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Lo que se dirime en el PSOE

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Javier Paniagua

Ahora resulta que el PSOE puede desaparecer o quedar dividido por la disparidad de proyectos tras las primarias del 21 de mayo. Articulistas, historiadores, politólogos e interesados lo vienen comentando desde que comenzó el proceso de primarias que acabó con el triunfo de Sánchez, y como consecuencia, derivó en la reconversión de un partido que ha mantenido una estructura unitaria, pero no homogénea, durante más de 130 años con escasas escisiones. Pero si con interpretaciones diferentes sobre cómo debía transitar la política del partido en las distintas coyunturas por las que atravesó. De una organización de defensa estricta de la clase obrera y de su proyecto de alcanzar el socialismo se fue matizando cómo lograrlo a medida que la dinámica histórica iba exponiendo las dificultades de llegar al final de ese trayecto. Y así comenzaron los debates y las pugnas para dirimir la política del partido. Así entre 1905-1917 la discusión giró sobre la oportunidad de aliarse con los republicanos para conseguir entrar en Las Cortes y tener una mejor plataforma para sus reivindicaciones. No todos los obreros estaban dispuestos a un proceso revolucionario, tenían una vida y querían mejoras sociales para él y su familia. La lucha socialista requería, por tanto, un camino más lento y culminaría después de arrancar conquistas sociales al Estado liberal. Fue el tiempo del revisionismo del marxismo y del reformismo sin que se abandonara la concepción de la lucha de clase ni la interpretación histórica del materialismo. Y la cuestión de las alianzas siguió con mayor virulencia en la II República con la configuración de los liderazgos de Caballero, Besteiro y Prieto.

Los líderes que se hicieron cargo del partido en 1974 tuvieron que recorrer en pocos años lo que la socialdemocracia europea había hecho en 40. Se abandonó la idea de socializar los medios de producción y eliminar la propiedad privada de los mismos. Como máximo se aludía a la nacionalización de algunas empresas o a la crítica de ciertas políticas de las multinacionales para no cotizar en el país de residencia. Tampoco había ya una descalificación de los empresarios, y aunque se insistía poco en su cometido como agentes económicos se acepta su papel en la economía de libre mercado. Eso sí, se hacía hincapié en la necesidad de pagar impuestos de acuerdo con las rentas y en la defensa de lo público en la educación, sanidad o pensiones.

Pero el peso de la historia está presente en su estructura sin que el PSOE del primer tercio del siglo XX tuviera mucho que ver con los jóvenes dirigentes, sus afiliados y la base electoral de final del siglo en una España alfabetizada y una clase media con posibilidades de consumo. Mientras hubo mayoría absoluta, el debate quedó subsumido o entrelazado en el interior del PSOE (Felipe versus Guerra, tradición frente a renovación, socialismo moderado frente a izquierda socialista) pero comenzó de nuevo cuando se perdió esta. Alianza con los partidos nacionalistas o con IU como lo intentó Almunia en las elecciones de 2000 con rotundo fracaso. Ahora ha quedado resuelto por un tiempo el debate: Ya se apunta la posible alianza con Podemos, y se desecha la colaboración con Ciudadanos o la gran coalición como en Alemania. Y al mismo tiempo se plantea si el secretario general salido de las primarias es un representante de todos los socialistas del Estado o debe tener en cuenta el peso de las Federaciones, es decir de las autonomías, sean nacionalidades o regiones. Pero sobre todo en qué medida los nuevos dirigentes tienen fuerza de arrastre como líderes sociales. Podrán ganar en el PSOE, pero todavía queda por aclarar la proyección electoral muy fraccionada en una sociedad con demandas muy variadas y en algunos casos contradictorias. No parece que el socialismo del Sur (Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha) de Susana pueda erigirse en representante del de toda España. Ni tampoco que el izquierdismo rampante de la campaña de Sánchez ilusione a una gran mayoría, o la buena voluntad sin más de López. Pero la historia no está escrita y todo puede alterarse.

 

Javier Paniagua es profesor jubilado de la UNED, exdiputado socialista (1986-2000) y socio de infoLibre

Ahora resulta que el PSOE puede desaparecer o quedar dividido por la disparidad de proyectos tras las primarias del 21 de mayo. Articulistas, historiadores, politólogos e interesados lo vienen comentando desde que comenzó el proceso de primarias que acabó con el triunfo de Sánchez, y como consecuencia, derivó en la reconversión de un partido que ha mantenido una estructura unitaria, pero no homogénea, durante más de 130 años con escasas escisiones. Pero si con interpretaciones diferentes sobre cómo debía transitar la política del partido en las distintas coyunturas por las que atravesó. De una organización de defensa estricta de la clase obrera y de su proyecto de alcanzar el socialismo se fue matizando cómo lograrlo a medida que la dinámica histórica iba exponiendo las dificultades de llegar al final de ese trayecto. Y así comenzaron los debates y las pugnas para dirimir la política del partido. Así entre 1905-1917 la discusión giró sobre la oportunidad de aliarse con los republicanos para conseguir entrar en Las Cortes y tener una mejor plataforma para sus reivindicaciones. No todos los obreros estaban dispuestos a un proceso revolucionario, tenían una vida y querían mejoras sociales para él y su familia. La lucha socialista requería, por tanto, un camino más lento y culminaría después de arrancar conquistas sociales al Estado liberal. Fue el tiempo del revisionismo del marxismo y del reformismo sin que se abandonara la concepción de la lucha de clase ni la interpretación histórica del materialismo. Y la cuestión de las alianzas siguió con mayor virulencia en la II República con la configuración de los liderazgos de Caballero, Besteiro y Prieto.

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