Hace ya tiempo que leí el Expolio del indio norteamericano (Alianza editorial, Wilburg B. Jacob), en el que se debe destacar que en el 1900 EEUU cerró las fronteras del oeste a consecuencia de la lucha contra los nativos defensores de sus tierras ante el avance conquistador de europeos, la mayoría originarios de Inglaterra, como colonia que fue de su gran imperio. Esta conquista de América del norte estaba defendida con la biblia en una mano pero con la pistola o el sable en la otra, muy característico del pensamiento puritano y calvinista, que según Weber fueron iniciadores del capitalismo en Europa. Pero al contrario que en la América del sur, el puritano tenía prohibida la mezcla de sangre, hecho diferenciador de la América católica hispana que permitió el mestizaje. Según la historia, de aproximadamente doce millones de indios solo han sobrevivido de la masacre de guerras y matanzas apenas unos 250.000. Un exterminio perfecto, porque los pocos que quedaban defendiendo sus tierras (muchos de ellos hoy serían catalogados como terroristas), fueron encarcelados en prisiones alejados de sus familias, esclavizados, y los pocos que quedaron fueron confinados en reservas en donde la pobreza y la incultura aún persiste hoy día. El alcoholismo y una alta prevalencia de enfermedades diezmaron a todas aquellas culturas nativas en el nombre de una, no siempre bien denominada, civilización del imperio inglés, el que mandaba en aquellos tiempos.
Escribo este preámbulo por el parecido que está ocurriendo en Palestina y el genocidio en Gaza. Los exterminadores no son puritanos o calvinistas, pero ayudan armando a un sionismo que se esconde también tras la biblia para conquistar su tierra prometida y expulsar, encarcelar o exterminar a los nativos, en este caso los palestinos. Pero lo grave es la mala conciencia de una Europa de la postguerra, que tras el exterminio del pueblo judío, y no solo por los fascistas y nazis (no podemos olvidar todos los movimientos y actitudes anti-judíos en Europa, incluyendo la extensa Rusia), miran por el cristal con su tibieza, que no han manifestado con la contundencia que se esgrimió ante el conflicto de Ucrania. Reina la hipocresía disfrazada de falsa diplomacia.
No es un tema político ni tan siquiera ideológico, ni por supuesto tiene las consecuencias económicas tan negativas para los ciudadanos europeos que ha tenido y estamos pagando por el conflicto de Ucrania: es simplemente amoral y de pura maldad
Se creó un nuevo oeste, donde a los indios, los palestinos, no contentos con encerrarlos en reservas, los están exterminando. Se comenta con cinismo que es la contestación a un siempre condenable terrorismo que asesinó a inocentes, pero ningún dios puede estar del lado de la maldad. Porque ya no es un tema político, ni tan siquiera ideológico, ni por supuesto tiene las consecuencias económicas tan negativas para los ciudadanos europeos que ha tenido y estamos pagando por el conflicto de Ucrania: es simplemente amoral y de pura maldad, la que mata a niños y mujeres indefensas. La grave consecuencia es que esta maldad va a alimentar a más terroristas, que surgirán debajo de cada piedra de las ruinas de hospitales y escuelas convertidas en escombros. El ojo por ojo cerrará un círculo de muerte. Los herederos de aquella cultura calvinista americana, la tibieza de una Europa en crisis, sin cabeza, que se divorció de su humanismo, es un campo propicio para que los cowboys con pistolas quieran dominar otra vez la barra del bar y encerrarnos en inmensas cárceles. Quizás es la hora, ante los errores cometidos de los que mandan, de hacer autocrítica. Es imperioso conocer por qué una parte de la ciudadanía y de nuestra juventud vota a favor de un populismo que ha causado una guerra mundial y se deja seducir otra vez por un sheriff para imponer su nueva ley y orden.
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Eduardo Vázquez Martul es socio de infoLibre.
Hace ya tiempo que leí el Expolio del indio norteamericano (Alianza editorial, Wilburg B. Jacob), en el que se debe destacar que en el 1900 EEUU cerró las fronteras del oeste a consecuencia de la lucha contra los nativos defensores de sus tierras ante el avance conquistador de europeos, la mayoría originarios de Inglaterra, como colonia que fue de su gran imperio. Esta conquista de América del norte estaba defendida con la biblia en una mano pero con la pistola o el sable en la otra, muy característico del pensamiento puritano y calvinista, que según Weber fueron iniciadores del capitalismo en Europa. Pero al contrario que en la América del sur, el puritano tenía prohibida la mezcla de sangre, hecho diferenciador de la América católica hispana que permitió el mestizaje. Según la historia, de aproximadamente doce millones de indios solo han sobrevivido de la masacre de guerras y matanzas apenas unos 250.000. Un exterminio perfecto, porque los pocos que quedaban defendiendo sus tierras (muchos de ellos hoy serían catalogados como terroristas), fueron encarcelados en prisiones alejados de sus familias, esclavizados, y los pocos que quedaron fueron confinados en reservas en donde la pobreza y la incultura aún persiste hoy día. El alcoholismo y una alta prevalencia de enfermedades diezmaron a todas aquellas culturas nativas en el nombre de una, no siempre bien denominada, civilización del imperio inglés, el que mandaba en aquellos tiempos.