Un caos bueno y otro malo
La música es el idioma en el que todos nos encontramos y hasta nos entendemos, no hace falta traductor. Joseph Haydn en su oratorio La Creación creo una música donde describe, de manera maravillosa, la creación del todo, la luz y la vida. Su inicio es el Caos, una palabra que también nos indica el principio de todo, en un auténtico ruido generador. Pero después de Haydn, otro músico de idioma universal, Dimitri Shostakovich, ya en el siglo XX, creó una sinfonía, su séptima, llamada Leningrado en donde se describía al mismo tiempo la victoria del comunismo sobre el fascismo en el 1917 y la destrucción de una parte de lo creado.
Ella era una celebración distinta que unía el desastre de una Europa famélica y una ideología distinta que parecía que nos traería un mundo mejor. Esas músicas describieron una creación y una destrucción. Dos caos bien distintos. Uno creativo y el otro destructivo. Algo que nos acompaña a los humanos desde que estamos por aquí. Construir para destruir parece nuestro destino.
Con la llegada del capitalismo sin leyes allá por aquel 1989 y con la caída del muro de Berlín se empezaron a romper ciertos ideales del ser humano. Aquellos que nos llevan a la satisfacción personal del deber cumplido, a sentirse felices en un trabajo elegido o a vivir de manera personal defendiendo tus valores. Y todo empezó porque una de las ideologías había sido derrotada, la que precisamente celebró su victoria en Leningrado con una magnifica sinfonía. Todos cantamos juntos la Oda a la Alegría de Schiller que Beethoven incluyó en la maravillosa novena sinfonía. Pero no habíamos previsto que aquella libertad presumida había que gestionarla.
Aquel Dios creador de Haydn dejó de nombrarse y todo se transformó en un mercado universal en el que el mercado se hizo Dios. Y empezó esta nueva era tecnológica sin aquel Dios pero con bits y con gigas. Nuestra esperanza de creación de un nuevo mundo mejor empezó a variar cuando se desarrollaron al mismo tiempo las realidades humanas, las envidias, los egoísmos, el poder. Y se empezó a torcer un futuro que hay que seguir creyendo prometedor si entre todos venciéramos esas malas ideas humanas.
Me explico. Para llegar a buen puerto con nuestros avances es vital la profesión y la educación de cada individuo. El comportamiento de algunas profesiones es vital para recuperar lo perdido en un mercado de egoísmos sin control. Porque el trabajo es la base para poder luchar dentro de ese mercado abierto, con cierta dignidad para que el poderío económico no se multiplique sin control en contra del que lo pierde. En resumen, para que la desigualdad del género humano no nos lleve a ese otro caos destructivo que se puede adivinar si seguimos por un sendero erróneo que nosotros mismos hemos creado.
Existen profesiones, como la judicatura, la medicina o el sacerdocio cuya deontología profesional bien aplicada sería suficiente para crear un mundo mejor o con los valores perdidos. Si un médico no aplica su juramento de Hipócrates y no trata de curar a un enfermo porque la sociedad a la que sirve le impide gastar más días de hospital necesario, está incumpliendo su deontología. Si un abogado hace lo que vemos a diario favoreciendo a los políticos que le pagan por ello, mal aplicación de su profesion realiza. Si un sacerdote se limita como ahora a muchos a hacer más política por su ideología sin importar para nada ese perdón que le obligan sus votos estaremos en el mismo caso. Pero si esas tres profesiones no valoran sus obligaciones, el caos de un capitalismo que empezó en Berlín puede acabar en manos de un poder económico que todo lo puede pero que nada bueno pueden presagiar.
La función que realizan los médicos soportando la presión irá decayendo porque no se puede estar eternamente enfrentado al aire del campo. Todos sabemos la diferencia entre una medicina publica y otra privada en su final. Y se ve el final más cerca
Añadamos una cuarta profesión, el periodismo, que es quien transmite la noticia a la sociedad de forma interpretada de todo lo que ocurre. Y ahí tenemos un problema porque se puede transmitir con interés de favorecer a los dueños del medio, ya que todos tenemos que pagar la hipoteca de una forma más o menos natural y neutral que puede ser muy positiva. La primera nos llevaría a una interpretación muy probablemente errónea pero para el bien de unos pocos. Llevaría a la confusión o a acercar a los lectores de esos medios a unos postulados muy dirigidos por el poder y no como trayectoria socializada. Que nada tiene que ver con el socialismo por si alguien lo deriva.
Esas cuatro profesiones las tenemos ahora con mucho exceso en nuestro país. Todos los temas suelen exagerarse hacia un lado u otro y ahora están multiplicados por un factor n, de negativo. Tenemos sentencias sospechosas. No por mal contadas sino por, incluso, escuchadas de comportamientos punibles pero que pasan la criba demasiado fácil hacia el sobreseimiento o la nulidad con jueces muy permisivos, por llamarlo de alguna forma.
Tenemos una medicina atacada por la política hacia su privatización con lo que la extraordinaria función que realizan los médicos en el actual momento soportando esa presión, poco a poco, ira decayendo porque no se puede estar eternamente enfrentado al aire del campo. Además, todos sabemos la diferencia entre una medicina pública y otra privada en su final. Y se ve el final cada día más cerca.
Tenemos un sacerdocio que ya se ha olvidado de hacer religión porque cada día cae más la espiritualidad del hombre con aquellos valores humanos que se encerraban en la defensa espiritual. Estos valores van desapareciendo porque los sacerdotes están por esa pasta de la que hablo aquí. Por último, los medios. Esos que aún se venden en kioskos, que ya ni sabemos de quién son, pero en todo lo narrado siempre habrá uno o varios fondos buitre que su nombre ya nos demuestra lo que son. Obviamente existen muchas profesiones más metidas en el sistema, que solo exige obediencia y que desprecia en muchos casos la profesionalidad de la persona porque el único objetivo, para muchos, es el beneficio.
Resumo. He querido narrar un mundo peligroso y que aquí en esta España polarizada nos lleva al exceso de lo que aquí he explicado a mi corto entender de viejo observador. Y sobre todo lo escrito y todas las profesiones citadas sintiendo un pesar enorme hacia la que más daño puede hacer a la gente y a un país entero como el nuestro: una judicatura sin cumplir su neutralidad. Una judicatura que tape la historia que es necesario conocer y la corrupción que siempre fue nuestro peor mal. Con el objetivo de seguir sin cambiar nada en un mundo distinto del que se sienten ajenos defendiendo patrias que cada vez valen menos en lugar de los grandes grupos económicos que se crean. Por una política derechosa que nada tiene que ver con mirar a la sociedad sino a su pasado y a sí mismos y que, por lo visto, en nuestro tiempo seguirán sin hacer política de verdad petardeando a quienes intentan hacerla. Es el caos que vemos cada día, pero mal interpretado con un pentagrama demasiado borroso. No sé si me explico...
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César Moya Villasante es socio de infoLibre.