de los oradores en una concentración organizada por la asociación Stand up to Racism (Levántate contra el racismo) en esta ciudad del centro de Inglaterra. "Nunca he estado más orgulloso de Birmingham", exclamó otro. "La única ciudad donde no se han atrevido a venir los fascistas". Birmingham ha estado relativamente libre de enfrentamientos en los últimos días.

La noche de este miércoles fue más tranquila de lo que muchos temían en todo el Reino Unido. Aunque hubo enfrentamientos esporádicos, sobre todo en Londres, no se materializaron las cientos de concentraciones de extrema derecha que la policía esperaba. O fueron menos numerosas y menos violentas que en días anteriores.

En Birmingham, en los bucles de Telegram de la extrema derecha circulaba la dirección de un bufete de abogados especializado en derecho de inmigración como punto de encuentro a las 8 de la tarde. En la lista figuran varias docenas de bufetes más: "Miércoles por la noche, chicos. No dejarán de venir hasta que se lo digamos. No más inmigración. A las 8 de la tarde. Venid enmascarados". Pero ni en esta dirección, en pleno barrio de los joyeros de Birmingham, ni a unos cientos de metros, en Saint-Paul Square, otro posible punto de encuentro, ni siquiera cerca de los activistas de Stand up to Racism, aparecieron los extremistas el miércoles por la tarde.

No es la primera vez que no se materializa la amenaza de concentraciones de extrema derecha a nivel local, lo que no sorprende a Jack. "Gracias a que Birmingham es una ciudad multicultural se ha librado de la violencia", afirma. "Porque somos una ciudad solidaria". Jack es comerciante y trabaja en una tienda de muebles en una zona "étnicamente diversa", dice. Temía que llegara esa noche, pero espera que las primeras condenas de los alborotadores logren un efecto disuasorio: "Si los detienen y los meten entre rejas, espero que eso ponga fin a todo esto, y que la gente pueda aprender las lecciones necesarias".

"Nosotros unimos a la gente, ellos la dividen"

Mustapha, dueño de un restaurante, va a mantener las tablas que protegen las ventanas unos días más, "por si acaso". Las colocó el miércoles, temiendo que se produjeran actos violentos en torno a la manifestación Stand up to Racism, prevista justo enfrente. "Instalar estas protecciones cuesta unos cientos de libras", dice, "pero si los alborotadores rompen las ventanas, será mucho más caro". Como hostelero turco, Mustapha temía ser especialmente vulnerable, pero la cadena británica de cafeterías de al lado y la tienda de ultramarinos de enfrente habían tomado las mismas precauciones que él.

Los comerciantes no eran los únicos en esperar lo peor. Frente al restaurante de Mustapha, dos jóvenes llegaron a última hora de la tarde y esperaron a que empezaran a llegar los manifestantes antirracistas para acercarse al lugar de reunión. Mark y Saah querían formar "un cuerpo de interposición" en caso de ataque de la extrema derecha, pero no querían "provocar", dijeron.

Como muchos otros jóvenes –sobre todo hombres– ellos ocultan sus rostros con pasamontañas negros. "Es por las redes sociales", dice Mark. "Vivo en una zona donde mucha gente es algo racista. No sabes quién dice qué, si alguien querrá atacarme... Y además no siempre estoy de acuerdo con la policía". Saah afirma que, como a Mark, le han registrado varias veces sin más motivo que "el color de la piel" y también prefiere no ser identificado.

Unos minutos más tarde, dos policías les abordaron. Se saludaron cortésmente. Y cuando uno de los agentes preguntó a los jóvenes por qué ocultaban sus rostros, respondieron: "¡Aquí no hay EDL!" Son las siglas de English Defence League (Liga de Defensa Inglesa), un partido de extrema derecha que ya no existe legalmente pero que sigue siendo una causa de adhesión para los alborotadores. Los dos policías se marchan, aparentemente satisfechos con las respuestas de Mark y Saah.

Aunque el miércoles hay muchos miembros de la policía en Birmingham y los agentes no pierden de vista a los jóvenes encapuchados, las únicas veces que alzan la voz o un brazo es para empujar hacia la acera a la multitud que escucha los discursos de Stand up to Racism, por el tráfico. Varios conductores mostraron su apoyo tocando el claxon o insultando al EDL desde el coche.

