No es país para jefas de Gabinete

Diego Rubio (2d), jefe de Gabinete de Pedro Sánchez, a su llegada al Comité Federal de su partido este sábado en Madrid. EFE/Macarena Soto

Carmen Díez de Rivera rompió moldes en una época en la que el franquismo negaba protagonismo, poder y visibilidad a las mujeres. Fue la primera jefa de Gabinete de la historia de la reinstaurada democracia. Conocida como la musa de la Transición, convenció a Adolfo Suárez de que legalizase el Partido Comunista. Antes, incluso, como cuenta Manuel Vicent en El azar de la mujer rubia (Alfaguara, 2016), había sido clave para que el rey Juan Carlos le nombrase presidente.

Feminista, libre y valiente, Díez de Rivera fue la primera y la última en ocupar este cargo de altísima confianza. Porque, desde el año 1976, ningún otro presidente del Gobierno ha vuelto a elegir a una mujer como jefa de Gabinete. Los once que vinieron detrás vestían traje y corbata. El último en llegar ha sido Diego Rubio esta semana. Historiador de perfil independiente, hasta ahora era el secretario general de Políticas públicas, Asuntos europeos y Prospectiva estratégica. 

Los jefes de Gabinete son el pilar que sostiene los muros del Edificio Semillas en Moncloa. Asesoran a los presidentes, les proporcionan toda la información que necesitan y desarrollan la estrategia de su liderazgo. “Es un cerebro que les asiste política y técnicamente, pero sus funciones dependen en gran medida de la propia personalidad del profesional. Hay algunos que tienen mayor vis política como Óscar López y otros que tienen un perfil más de consultor como Iván Redondo”, explica Ana Salazar, directora de Idus3 Estrategia.

La reproducción homosocial en las lógicas de poder

Aunque la presencia de mujeres en política ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, hay determinados cargos, como ser la mano derecha de un presidente del Gobierno, que siguen monopolizados por ellos. Según un estudio del IESE Bussines School e Infoempleo, el 68% de los encuestados cree que sus empresas favorecen la promoción masculina por encima de la femenina, debido a que ven la maternidad como un lastre.  

Según los expertos, en la elección de los puestos de responsabilidad en política hay un criterio discrecional, es decir, las personas que suelen llegar son por cooptación o por un hecho sistémico como la reproducción homosocial. Esta es una teoría desarrollada, entre otras, por la académica feminista Rosabeth Moss Kanter, en 1977, que se basa en el peso que tienen los factores heteropatriarcales en el reparto de poder. 

Lo explica Verónica Fumanal en su libro El poder de la influencia (La esfera de los libros, 2024). “Aquellos que toman decisiones tienden a favorecer la evolución y la promoción de personas con características similares a ellos. Es decir, hombres blancos promocionan a hombres blancos”. En este caso, los presidentes del Gobierno nombran a otros hombres para que sean sus jefes de Gabinete.  

Otro de los motivos que alega Fumanal es el “compadreo” que impide a las mujeres colarse en las redes de poder masculino y que lleva años perpetrando una estructura machista del poder. “Ellas tienen menor acceso a los lugares informales de socialización masculina. Durante el ocio premium de los directivos en un palco de un estadio de fútbol, en una grupeta ciclista o en una partida de póker también se toman decisiones. Son ambientes en los que no suele haber mujeres y, por tanto, el grupo considera que la incorporación de una de ellas podría acabar con estos espacios que ellos consideran de liberación”.

Un liderazgo más orientado a las personas 

La pregunta es cómo puede haber influido la nula presencia de mujeres en este puesto durante tantas décadas. “La influencia es obvia porque las mujeres tienen una visión de la sociedad diferente a la del hombre y sensibilidades distintas en temas como la familia, la conciliación o la igualdad porque lo viven en primera persona”, opina la consultora Ana Salazar. 

Según un estudio de Eagle y Johnson de 1990, en la forma de liderar y dirigir equipos “las mujeres son más democráticas y participativas y los hombres son más autocráticos y directivos”. Además, concluyen que, en organizaciones dominadas por líderes masculinos, ellas inhiben las conductas propias de un estilo orientado hacia las personas.

“Las mujeres ejercen liderazgos más trasversales y eso cuando eres jefa de Gabinete impregna al presidente o presidenta. En mi trabajo como consultora, los hombres, por lo general, se quedan satisfechos cuando presentas una estrategia desde un punto de vista técnico y anguloso, pero cuando trabajo con mujeres empiezan a emerger en la conversación muchos matices. En política, creo que ellos piensan más en el ‘yo’ y ellas en el ‘nosotros’", añade Salazar.

De la reproducción homosocial al acantilado de cristal

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Además de la reproducción homosocial, otro de los fenómenos habituales que sufren las mujeres en política es el conocido como “acantilado de cristal”. Consiste en que, muchas veces, ellas acceden a puestos de liderazgo cuando hay problemas o el partido está atravesando un momento de crisis, lo que hace que la probabilidad de fracaso sea mayor. 

En los últimos tiempos, ha sucedido con la llegada de Yolanda Díaz para sustituir a Pablo Iglesias en la vicepresidencia del Gobierno, con Inés Arrimadas al relevar a Albert Rivera después de la debacle electoral de Ciudadanos o con Kamala Harris incorporándose en el último momento a la carrera presidencial, tras la renuncia de Joe Biden. 

“Las mujeres sufren tres tipos de discriminación: existencia de actitudes menos favorables hacia ellas, mayor dificultad para alcanzar roles de liderazgo y mayor dificultad para ser reconocidas”, concluye Verónica Fumanal en uno de los capítulos de su libro. Sin duda, la estadística de una jefa de Gabinete en 48 años y tras siete presidentes del Gobierno refleja que todavía quedan bastantes pasos que dar. 

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