Egos, negocios y machismo entre amigotes: Trump y la 'broligarquía' en su gobierno
Estos días está pasando mucha gente por Mar-a-Lago, el club privado de Donald Trump en Florida, al sureste de Estados Unidos, su segunda Casa Blanca, donde se siguen celebrando galas de la victoria desde que ganó las elecciones presidenciales a la demócrata Kamala Harris.
Mientras se anuncian nombramientos para los puestos clave, pugna por posicionarse la constelación de distintas tendencias del trumpismo, con la esperanza de llamar la atención del futuro presidente o influir en la línea del Gobierno.
Es ahí, en los gigantescos confines de un palacio digno de un Rey Sol, con un salón de baile de 2.000 m2 decorado con pan de oro, donde Donald Trump está construyendo su gobierno, que será nombrado tras su investidura prevista para el 20 de enero de 2025. Estará inevitablemente flanqueado por Elon Musk, el propietario de X, Starlink y Tesla, futuro ministro encargado de reducir los costes del Estado federal, y cuya influencia empiezan ya a deplorar los viejos leales a Trump.
Pero Musk, “un genio” para el ex y futuro presidente, le ha financiado tanto y le ha desinformado tanto en su red social durante la campaña que ahora es una figura clave en la futura administración. El martes 19 de noviembre, Trump acudió en persona a ver el lanzamiento de un cohete de SpaceX, la empresa espacial de Musk. La prueba no tuvo mucho éxito, pero no tuvo importancia: lo principal era la foto.
Poco a poco, la futura administración va tomando forma. Como era de esperar, parece un museo de los horrores: se ha hecho a propósito, para autentificar el choque y el cambio, para encarnar la lucha contra el “sistema” y su “corrupción”. “Donald Trump es una fuerza bruta que aplica un trauma en bruto al sistema”, teorizaba en las columnas del New York Times el estratega supremacista Steve Bannon, ex jefe de campaña de Trump en 2016, a quien también se ha visto por Mar-a-Lago estos días. Bannon acaba de salir de prisión por negarse a declarar ante el Congreso sobre las circunstancias del ataque al Capitolio por parte de partidarios enardecidos de Trump el 6 de enero de 2021.
Amigos y estrellas de la tele
Como era de esperar, la nueva lista del Gobierno está poblada en primer lugar por los leales entre los leales, hombres y mujeres que defienden a Trump enseñando los colmillos en la televisión y en las redes sociales, único criterio de lealtad en el mundo de Trump.
Entre ellos está el vicepresidente J.D. Vance, experto en chismorreos y fake news. Pero también Matt Gaetz, a quien Trump quiere nombrar secretario de Justicia, un republicano ingobernable, odiado incluso en su propio bando, el vasallo perfecto para transformar el departamento en un tribunal permanente contra los “enemigos del interior” que Trump designe.
Trump ha nombrado oportunamente para Justicia a tres de los abogados que le defendieron personalmente en sus actuales procesos penales, pues Trump, primer presidente de la historia de Estados Unidos condenado por un delito penal, pretende que esa sentencia sea anulada. En la CIA, John Ratcliffe, ex director de Inteligencia durante su primer mandato, tuvo el mérito en su día, a ojos de Trump, de haber hecho público material clasificado (pero no verificado) para alimentar la idea de un complot político de los demócratas contra Trump.
Para Comercio, el hombre que prometió ser un “dictador el primer día” ha elegido a su amigo, el financiero Howard Lutnick, un magnate de Wall Street. Para educación, Linda McMahon, una multimillonaria que hizo fortuna en lucha libre: amiga y gran donante, se encarga oficialmente de destripar su propio departamento, ya que Trump quiere que cada Estado decida su propia política educativa. En Seguridad Nacional, la aguerrida gobernadora de Dakota del Sur Kristi Noem, que podría haber sido su compañera en la candidatura presidencial si no se hubiera jactado de ejecutar a su cachorro de catorce meses porque era demasiado agresivo.
