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El capitalismo y los menores no acompañados

César Moya Villasante

Nadie con dos dedos de frente puede oponerse al capitalismo, porque es el único sistema hoy de la economía. Los reductos que quedan hoy de comunismo no son los del siglo pasado. Porque la plutocracia que dirige este mundo ha dado un papel teatral a cada país, y dicho por un célebre escritor nada sospechoso de izquierdismo como Juan Manuel de Prada. Por ejemplo, a España le conceden el papel del turismo, de la fiesta y pasarlo bien a los europeos con pasta. Y así se pasará durante muchos años, con lo que nuestra economía, aun siendo de excesivo trabajo algo bajo de calidad, como es la hostelería y sus derivados, se mantendrá bastantes años. Hasta que esos papeles cambien por intereses económicos. Y mientras eso ocurre, otro desastre humanitario ocurre también.

Dicho esto, el capitalismo sin leyes ni límites es la mayor arma de destrucción masiva existente, porque las armas convencionales y tecnológicas se usan en guerras organizadas en determinadas zonas planetarias para mantener el pulso de una vida que solo sabe destruir para construir. Y el fascismo político existente hoy que recuperó en su día Trump y hoy lo tenemos instalado en Europa con el abrazo español de Abascal, Aznar, Ayuso y muchos más que lo sienten pero no lo dicen. Alberga situaciones como la que vivimos con esos niños, llamados “menas” como si no fueran seres humanos. Y nos encontramos con el problema del rechazo fascista a los mismos, porque parece ser que queremos cerrar la puerta a tanta migración.  No analizando que los hermanos Williams o Lamine Yamal o sus padres también fueron migrantes y puede que entre esos “menas” si los educamos y aceptamos pudieran aparecer deportistas de elite o médicos o científicos que, en España, por la poca natalidad, es imposible prever. Tanto que ya se dice que a la larga son necesarios millones de "menas" y cayucos para poder seguir teniendo un país adelantado como el nuestro. El oponerse a la migración es estar fuera del mundo, sin datos, y no llegar a la democracia con el exclusivo objetivo de eliminarla desde dentro votando a todo que no porque no.

Pero vayamos al título de este artículo. Ese capitalismo sin límites es algo que cuando se originó, por el fin del comunismo, esa palabra que nombran Ayuso y los suyos para enriquecer su vocabulario absurdo, ahora ya saca también el estalinismo a pasear, es algo que solo existe en pequeños corpúsculos que interesa mantener, para que esos personajes teatrales tengan algo que decir, porque no todo va a ser ETA. Pero cuando ese capitalismo se quedó solo en el mundo muchos pensamos que el desastre iba a tardar poco. Estamos en ese desastre traducido en migración. Cuando la tecnología ha hecho posible que hasta países pobres tengan móviles conectados, todos saben las diferencias abismales que existen en el globo. Cuando uno ve actuar el capital, te quedas pasmado de la capacidad de negocio loco existente sin respetar nada y rompiendo cualquier idea ética o razonable. Los millones llaman a más millones y eso hace que los límites no existan. Pero eso ocurre porque otros padecen su empobrecimiento a mayor velocidad, porque el final de este capítulo es, como yo mismo pensé hace muchos años, y no soy muy listo, que un grupo o lobby será el dueño del mundo y con un 90% del capital circulante en su dominio. Lo más absurdo que pueda pensarse. Y lo más peligroso para la pequeña paz actual, que no es mucha.

Al final, un grupo o lobby será el dueño del mundo y con un 90% del capital circulante en su dominio

Este deterioro hace que la gente ya no sienta ni padezca ni proteste por nada. Estamos en la abulia mental o social mayor de la historia, porque nos dejamos vencer por la anulación del humanismo, la solidaridad, el socorro al humilde o cualquier otra circunstancia antes valorada. Se ha perdido, fruto igualmente de tantos medios de comunicación dañinos que lo son porque nadie castiga sus bulos y necedades, cuando debería existir alguna asociación profesional, como antes existía, que defendiera la deontología profesional de ciertas acciones. Lo mismo que una judicatura que ya ha perdido toda credibilidad y que los vemos como activistas políticos exclusivamente. ¿Qué hacen los periodistas honrados o jueces de verdad ante esta situación? Callar, exceptuando pequeños retazos que nadie escucha porque existe un dinero que les tapa. Todo es negocio o dinero y ese valor ha podrido la dignidad humana, y sin ella el futuro es mejor no pensarlo, los que ya somos abuelos, pero los nietos deberían estar ya luchando por recobrarla. Si alguien les enseña lo que es, que esa es otra.

Porque hay palabras que nos dignificaban la vida, como el humanismo, la sensibilidad ante actos obscenos o corruptos rechazables, la pena cuando vemos a un niño asesinado en guerras que encierran también un poder económico y que nada le importan a los dueños del mundo, y cuando escuchamos en homilía a un cura rechazar a esos “menas” que vienen de fuera dejando atrás, pero muy atrás, ese amor al prójimo que defendía la Iglesia en algún momento. Pero de eso hace demasiado tiempo. En el intermedio, la derecha del PP entorpece cualquier solución a este problema porque su ansia está exclusivamente en echar a Sánchez y gobernar. Bueno, estar, porque ellos gobernar nunca lo hicieron, eran los Nacionales y eso les bastaba, y  ahora parece que sigue bastando a muchos. A demasiados.

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César Moya Villasante es socio de infoLibre.

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