Ya empezamos a mosquearnos todos otra vez. Ahora que aumenta el calor, nos vuelven a rodear las moscas y los moscones, sin que nos dé tiempo a reparar en cuestiones de género ni de gramática parda. Otra vez más volvemos a caer en las redes, que constantemente nos preparan quienes no dan puntada sin hilo, para que no nos olvidemos de que en este proceloso y traicionero mar las cuentas solo les salen a los de siempre por aquello de que el pez grande se come al chico. Ahora nos damos cuenta de que no se dedican solamente a reparar las redes, sino en angostarlas cada vez más, para que aquí no se escape nadie. Tampoco nos cogen de sorpresa, porque ya hemos sido entrenados poco a poco, igual que “se suele hilar el copo”. A los contratos también se los llevó la corriente.
Las puertas giratorias, con las que la modélica democracia, cada vez más franquista y nostálgica de la excelsa autarquía del amiguismo en la que, por supuesto, no cabemos todos, ha dado toda clase de oportunidades a los “mejores gestores políticos” de su casta y casa, que en el mundo han sido, y no tienen nada que aclarar, a no ser en sus añejos salones con sus principescos pelotazos.
Cuando se fueron privatizando las compañías públicas para hacer caja y poder engañarnos con aquello de que “España va bien”, se nos arrebataron a los españoles unos recursos que eran de todos y no de los devotos administradores o “mayordomos infieles” (Lucas 16: 1-15). Cuando las puertas giratorias les permitieron a los políticos unos estipendios más que sobrevalorados por no coscarse, empezamos a mosquearnos y nos cambiamos de compañía eléctrica, ya que las malas compañías nunca fueron acreedoras de buena fama.
El paso que muchos dimos a otras compañías más ecológicas y más tal, incluso más verdes, no nos salvó de la desconfianza, pues no tardamos en darnos cuenta, por el seguimiento de nuestra cuenta corriente, que, por aquello de que los recibos están domiciliados, más bien embancados automáticamente, para que no se notara a todas luces que nos estaban estafando, cuando en realidad, además, se estaban ahorrando así a los lectores de contadores y a los cobradores a domicilio. Nos pasó que, por el mosqueo que ya nos producía el tema de las puertas giratorias, hicimos un seguimiento casero del contador. No fue una total sorpresa que a final de febrero nos habían hecho pagar por un consumo mayor que el que arrojó nuestro contador al final del mes de abril siguiente. Las reclamaciones cayeron en saco roto, no así lo que nos habían sustraído de la cuenta bancaria, que, por aquello de la domiciliación, se nos antojó allanamiento de morada, porque no nos hicieron caso a ninguna reclamación y siguieron adelante con los hechos consumados y sus sumandos. Nada de rectificación ni de compensación, ya que todo estaba en regla, del embudo, suponemos.
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A río revuelto, ganancias de pescadores y de pecadores, amigos de lo ajeno. Días antes de que nos volvieran ahora locos con los horarios, que nos han dejado electrizados, nos ha contado un vecino, que por problemas familiares ha estado ausente de su domicilio bastantes días al mes, que se ha encontrado en su buzón un aviso de carta certificada con las señas de E. Distribución, y para más inri, con acuse de recibo para que “quede todo atado y bien atado”. Eso sí, han tenido el detalle de ponerle un número de teléfono para la atención del consumidor. A la carta, acompañaba un documento “panfleto económico de inspección” con términos (de impotencia) en que se constataba hasta la posibilidad de “enganche fraudulento”. Estaba muy clarito que todo estaba correcto. Sin embargo, le han contado la milonga de que los aparatos pueden estropearse y bla, bla, bla. Ahora, eso sí, que, debido a la irregularidad del consumo, le tendrían en cuenta el “consumo histórico”. Nuestro vecino, muy educadamente le ha preguntado: ¿Si usted se muere y no consume electricidad, su compañía le va a pasar factura según los anales del “consumo histórico”?
Así, cada día, el neoliberalísimo campante nos mete manos en los bolsillos y en nuestras confiadas cuentas, y se reparten hasta supersueldos ante el destrozo social de no sólo no dar trabajo sino incluso condenar al paro a miles de trabajadores que pasan a los pasivos de este mal llamado orden social, que nos está saliendo tan hiperactivo. La pasividad y paz social se alimenta, es un decir, y satisface con unas cervezas en las terracitas, que también nos pueden nublar la vista aún más. “Camarón que no nada, se lo lleva la corriente”. Por todos lados, vamos a tener que ir a contracorriente de este desorden social, que nos ataca por los cuatro costados y a nuestra costa y coste.
José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre
Ya empezamos a mosquearnos todos otra vez. Ahora que aumenta el calor, nos vuelven a rodear las moscas y los moscones, sin que nos dé tiempo a reparar en cuestiones de género ni de gramática parda. Otra vez más volvemos a caer en las redes, que constantemente nos preparan quienes no dan puntada sin hilo, para que no nos olvidemos de que en este proceloso y traicionero mar las cuentas solo les salen a los de siempre por aquello de que el pez grande se come al chico. Ahora nos damos cuenta de que no se dedican solamente a reparar las redes, sino en angostarlas cada vez más, para que aquí no se escape nadie. Tampoco nos cogen de sorpresa, porque ya hemos sido entrenados poco a poco, igual que “se suele hilar el copo”. A los contratos también se los llevó la corriente.