Al núcleo duro de leales se unen los neoconversos: Marco Rubio, Tulsi Gabbard, R.F. Kennedy
Otros leales son las estrellas de la televisión conservadora y de los reality shows: Mehmet Öz, el catódico “Dr. Oz”, experto en falsos consejos de salud, para gestionar el equivalente de la Seguridad Social y sus 100 millones de beneficiarios; Sean Duffy en Transportes (presentador de Fox News, como su mujer); y sobre todo Pete Hegseth, también presentador de Fox News, que aplicará las órdenes en Defensa. El momento es perfecto: según la NBC, el equipo de Trump ha elaborado una lista de militares que participaron en la desastrosa retirada de Afganistán, y que podrían ser sometidos a un consejo de guerra.
Para localizar a los indocumentados (Trump ha prometido deportar “entre quince y veinte millones”), Tom Homan, nombrado jefe de la agencia federal ICE, responsable de fronteras y aduanas, trabajará mano a mano con Stephen Miller, la verdadera voz de su amo Trump, obsesionado con la inmigración y entrenado por Steve Bannon.
Al núcleo duro de leales se unirán los neoconversos: en Exteriores, el senador por Florida Marco Rubio, antiguo halcón neoconservador hostil a Trump, mantendrá su apoyo total a Netanyahu y hará de China su objetivo prioritario, en línea con muchos republicanos; Tulsi Gabbard, ex miembro de la izquierda demócrata, que ahora fustiga el “wokismo” y comparte la visión geopolítica de Moscú, como directora de Inteligencia; o el ovni R. F. Kennedy Jr, el odiado vástago de la ilustre familia demócrata y antivacunas, como secretario de Sanidad.
“Broligarquía”
Aparte de Musk y Lutnick, se han sumado ya al carro varios empresarios o ex empresarios (y se espera que vendrán otros, sobre todo para el codiciado puesto del Tesoro, aún sin asignar y fruto de una encarnizada batalla): El multimillonario Steve Witkoff, compañero de golf de Trump y futuro enviado especial para Oriente Próximo; el multimillonario Doug Burgum, gobernador de Dakota del Norte, que tendrá el control tanto de las tierras federales como de la cartera de Energía (muy útil para seguir con el fracking en busca de cada vez más petróleo), cartera que compartirá con Chris Wright, jefe de la empresa de fracturación hidráulica Liberty Energy, que odia la ecología y cuyo nombramiento ha sido bien acogido por los jefes de las industrias de combustibles fósiles.
En este pequeño mundo, existe un enorme riesgo de conflictos de intereses pero a Trump le importa un comino, como siempre le ha importado. Y es una apuesta segura que, al menos durante los próximos dos años, un Congreso a su servicio no le reprochará mucho.
A medida que se suceden las nombramientos, empieza a emerger en la cultura popular una palabra: "broligarquía”. La oligarquía de los amigotes, que es también la oligarquía de los hombres, en este caso hombres muy blancos, muchos de ellos en altos cargos. Al igual que Trump, acusado de agresión sexual por más de veinte mujeres, algunos exhiben con orgullo un perfil inquietante, eco evidente del nuevo eslogan de los machistas trumpistas: “Tu cuerpo, mi elección”, un mensaje reposteado la misma noche de la victoria de Trump por Nick Fuentes, un famoso podcaster ultraderechista, como anunciando la gran venganza de los hombres contra las mujeres.
Matt Gaetz está inmerso en una investigación en el Congreso (que intenta enterrar, con la ayuda de varios caciques republicanos) por haber mantenido relaciones sexuales con una menor de 17 años.
En cuanto a Pete Hegseth, es contrario a la presencia de mujeres en el ejército. Fue objeto de una denuncia por agresión sexual en 2017 en California. La pagó para que callara.
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Igual que Gaetz, Hegseth no está seguro de que pueda pasar la fase de nombramiento en el Senado, pese a la mayoría republicana. Pero Trump ya ha advertido de que, llegado el momento, los senadores republicanos no tendrán más remedio que plegarse a los deseos del Rey Sol de Florida.
Traducción de Miguel López