Un Trump más extremo o un enigma llamado Harris: EEUU elige su futuro en unas elecciones de vértigo
En The Apprentice, el director Ali Abbasi nos muestra como un joven Donald Trump, interpretado magistralmente por Sebastian Stan, logra pasar de ser un torpe cobrador del frac en los apartamentos de su familia a ser un exitoso magnate multimillonario. Un camino que recorre aupado por las tres reglas del abogado Roy Cohn, un hombre amoral y sin escrúpulos que había asesorado en el pasado a varios presidentes republicanos y, entre otros, al senador Joseph McCarthy, famoso por su persecución de supuestos comunistas en las élites del país durante los años 50. La tríada de Cohn se podría resumir en los siguientes principios: primero, ir siempre al ataque; segundo, no admitir nada, negando y mintiendo en todo y, por último, no admitir nunca la derrota.
Esas normas no sólo le sirvieron para alcanzar la cima del poder inmobiliario en el Nueva York de los años 80, sino también para conquistar la Casa Blanca en 2016 y lograr así una de las victorias más sorprendentes de la historia electoral de los Estados Unidos. Durante su campaña, marcó la conversación atacando a sus rivales de una forma nunca antes vista, mintió y esparció noticias falsas sobre sus adversarios y, en 2020, cuando fue derrotado por Joe Biden en las urnas, se negó a aceptar la victoria del ahora presidente, desencadenando una turba que terminó por asaltar el Capitolio el 6 de enero. Tres reglas que Trump está dispuesto a usar de nuevo para llegar por segunda vez a la Casa Blanca este martes 5 de noviembre.
Sus posibilidades para hacerlo son, como mínimo, prácticamente iguales que las de su rival, la actual vicepresidenta, Kamala Harris. Las últimas encuestas muestran una ligera ventaja para la candidata demócrata, pero en la mayoría de los Estados que decidirán las elecciones, los llamados swing states, el empate técnico entre ambos es casi absoluto. Wisconsin, Michigan, Pennsylvania, North Carolina, Georgia, Arizona y Nevada, son los 7 lugares a los que mirarán todos los ojos en una noche electoral que se prevé de infarto y que, probablemente, no deje un ganador claro.
Estados Unidos llega a estas elecciones después de la que es, probablemente, la campaña electoral más convulsa del último siglo, la cual ha incluido hasta dos intentos de asesinato al candidato republicano. Los vaivenes comenzaron tras el primer debate entre Trump y Joe Biden, cuando la actuación penosa del actual presidente y las presiones de grandes figuras de su partido le obligaron a retirarse. Su sustitución por Harris dio un gran impulso a las expectativas demócratas después de su hundimiento postdebate, pero en octubre, saltaron las alarmas. El "efecto Harris" parecía haberse desinflado, aunque en los últimos días, la vicepresidenta ha vuelto a tener números muy positivos en las encuestas.
Por ese motivo, en esta última semana de campaña, ambos candidatos han intentado deshacer ese empate aprovechándose de los tropiezos de ambas campañas. Por parte de Harris, su equipo ha intentado apelar al votante puertorriqueño (muy importante en Pennsylvania, pero ya de base bastante progresista), después de que en el mitin de Trump en el Madison Square Garden, el cómico Tony Hinchcliffe, se refiriera al país como una “isla de mierda”. El magnate, en cambio, ha explotado las declaraciones de Biden donde llamaba “basura” a los votantes del republicano, ahondando en su discurso contrario a las élites. “Ambos están intentando movilizar a sus bases, ya que en este momento y con la polarización que hay en Estados Unidos, no quedan muchos indecisos”, explica Alex Maroño, analista de El Orden Mundial especializado en política estadounidense.
Trump 2.0
“Uno de los aspectos más importantes de estas elecciones y que más sorprenden es que muchos estadounidenses aún no se creen a Trump. Escuchan lo que dice y, en vez de escandalizarse, piensan que lo dice de broma o que después no va a hacer todo lo que está prometiendo. Incluso les parece gracioso. Y eso le favorece mucho en las elecciones”, señala Alana Moceri, profesora de Relaciones Internacionales de la IE University, preguntada por las posibilidades de que Trump vuelva a la Casa Blanca.
Si lo hace, eso sí, llegará de una forma muy distinta a como lo hizo hace 8 años, cuando era un completo outsider enfrentado con todo el establishment republicano. Durante estos años, recuerda Maroño, el expresidente se ha dedicado a eliminar cualquier disidencia interna dentro del partido. No queda prácticamente nadie de aquellos que votaron en su contra en los sendos impeachments llevados a cabo contra él en 2019 y 2021, ni tampoco contrapesos internos como Liz Cheney o Mitt Romney, completamente en la sombra o, en el caso de la primera, directamente haciendo campaña por Harris. Además, Trump ha pasado de tener a Mike Pence, un republicano tradicional como compañero de fórmula, a elegir a un trumpista confeso como J.D. Vance.