"Estamos aquí esta noche porque queremos a nuestros vecinos", dijo un orador de Stand up to Racism. "Pensaban que nadie les plantaría cara y denunciaría su ideología tóxica. Nosotros nos manifestamos, ellos crean disturbios. [...] Nosotros unimos a la gente. [...] Ellos la dividen."

Si los musulmanes provocaran disturbios, destruyeran comercios, rompieran escaparates e hirieran a la gente, nos llamarían terroristas. Pero como son blancos los que lo hacen, es activismo

Una joven musulmana de Birmingham que pide el anonimato

Tras una hora de discursos en el punto de encuentro, los manifestantes marcharon hacia el centro de Birmingham, coreando Refugees welcome (Refugiados bienvenidos) y Racists, go home (Racistas, largaos), así como consignas a favor de Palestina y contra Israel. Cuando algunos corearon Allahou Akbar (Alá es grande), los organizadores ahogaron los gritos con otras consignas de los megáfonos. Pero esas palabras no molestan a Eilish: "Decir que Dios es grande es una opinión. Si eso es lo que piensas, no veo el problema, se diga en el idioma que se diga".

Eilish, una inglesa de 31 años, se había mostrado reticente a acudir esta tarde a la concentración de Stand up to Racism. "Estaba convencida de que iba a haber contramanifestantes, y temía la violencia", afirma. "Pero creo que lo que ha ocurrido en las últimas veinticuatro, cuarenta y ocho horas, ha demostrado que la policía responde enérgicamente a la violencia". Ha estado siguiendo las noticias en su teléfono y está encantada de ver que los manifestantes antirracistas han salido en masa por todo el país. "La extrema derecha ha sido superada en número", anunciaban varios medios de comunicación el miércoles por la noche.

Los manifestantes y las autoridades esperan que se haya llegado a un punto de inflexión y que se vislumbre el final de la violencia racista que prosperó gracias a la manipulación y explotación de los acontecimientos que rodearon el ataque con cuchillo en Southport, que se cobró la vida de tres niñas el 29 de julio. Contrariamente a lo que se rumoreaba en las redes sociales, el sospechoso no es musulmán ni solicitante de asilo llegado ilegalmente al país.

"He vivido aquí toda mi vida", decía una joven con hiyab el miércoles por la tarde, "pero nunca me había sentido tan insegura como ahora. Cuando salgo de casa tengo que mirar en todas direcciones. Tengo miedo de que alguien me grite, me insulte o me ataque". Esta joven de 21 años ha insistido en permanecer en el anonimato, al igual que la amiga que va con ella. No quieren andar solas por la ciudad en estos momentos, dicen, y sólo van donde haya gente para sentirse menos vulnerables.

Ni siquiera cuando se cruzan con un furgón policial se sienten tranquilas. "Si los musulmanes causaran disturbios, destrozaran tiendas, rompieran escaparates e hirieran a la gente, nos llamarían terroristas", afirma. "Pero como son blancos los que lo hacen, es activismo". A ambas les gustaría que los alborotadores fueran acusados de actos terroristas. Las autoridades judiciales barajan esa posibilidad en algunos casos, pero otros consideran que eso daría un barniz ideológico a unas acciones oportunistas. Desde que comenzaron los acontecimientos, el primer ministro ha insistido en que los alborotadores no son más que "pandilleros".

Keir Starmer también insistió en que "no escaparán a la justicia". El miércoles, tres alborotadores fueron condenados a penas de entre veinte meses y tres años de prisión. Se están preparando más de 500 plazas en al menos tres prisiones para alojar a los alborotadores que serán declarados culpables en los próximos días. El gobierno laborista está acelerando su programa de excarcelación de algunos presos que han cumplido el 40% de sus condenas, con el fin de hacer sitio en las cárceles.

El primer ministro Keir Starmer, que fue fiscal general, cree que una justicia rápida e inflexible puede disuadir a los alborotadores. Pero una vez que el ambiente se haya calmado, el Reino Unido tendrá que hacer un examen de conciencia.

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"Para muchos, lo que está ocurriendo ahora es una repetición de las tensiones raciales que vimos en los años 60, 70 y 80", dijo uno de los oradores de Stand up to Racism. "Esta vez, debemos acabar de verdad con esta amenaza fascista". La multitud aplaudió con fuerza, pero estos disturbios y alborotos que reclaman el "fin de la inmigración" se basan en una estructura difícil de contrarrestar, como demuestra el alto resultado (4 millones de votos) del partido populista Reform UK en las elecciones del 4 de julio.

 

Traducción de Miguel López

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