En el transcurso de la campaña electoral en Argentina, un periodista preguntó a un ciudadano bonaerense: "¿Está usted de acuerdo con que se elimine la gratuidad del transporte público para las personas mayores?" Respuesta: "No, eso nunca. ¿Cómo vamos a viajar los pensionistas con nuestras pensiones miserables?". Y, "¿está de acuerdo en que se retiren fondos de la escuela pública?" Respuesta: "Eso tampoco. ¿Dónde van a estudiar nuestros nietos?" Y así varias preguntas... La última fue, "¿A quién va usted a votar?" "A Milei".
Es evidente que, a este ciudadano, como al resto de 46 millones de argentinos, el ultratrastornado Milei no los ha engañado. Se pasó durante las dos campañas electorales (primarias y definitivas) con una motosierra anunciando todos los recortes que iba hacer (en educación, en sanidad, en prestaciones sociales…) en nombre de la libertad (!!) y con un argumento digno de una película de terror: “Si alguien necesita plata, no es el Estado el que se lo tiene que dar, puede vender un órgano de su cuerpo”. Y para el problema de la inseguridad ciudadana, la receta de todas las extremas derechas del mundo, armar a los ciudadanos. No, Milei no ha engañado a nadie, como tampoco lo hizo en su día Bolsonaro, ni Meloni, ni Donald Trump: “Si yo salgo a la Quinta Avenida y empiezo a disparar… me seguirían votando”. y le votaron más de 62 millones de estadounidenses. Soy de los que opino que Trump volverá a ganar las elecciones el próximo año y aumentará el número de votos.
No, no es un problema local. Cometeríamos un grave error si nos entretenemos mirando el dedo en lugar de la luna. Ciertamente cada país tiene sus peculiaridades, sus “muertos en el armario”, sus corrupciones, sus errores de gestión y, por supuesto, “sus trastornados” a los que se les aplica el bondadoso apelativo de “antisistemas” (hasta en eso hemos claudicado en el proceso de blanqueamiento de las extremas derechas del mundo). ¿Hablamos de José Antonio Kast (Chile), de Rodolfo Hernández (Colombia), de Marie Le Pen (Francia) de Víktor Orban (Hungría), de Tino Chrupalla de AfD (Alemania), de Santiago Abascal de Vox (España)….? Es una pandemia y nadie ha encontrado todavía la vacuna.
El aumento de la riqueza de los multimillonarios ha sido espectacular con gobiernos de todo signo y especialmente en tiempos de crisis y de guerras. Ellos cabalgan a lomos de un caballo desbocado, sin reglas ni regulaciones
Que, ¿a quién se le ocurre elegir como candidato por el Frente Renovador, al ministro de economía que, si bien él no es responsable del hundimiento de la economía, heredada del anterior gobierno de Macri, pero es el titular actual de esa cartera ministerial y por tanto todos los dardos dirigidos a él? ¿Habrían cambiado las cosas con otro/a candidato/a? Me temo que poco, porque el ultratrastornado ya había entrado en los hogares de los argentinos con la motosierra.
Que, ¿a quién se le ocurre en la casa del Tío Sam proponer como candidato de los demócratas a un anciano que tienen que sujetarlo para que no se caiga? ¿Cambiaría algo si hubiesen elegido a otro? Me temo que tampoco, porque Trump cabalga sobre un caballo desbocado con una bandera que dice ¡Libertad!
La Libertad, esa hermosa señora que todos añorábamos cuando los fascismos y las dictaduras militares se adueñaron del Cono Sur, de España, de Italia, de Portugal, de Grecia, de los países detrás del telón de acero bajo la bota del estalinismo… Hoy, los herederos de esas dictaduras, sabedores de que ya no son necesarios los golpes de Estado militares porque se puede llegar al poder por las urnas o aplicando el “lawfare” cuando gobiernos progresistas empiecen a dar señales de tocar demasiado a los poderosos (que se lo pregunten a los portugueses). Esa es la luna. Nunca en la historia de la humanidad y del capitalismo, la riqueza de un país y la riqueza del mundo ha estado en manos de tan pocos. El aumento de la riqueza de los multimillonarios ha sido espectacular con gobiernos de todo signo y especialmente en tiempos de crisis y de guerras. Ellos cabalgan a lomos de un caballo desbocado, sin reglas ni regulaciones. Por ello, Milei puede hablar (gritar como un poseso) claro y alto, sin subterfugios: “Yo el Estado me lo meto por el orto (culo)”.
Pero no lo dice (y esta es la peculiaridad de Argentina) como reclaman los dueños de las grandes corporaciones que insisten en menos regulaciones y menos Estado en sus reuniones de cuello blanco, asesorados por sus bufetes de abogados de 5.000 dólares la hora. No, él lo dice porque está asesorado por uno de sus perros clonados. Esta es la peculiaridad de Argentina. Sus ciudadanos han metido en la Casa Rosada a un trastornado ultraliberal… y a saber cómo termina este experimento.
En toda esta historia hay al menos un tipo feliz, Mario Vargas Llosa, por fin acertó una apuesta y ganó uno de los suyos.
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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.
En el transcurso de la campaña electoral en Argentina, un periodista preguntó a un ciudadano bonaerense: "¿Está usted de acuerdo con que se elimine la gratuidad del transporte público para las personas mayores?" Respuesta: "No, eso nunca. ¿Cómo vamos a viajar los pensionistas con nuestras pensiones miserables?". Y, "¿está de acuerdo en que se retiren fondos de la escuela pública?" Respuesta: "Eso tampoco. ¿Dónde van a estudiar nuestros nietos?" Y así varias preguntas... La última fue, "¿A quién va usted a votar?" "A Milei".