Cría cuervos… ¡¡Botifler!!
Hay dos fotografías que, al día siguiente de la gloriosa proclamación de independencia de la República Catalana, aparecieron en todos los medios de comunicación: En la primera, la euforia indescriptible de una señora que no sabe si llorar de alegría o besar al mundo entero con las manos dirigidas hacia la tribuna de los oradores. Minutos más tarde, la misma señora con el rostro encogido, la mirada de incredulidad, transmiten la punzada que en el estómago le había provocado la noticia sobre que la independencia se había quedado en “agua de borraja”.
Mientras, el artífice del engaño, el artífice de la gran estafa a la ciudadanía catalana, a quien la señora de la primera fotografía había dirigido sus plegarias, escapaba en el maletero de un coche rumbo a Bruselas.
Ahora los 'botiflers' ya no son sólo los no independentistas, lo son también sus gobernantes, especialmente ERC y en menor medida la Junts de Puigdemont
Es, si se me permite, la instantánea que resume la construcción de un proceso de manipulación (“el procés”) de los sentimientos legítimos de una gran parte de catalanes que no se encuentran a gusto formando parte del Estado español. Es la instantánea que resume cómo se hizo la transferencia de la iniciativa política (responsabilidad de los políticos electos) a la ciudadanía, representada por organizaciones como ANC (Asamblea Nacional Catalana) u Ómnium Cultural, encargadas de movilizar los sentimientos y las emociones de cientos de miles de catalanes. De facto, dichas organizaciones se convirtieron en el poder real de Cataluña. Nada se hacía sin su consentimiento o “placet” y todo aquel (político o ciudadano de a pie) que pusiera una coma en la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) era tachado de botifler. No había espacio para la discrepancia, para la duda, para los matices y, peor aún, para pedir aclaraciones, información sobre el futuro…
Antes de la solemne declaración de independencia, aquel lejano (o muy cercano) 1/O de 2017, las calles de Barcelona y del resto de ciudades de Cataluña se llenaron de corazones y emociones desbordantes. La República Catalana se tocaba con los dedos y la ANC dispuesta hacer caja de la mano de ERC, JUNTSxCAT y la CUP. No había fisuras. Los botiflers eran PP, PSOE, Cs, En Común…Y consiguieron la segunda mayor movilización que se recuerda en la historia de Cataluña (un millón en la Diada de 2017). La euforia era incontenible.
En la Diada de este año, tras seis años de reconfiguración del poder catalán, de acuerdos políticos con la Moncloa, de pérdida de votos de los partidos independentistas (la CUP no ha conseguido ni un solo escaño, Junts es la quinta fuerza política) y el PSC es la fuerza hegemónica, tras los resultados del 23J . Con ello, sólo se ha movilizado a 115.000 ciudadanos (son muchos, pero nada que ver con el millón del 2017). Pero ahora los botiflers ya no son sólo los no independentistas, lo son también sus gobernantes, especialmente ERC y en menor medida la Junts de Puigdemont. Este último, pronto se sumará a la “nómina” de los botiflers, en la medida en que las conversaciones para la investidura de Pedro Sánchez avancen. Lo ha dicho Laura Borrás, expresidenta del Parlamet y procesada por corrupción: “La ciutadania no demana investidura, demana independéncia”… Lo dicho: cría cuervos y te sacarán los ojos, porque la ANC quiere volver al 1/O de 2017, quieren volver a la primera fotografía de la señora emocionada y los políticos responsables de la gran estafa, no saben cómo reconducir “el procés”. De momento, Pere Aragonès (President de la Generalitat) ya ha contestado a la ANC: “No se trata de salir 15 veces al balcón y proclamar la independencia. La independencia no sirve de nada si no te la reconocen internacionalmente” (¡Coño, Pere, has tardado seis años en entenderlo!!)… En esas estamos.
La ANC quiere volver a otra “fotografía” que yo guardo en mi memoria y que es muy anterior a la ebullición del independentismo. Invierno de 1985, gobernaba el todopoderoso y corrupto Jordi Pujol. Me encontraba esquiando en las pistas de Baqueira Beret y en una de mis subidas, me tocó ir con una señora (la silla cubría el trayecto en unos 7 minutos). Ella se dirigió a mí y me comentó algo en catalán, le contesté que yo no era catalán parlante y que podíamos hablar en castellano porque venía de Salamanca… Silencio absoluto como respuesta. Un par de minutos después volvió a la carga en catalán y yo le di la callada por respuesta. Llegamos al final del trayecto, me acerqué a ella (mientras se colocaba los bastones) y le solté que, desde mi época de estudiante en la universidad, siempre he defendido las lenguas de España y que me había manifestado contra Franco y a favor del catalán, euskera y gallego, “su actitud irrespetuosa hacia mi persona en este trayecto es el pago por mi defensa de su lengua… Que tenga un feliz día de esquí, señora… adéu”.
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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.