Librepensadores
¿Por qué el exministro de Sanidad no ha sufrido desgaste?
Se pregunta con incredulidad el diario El Mundo, siempre tan creativo a la hora de interpretar la realidad, en su editorial del 1 de febrero, a la luz de los sondeos ante las elecciones catalanas, cómo es posible que, con la que está cayendo, Salvador Illa no haya salido malparado tras su paso por Sanidad y, lo que a renglón seguido señalan, su inoportuna salida del Ministerio. No dan crédito y se preguntan, en esencia, cómo es posible que haya salido indemne. ¿De qué está hecho el candidato socialista a la Generalitat para que la inmensa inversión en constantes mensajes políticos, televisivos, radiofónicos, periodísticos no hayan desgastado al político catalán?
En definitiva, cómo ha podido esa opinión pública, a cuyo servicio ellos van realizando un constructo diario con los acontecimientos, las noticias y los hechos, unívocos o alternativos, resistirse al relato de que Illa es el máximo responsable de la catástrofe de la pandemia -ayudado por incapaces como el Dr. Simón-, el grupo científico al que ha preservado del martillo de sus editorialistas, así como de un inexistente, según ellos, plan de vacunación que pese a no existir resulta cada día burlado por gestores sin escrúpulos.
Y se contesta alegando que la razón para esa resistencia, y que “el estudioso de la filosofía que cayó en un Ministerio” siga encabezando las encuestas en Cataluña, ha sido su talante y el reparto de las culpas que ha hecho para diluir la suya propia. Y con esta explicación complementa y cierra el argumento de por qué su relato de la nefasta gestión de Illa se ha mostrado altamente resistible por el licenciado en Filosofía.
No cabe para este ingenioso diario, concluir que quizá el mainstream del cuerpo electoral español lo que percibe es a una persona que, con una formación del campo de las humanidades, ha sido capaz de imprimir una impronta a su gestión ante la catástrofe con empatía evidente, humildad, trabajo y siendo capaz de dirigir las distintas fases de la pandemia desde Sanidad con enorme capacidad de adaptación e implicando, además, a una gran mayoría tanto en las administraciones sanitarias autonómicas como entre la ciudadanía. Así como de uno de los partícipes en la construcción de una herramienta común en Europa para la compra de las vacunas que, por lo que estamos viendo, hubiese sido un enorme desastre que se hubiese abordado por los Estados de manera separada.
De este otro enfoque de los mismos hechos, se deduciría que los enormes esfuerzos que se vienen llevando a cabo para desgastar al Gobierno y a sus miembros, instrumentalizando y abusando de la pandemia, en este caso, como de cualquier otro asunto que no requiriese tanto el apoyo inequívoco desde todas las sensibilidades de la política para ser enfrentado, que toda esa ingente inversión, en definitiva, no acaba de producir los efectos deseados en la percepción de los ciudadanos, y lo que ahora les duele, del electorado. Illa resiste. Sostiene Illa un estilo eficaz y apreciado por una importante parte de la ciudadanía, por encima de viento y mareas, de la crítica feroz y de la saña de su relato de éste gobierno de socialcomunistas.
Para mí hay una interpretación de todo esto mucho más sencilla y, aplicando la navaja de Occam, probablemente más acertada. Y es que una parte muy importante de la población española y catalana, europeos, en definitiva, desea políticos como Illa. Capaces de hacer política sin crispación, sin permanentes aspavientos, constructores de acuerdos que se tomen en serio cómo afectan sus actuaciones a las condiciones de vida de las personas bajo su administración. Que respeten a los ciudadanos tanto como al resto de los representantes de éstos. Y que proceda del ámbito intelectual del que proceda, sea honrado, aseado en su discurso y capaz para la política antes que para una comunicación para el espectáculo que parecen adoptar hoy tantos partidos antes considerados como centrales o de gobierno en los distintos ámbitos electorales patrios, y entregado al histrionismo, la provocación y la labor de zapa.
Puede que, aunque efectiva para arrastrar, al menos temporalmente, a sectores importantes del electorado, la estrategia comunicativa trumpista, más que populista, que hoy campa por la oferta electoral en España, no afecte a una parte muy importante del electorado del país, que se resiste de una manera crítica y se molesta con la infantilización de los mensajes, tan necesaria para el arraigo de los suyos entre otros grupos, no por amplios menos minoritarios.
Puede que el efecto Illa acabe siendo la demostración empírica de que nuestros conciudadanos no son esos tontos de baba para los que a veces parece que se escribe desde determinadas tribunas y medios, a los que hay que explicarles todo para que les quede claro la interpretación de los hechos que interese en cada caso. Antes bien parecería que una gran mayoría de ellos y ellas son capaces de tomar sus propias e informadas decisiones. Puede que alguna vez, como ésta, podamos sentirnos más orgullosos de la mayor parte de nuestros vecinos y vecinas de lo que parece que conviene a estos artífices del imaginario que aún se siguen preguntando cómo se ha zafado Illa de su derribo hasta el punto de ser hoy el candidato con mejores expectativas en las próximas catalanas.
Juan Carlos Rodríguez de la Coba es socio de infoLibre