A todo eso hay que sumar otra circunstancia nueva: el apoyo de parte del establishment y de los poderes económicos estadounidenses. El más recurrente durante la campaña ha sido el del multimillonario Elon Musk, el cual no sólo ha realizado mítines a su favor, sino que también ha financiado a Trump por medio de su organización de acción política América. Pero también los tentáculos del expresidente llegan a Jeff Bezos, dueño del periódico The Washington Post y de Amazon, el cual ha obligado al diario que destapó el Watergate a no apoyar explícitamente a ningún candidato, algo que no sucedía desde 1972.
“Trump llega a las elecciones con más experiencia ejecutiva, con menos oposición por parte de su gabinete y además, en este final de campaña se le está viendo más incendiario que nunca”, comenta Maroño ante una posible victoria del republicano. En este último aspecto está de acuerdo Francisco Rodríguez Jiménez, profesor de la Universidad de Extremadura y visitante en la estadounidense Georgetown, el cual señala que antes del tiroteo de Butler, la campaña de Trump había optado por una imagen moderada, pero que, tras el intento de asesinato, el magnate ha desplegado su versión más radical. “Además, en los segundos mandatos, los presidentes de Estados Unidos suelen actuar de forma más libre, porque, puesto que no se pueden presentar a la reelección, tienen menos presión y pueden hacer en mayor medida lo que quieren”, añade Rodríguez.
Pese a todo, José María Peredo, catedrático de Política Internacional en la Universidad Europea, no cree que ese Trump desencadenado sea una amenaza para la democracia estadounidense. “No creo que esto signifique una presidencia más radical. Él viene de esos discursos ultraconservadores, pero tendrá que encontrar un punto medio donde los diferentes intereses económicos, morales y políticos del Partido Republicano encuentren acomodo”, comenta el experto.
Además, preguntado por la posibilidad de que Trump siga los pasos de líderes autoritarios como el presidente húngaro, Viktor Orbán, muy cercano al magnate, Peredo también se muestra contrario: “No veo un peligro para la democracia, sí veo que pueda haber un giro más duro en cuanto a los aranceles, una visión más americanista en la entrada de organizaciones internacionales, pero que eso vaya a producir una involución en la política americana, yo creo que no”. Un extremo que también pone en cuestión Rodríguez, confiado en los muchos contrapoderes de la democracia americana y en la necesidad de Trump de controlar todas las instituciones (presidencia, Congreso y Senado), para avanzar hacia el autoritarismo, algo que, a priori, ve difícil que consiga.
Las diferencias entre Biden y Harris
En el otro lado de la balanza, la expectativa ante una presidencia de Harris también es muy grande. La vicepresidenta ha guardado durante el mandato de Biden un perfil bajo y, durante la campaña, ha tratado de diferenciarse, en la medida de lo posible, de su predecesor en el cargo, cuyo manejo, sobre todo de la inflación, está en el centro de las críticas de muchos votantes, especialmente los latinos.
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Sin embargo, muchos dudan de que sus políticas sean muy diferentes a las que ha llevado Biden durante su mandato. “Sí que hay un punto de ruptura en el hecho de que Harris sería la primera mujer en la historia del país en llegar a la presidencia, solo por lo que va a representar ese hecho, es imposible una continuación pura”, explica Peredo, que en cambio no prevé una gran ruptura en otros aspectos como la política internacional o económica, sobre todo en las partes de esta última que han funcionado durante el mandato de Biden.
Otros, por su parte, quieren ver en la posible Administración Harris un giro progresista a la de su predecesor. “Biden ha sido bastante más progresista de lo que la gente esperaba. Tanto Obama como Biden, Clinton y Harris tienen mucho en común porque son demócratas de centro progresista, no son Bernie Sanders, aunque es cierto que Biden quizás haya sido el más ambicioso de todos. Por tanto, Harris podría seguir esa línea y continuar con ese tipo de políticas”, asegura Moceri.
La experta también destaca como la actual vicepresidenta pertenece a otra generación con respecto a su predecesor en una materia tan clave como Israel, por lo cual ahí sí podría tener un punto de diferenciación más intenso. “Biden pertenece a una época donde se apoya a Israel sí o sí, pase lo que pase. Ahora, sin embargo, vemos un como hay un cambio en la opinión pública y, sobre todo los jóvenes, están siendo más críticos con las acciones de Netanyahu”, señala. Algo que también trae a colación Rodríguez, que destaca como uno de los asesores de Harris para temas internacionales es Phil Gordon, el cual es reacio a inmiscuirse en Oriente Próximo y ha sido crítico con la política de Israel en Gaza y la respuesta que ha dado Estados Unidos.